A Turquía se le acabó la paciencia con Europa

El gobierno turco dice que no ha recibido los 6.000 millones de euros que el bloque continental prometió para ayudar a paliar la crisis de migrantes, que ya son cuatro millones, en su mayoría sirios. Si abre fronteras y los deja pasar, la UE quedará contra las cuerdas.

redacción internacional
04 de marzo de 2020 - 02:00 a. m.
Los migrantes que llegan a la frontera griega han denunciado malos tratos, incluso disparos, por parte de las autoridades europeas.  / EFE
Los migrantes que llegan a la frontera griega han denunciado malos tratos, incluso disparos, por parte de las autoridades europeas. / EFE

El gobierno turco lleva semanas pidiendo a la Unión Europea (UE) que respalde su escalada militar en Idlib (Siria) sin lograr resultados. Los 30 soldados turcos muertos que dejó la semana pasada fueron la gota que rebasó el vaso, por lo que se decidió activar el as bajo la manga que tienen desde hace años para poner en aprietos al nuevo continente y obligarlo a ceder: cancelar el pacto firmado en 2016 para contener a más de cuatro millones de migrantes que buscan refugio de la guerra y dejarlos pasar. "Está hecho, se acabó. Las puertas están abiertas. Ahora, los europeos van a tomar su parte de la carga", afirmó el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

Según el acuerdo, la UE se comprometía a entregarle 6.000 millones de euros a cambio de contener a los migrantes, sin embargo, Turquía afirma que no se ha cumplido el pacto. "Han dicho que nos iban a enviar mil millones de euros. ¿A quién quieren engañar? Ya no queremos ese dinero. Turquía se ha gastado 40.000 millones de euros. Nadie tiene derecho a jugar con el honor de Turquía. La UE sigue aplicando una doble vara de medir", dijo el mandatario turco a la canciller alemana Angela Merkel en una llamada telefónica el pasado lunes.

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El costo humanitario de la medida ha sido enorme. De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de 13.000 refugiados se han congregado a lo largo de los 212 kilómetros de la frontera terrestre entre Grecia y Turquía. Además, los pequeños botes llenos de personas han comenzado a intentar cruzar el río Evros como sea, tanto así que un niño murió el pasado lunes ante las costas de la isla de Lesbos cuando la embarcación en la que iba, junto con otras 50 personas, naufragó. Además, se ha reportado que otros dos migrantes murieron tras disparos de las autoridades griegas.

La situación parece justo donde Turquía la quería: salida de control. Según Erdogan, desde que se implementó la medida el pasado viernes ha recibido llamadas telefónicas de los líderes europeos que le piden cerrar una frontera llena de improvisados campamentos que albergan miles de sirios, iraquíes, afganos y paquistaníes ante la valla fronteriza. Ayer mismo el presidente recibió al primer ministro búlgaro Boïko Borissov, cuyo país es fronterizo de Turquía. "Esta crisis solo puede ser resuelta con sentido común y cumpliendo las exigencias del acuerdo (de 2016). Uno de los principios es que la UE comparta la responsabilidad", afirmó Borissov.

Los diferentes episodios de violencia entre autoridades y migrantes han desencadenado un rifirrafe diplomático en el que Grecia acusa a Turquía de animar a los migrantes a que pasen, y Turquía acusa a Grecia de disparar contra gente inocente. "Los inmigrantes han tenido gran ayuda en el lado turco. Ayer, una patrulla con unas tenazas en la mano cortó el alambre de la cerca para ayudar a los inmigrantes a cruzar el territorio griego. Por supuesto, nuestra patrulla lo impidió y la cerca fue restaurada", aseguró Stavros Tsiamalidis, el alcalde del pequeño pueblo de Kastaniés, a la televisión privada Skai.

Las autoridades en la mira

 

Desde hace algunos días a muchos de los celulares de los migrantes que han ido quedando represados entre Turquía y Grecia ha comenzado a llegar el siguiente mensaje vía SMS: “No intente cruzar la frontera. Nadie puede hacerlo. A aquellos que intentan entrar ilegalmente se les impide entrar en el país”. Y la amenaza va en serio, tanto así que el pasado viernes el gobierno griego suspendió el derecho a asilo durante un mes. Además, se han conocido múltiples denuncias sobre tratos violentos por parte de las autoridades griegas.

Un grupo de jóvenes afganos que regresaron de territorio griego afirmaron: "Nos han robado todo, nos han apaleado, me han quitado el móvil, lo han pisoteado", asegura uno de ellos, mientras que otro señala sus pies apenas cubiertos por calcetines: "Me han quitado hasta los zapatos".

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Las autoridades turcas no se quedan atrás. De hecho, Nasser Abu Sami, un refugiado sirio que lleva dos días con su familia en Edirne, asegura: "No nos dejan regresar. Vienen con autobuses privados y nos llevan desde este paso a otro. Y desde allí a otro. Y luego nos traen de vuelta. Juegan con nosotros, nada más". Por su parte, Mohamed, otro sirio que describe la situación como una trampa y como un juego político afirma: "Controlan los coches que van de Edirne a Estambul y si alguien lleva a refugiados lo multan".

“Jamás pensé que me convertiría en refugiado. Mi familia tenía un restaurante en Mosul y la vida nos iba bien. Pero luego llegó el Estado Islámico, la guerra, no quedó piedra sobre piedra y tuvimos que huir. En Turquía, la vida es muy dura, trabajo doce o trece horas al día y estoy solo. Mi padre y mi madre siguen en Irak, el resto de mi familia está en Francia. No los he visto en cinco años”, lamenta Muhannad, un joven iraquí.

La situación se complica con el pasar de los días y todo parece indicar que la Unión Europea tendrá que ceder. Este martes los ministros de Exteriores europeos iniciarán una reunión clave para analizar la crisis y encontrar una solución rápida antes de que la cosa empeore. Por ahora, a pesar de que la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, aseguró estar tomando cartas en el asunto, los migrantes siguen llegando a la frontera exigiendo ser aceptados.

Por redacción internacional

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