El caos está desatado en Francia desde el martes pasado por la muerte de un adolescente de 17 años en Nanterre, del cual solo se conoce su nombre, Nahel M., quien era de ascendencia argelina y marroquí y que ese día conducía en un automóvil alquilado por un carril equivocado. El fiscal del caso aseguró que el menor entró en pánico cuando dos agentes de policía lo interceptaron, y cuando intentó huir, el agente que lo interrogaba desenfundó su arma y le quitó la vida.
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Tuvieron que pasar dos días de fuertes protestas en la ciudad de los hechos y en París, que en su última jornada dejó más de 180 manifestantes detenidos y alrededor de 170 uniformados heridos, para que el uniformado fuera arrestado y acusado de homicidio voluntario.
En una primera rendición de cuentas, alegó haber utilizado su arma en legítima defensa. Sin embargo, un video mostró lo contrario y fue verificado, entre otras organizaciones, por la agencia AFP.
Las imágenes del video, grabado por un testigo, muestran que uno de los agentes apuntaba con su arma por la ventanilla del conductor mientras el otro hablaba con él, y que el primero disparó en cuanto el joven arrancó el vehículo para huir, sin que amenazara la integridad de los policías.
Antes del arresto, en un mensaje por Twitter, el ministro del Interior francés pidió “apoyo para los policías, gendarmes y bomberos que se enfrentaron valientemente al ataque” de los autores de los disturbios, y se quejó de quienes incitan a la violencia. A pesar de que las jornadas fueron convocadas por la familia de forma pacífica para despedir a Nahel, la rabia y el dolor colmaron a los manifestantes, quienes terminaron quemando más de 40 autos y destruyendo varios edificios a su paso. Macron ha dicho que quería que la Justicia actúe rápido, pero con la serenidad que necesita para hallar la verdad.
“En un contexto así, hace falta afecto y respeto por Naël y su familia, calma para que haya Justicia y también calma en todas partes, porque no necesitamos que la situación se incendie”, explicó el jefe de Estado.
Sin embargo, tanto en el asesinato como en la represión de los disturbios, salió a relucir un fenómeno global como la brutalidad policial, que en Francia no ha sido ajena en diferentes escenarios.
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En el marco de las millonarias manifestaciones en contra de la reforma pensional que finalmente aprobó el presidente Emmanuel Macron, se ha vivido una tensión complicada entre manifestantes radicales y fuerzas del orden. El 6 de junio pasado, 30 personas fueron arrestadas en varias ciudades como Lyon, Toulouse, Nantes, Rennes y París, pero menos que en las últimas protestas.
En marzo, en pleno apogeo del proyecto de ley, AFP informó que en una de las jornadas de protestas, 292 manifestantes fueron arrestados, pero solo nueve personas fueron llevadas ante la justicia, por lo que se concluyeron 283 casos de detenidos sin mayores detalles. “El gobierno francés, que pocas veces pierde la ocasión de dar lecciones de democracia y respeto de los derechos al resto del mundo, debería centrarse en ser irreprochable en esto mismo, como en la cuestión de la violencia policial, que es completamente escandalosa”, afirmó Alice Mogwe, presidenta de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), en una alerta lanzada por la brutalidad policial en las manifestaciones.
El comunicado de la organización también afirma que “lamentan la práctica cada vez más generalizada de que los agentes de policía no se identifiquen (cuando es obligatorio llevar la identificación oficial). Manifiestan igualmente su preocupación por los testimonios de agresiones sexuales cometidas por policías hombres contra mujeres, como ha ocurrido en Nantes. Por último, protestan contra la práctica de las trampas o redes para mantener el orden, una privación de libertad colectiva que escapa al Estado de derecho”.
También en marzo, el periódico Le Monde reveló una grabación de audio hecha por un manifestante detenido junto con otras seis personas, en la que se escuchan “comentarios de carácter sexual, bofetadas, amenazas y jactancias”. “Este documento de audio arroja una dura luz sobre el comportamiento de los funcionarios, en total contradicción con las normas éticas y con la ley”, relata el medio.
Ya en abril, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, reconoció que hasta la fecha se estaban investigando 38 denuncias por brutalidad, al tiempo que defendió la actuación de los agentes. “En Sainte-Soline, al igual que en ciertas manifestaciones salvajes, no se trata de mantener el orden, se trata de guerrilla”, dijo. En el caso de Nahel, otro de los aspectos que volvieron a debatirse fue la ley promulgada por el Parlamento de Francia en 2017, que autoriza a los agentes policiales a disparar a autos en movimiento, pues en la década de 2010 varios atentados terroristas llevaron a que se les otorgara protección legal cuando actúan como en este homicidio.
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Un historial siniestro
Así como a Nahel, los manifestantes han recordado durante las jornadas de protestas que también existen una serie de precedentes de violencia policial en contra de la población francesa.
De lo que parece ser un comportamiento sistemático, entre las fotografías exhibidas en las calles están las de Zyed Benna y Bouna Traore, dos adolescentes que en 2005, huyendo de agentes en el norte de París, murieron electrocutados al ocultarse en una estación eléctrica. En aquella ocasión, miles de personas salieron a la calle en París. Sin embargo, diez años después, los dos policías involucrados fueron absueltos de cargos por no auxiliar a los dos jóvenes.
En 2016, dos oficiales de policía causaron la muerte de Adama Traoré, de 24 años, quien huyó de un retén donde le exigieron sus documentos. Ambos agentes siguen sin ser juzgados por la justicia.
Un año después, Théodore Luhaka denunció que en una redada contra traficantes de drogas, un agente de policía “tomó su bastón y me lo introdujo en las nalgas”, causándole hematomas y heridas graves.
Los últimos nefastos precedentes datan de 2020, año en el que Cédric Chouviat murió por asfixia causada por agentes policiales cerca de la Torre Eiffel. La autopsia reveló que durante el procedimiento le rompieron la laringe. Meses después, en noviembre, Michel Zecler fue golpeado en el suelo afuera de su lugar de trabajo por agentes policiales. Zecler declaró a The New York Times que sus agresores usaron insultos raciales mientras lo golpeaban en el suelo.
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