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Las elecciones para el Parlamento (Bundestag), este domingo, constituyen el final de la carrera de Ángela Merkel en la política alemana. Con la formación de un nuevo gobierno, después de las elecciones, su turno como canciller (primera ministra) va a terminar al final de este año. Es la ocasión adecuada para analizar su paso como jefa del gobierno alemán durante 16 años y cómo se presenta el panorama político alemán a la hora de su retiro.
Los 16 años de Merkel en la Cancillería -12 de ellos en una coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD)- dejan un legado ambivalente para su sucesor. Su popularidad siempre ha sido más grande en el exterior que en la propia Alemania (aunque sigue siendo el político más popular en el país). Después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2016, algunos observadores incluso la llamaron “la líder del mundo libre u occidental”.
Estos elogios se deben principalmente a su imagen favorable como gerente de crisis internacionales. Comenzando con la crisis financiera que empezó en los Estados Unidos en 2008, la crisis de la zona Euro en 2010 en adelante, la crisis de los refugiados en 2015 -cuando ella decidió no cerrar la frontera frente a la avalancha de personas que llegaron al sur de Europa de Oriente Medio y norte de África-, hasta el manejo de la pandemia de COVID-19, Merkel se ha ganado una reputación solucionando crisis de diferentes índoles. El secreto principal detrás de esta reputación ha sido su alto nivel de pragmatismo. Es una persona con poca vanidad que ha actuado como conciliadora entre egos y posiciones bastante fuertes, en su gran mayoría de hombres.
La otra cara de la moneda
Sin embargo, la otra cara de la moneda es la ausencia de grandes visiones políticas por parte de Merkel. Muchos analistas le critican por su actitud pasiva y expectante frente a los principales desafíos de la política actual, sobre todo en cuanto al cambio climático y reformas económicas y sociales en el país. Y cuando ella sí reaccionó de forma rápida ante ciertos retos, estas decisiones le han generado muchas críticas en Alemania, como su decisión de salir de la energía nuclear después de la catástrofe de Fukushima en Japón o más recientemente su decisión de recibir un millón de refugiados como gesto humanitario.
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En contraste con casi todos sus sucesores en la Cancillería, Merkel tomó la decisión de abandonar el cargo voluntariamente, en vez de enfrentar una posible derrota electoral. Hace cerca de tres años decidió no presentar su nombre para una nueva, ya sexta candidatura como canciller. Al mismo tiempo dejó la presidencia de su partido CDU (Unión Cristiana-Demócrata) y anunció su retiro de la escena política nacional cuando su gobierno actual termine en 2021. En estos tres años su partido ya pasó por dos dirigentes diferentes. La sucesora inmediata de Merkel en la presidencia del partido y supuestamente también en la Cancillería, Annegret Kramp-Karrenbauer, renunció a su cargo al principio de 2020 ante fricciones internas y dudas en el CDU sobre su capacidad de liderazgo, sobre todo frente a la amenaza del partido de la ultraderecha (Alternativa para Alemania, o AfD por su sigla en alemán).
Por causa de la pandemia de COVID-19, solo al principio de este año el CDU pudo elegir a Armin Laschet, el primer ministro del Estado federado más grande de Alemania, Rhin del Norte-Westfalia, como presidente del partido. Después de una corta pelea poco amigable con su contraparte interna en el partido Markus Söder, el primer ministro del Estado federado de Bavaria, en abril de 2021 Laschet fue nominado como el candidato principal del CDU para las elecciones en septiembre.
De hecho, los chances de Laschet de convertirse en el sucesor de Merkel, también como jefe de gobierno, parecieron bastante buenos hasta hace unas pocas semanas. El socio de Merkel en el gobierno, el SPD, con su candidato y actual ministro de Hacienda, Olaf Scholz, pareció destinado para sentarse un par de años en la bancada de la oposición.
El partido socialdemócrata sufrió una derrota bastante humillante en las elecciones anteriores en 2017 con solo 20 % de los votos. Su ingreso al gobierno actual de Merkel solo ocurrió después de la salida de su líder efímero Martin Schulz y desató una dolorosa crisis y reflexión interna sobre su camino hacia el futuro.
A su vez la amenaza principal para Laschet parecía ser del Partido de los Verdes con su candidata joven y dinámica, Annalena Baerbock. Hace mucho tiempo los Verdes han mostrado el mejor nivel de competencia en el tema número uno de la campaña electoral: cómo enfrentar los efectos del cambio climático y modernizar el país con miras a prepararlo ante esta amenaza existencial.
Incluso las encuestas en mayo y junio indicaron que los Verdes podrían ser el partido más fuerte en las elecciones y Baerbock se convertiría en la sucesora de Merkel, posiblemente en una coalición con el mismo CDU.
Sin embargo, tanto Laschet y Baerbock, o más bien sus respectivos partidos, se desinflaron de forma dramática en las encuestas a lo largo de las últimas semanas. A su vez el SPD, ya dado por muerto por todos los analistas, resucitó como un fénix de las cenizas y a estas alturas lidera las encuestas para las elecciones. Frente a los errores de los demás candidatos, Olaf Scholz se presenta como el verdadero heredero de la política de Merkel y como garante de modernización y estabilidad a la vez.
Los gobiernos en Alemania no se constituyen por un solo partido. Para obtener una mayoría absoluta en el Bundestag, y así poder elegir al canciller, es probable que esta vez se requiera una coalición de tres y no solo de dos partidos, como ha sido el caso en el pasado. Dados los cambios drásticos en las encuestas, las opciones para formar una coalición de gobierno se ampliaron significativamente. Mientras que la opción CDU-Verdes (tal como gobierna en Austria en este momento) ha perdido fuerza últimamente, la dupla SPD-Verdes parece más viable. No obstante, es improbable que los dos partidos juntos obtengan una mayoría en el Parlamento.
Necesitarían un tercer socio: aquí las opciones se dividen entre el Partido Liberal (FDP) y el Partido de la Izquierda. En términos programáticos, una coalición de la centro-izquierda sería lo más coherente. Sin embargo, el obstáculo principal son las posiciones radicales del Partido de la Izquierda, sobre todo en política exterior (por ejemplo, quiere salir de la OTAN) y en política tributaria o redistributiva. Por lo tanto, el FDP puede cumplir el papel del “hacedor de reyes”, siempre y cuando esté dispuesto a moderar sus demandas por una rebaja de impuestos, sobre todo para los más ricos, y al mismo tiempo adopte la agenda de una reforma estructural de la economía y sociedad alemana para poder liderar con el cambio climático.
En fin, estas elecciones no solo se destacan por constituir el fin de la era de Ángela Merkel, sino apuntan a un cambio más drástico en la política alemana.
* Profesor titular en la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario en Bogotá.
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