La pelota ahora está en la cancha de Rusia. Luego de que la delegación de Ucrania y la de Estados Unidos llegaran, el martes, a un primer acuerdo para un alto el fuego de 30 días en la guerra, a cambio de que Kiev recupere la ayuda de EE. UU., le compete a Vladímir Putin aceptar los términos para que este plan entre en vigor.
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“La presión también recae sobre el presidente Donald Trump. Este ha alardeado repetidamente de sus estrechos vínculos con el presidente ruso. Durante ese feroz enfrentamiento con el presidente Volodímir Zelenski hubo una línea que puede haber pasado inadvertida (...) los comentarios de Trump parecieron sugerir que se había forjado algún tipo de solidaridad con Putin”, dice Nomia Iqbal, corresponsal de la BBC en la Casa Blanca.
Pero mientras los dos hombres fuertes del Kremlin y la Casa Blanca ultiman detalles sobre este plan, que al cierre de esta edición no contaba con una respuesta de Rusia, hay otra cuestión de fondo que preocupa a muchos expertos en este tipo de casos. Si se llega a implementar un alto el fuego, ¿quién vigilará que sus condiciones se cumplan?
Hay varios postulantes al papel de “pacificador”. El que más sonó esta semana fue Dinamarca, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, anunció el lunes que su país estaba listo “en principio” para participar de una misión de mantenimiento de paz en caso de un alto el fuego. El propio Trump se mostró favorable a que las tropas europeas sean las que vigilen el cumplimiento del acuerdo, pero Moscú se burló del plan apenas el Gobierno danés puso la idea sobre la mesa,
“Me disculpo profundamente: ¿quién protegerá Groenlandia? ¿Probablemente los refugiados de Ucrania que han llegado a Dinamarca?”, expresó la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Maria Zakharova, aludiendo a la aspiración de Trump de apoderarse de esa isla.
Otro postulante fue Australia, cuyo gobierno también planteó el despliegue de sus tropas como fuerzas de paz, en una misión que los expertos coinciden que no tiene igual. La propuesta también fue rechazada por Rusia, cuya embajada en Australia declaró que el despliegue traería “graves consecuencias” y generó fricciones entre los representantes diplomáticos de ambos países.
Según estimaciones de Zelenski, se necesitan unas 200.000 tropas para vigilar el cumplimiento de un alto el fuego. El primer ministro de Reino Unido, Keir Starmer, confió en que su país podría ayudar con 30.000 soldados que pertenezcan a una “coalición de los dispuestos”, como la bautizó al grupo de pacificadores que se desplegarían en Ucrania. La idea también es rechazada por Rusia.
Otro actor, esta vez no occidental, es China, que también se propuso como pacificador. Esta postulación, aunque no ha generado el mismo rechazo de Moscú, sí choca con los planes de Trump, quien busca mantener a Pekín al margen de su proyecto de paz. Además, si bien China quiere ser visto como un pacificador, según Antoni Slodkowski, de la agencia Reuters, de momento está concentrada en “reparar su economía y tratar de llegar a un acuerdo comercial con Trump para evitar otra guerra comercial”.
Las fuerzas de mantenimiento de paz son sustanciales para que el acuerdo se mantenga. Otros países, como Suecia e Italia, no descartan la opción de desplegar fuerzas en Ucrania. Y aunque muchos lo consideran un paso prematuro mientras la guerra está en curso, y piden centrar la atención en cómo Europa podría ayudar a fortalecer a Ucrania, como la jefa diplomática de la Unión Europea, Kaja Kallas, otros reconocen la urgencia de hacer la paz duradera.
“Tenemos que llegar a una situación en la que la paz sea posible”, afirmó el alemán Olaf Scholz.
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