El papa Francisco fue el primero en varias cosas: el único jesuita y latinoamericano en ocupar el trono de San Pedro, así como el único en adoptar el nombre para su pontificado en honor a san Francisco de Asís. Sin embargo, eso no fue lo único. El jerarca de la Iglesia católica tomó la decisión de romper con una de las tradiciones más arraigadas en la institución: portar el anillo del pescador, como sus antecesores, pero en plata dorada y no en oro macizo, mostrando su sencillez.
La joya, que se remonta al menos al siglo XIII, es uno de los elementos más icónicos de todo sumo pontífice. Lleva el nombre de san Pedro, que fue pescador y, según la tradición católica, el primer líder de la Iglesia. El anillo es símbolo del período que dura el papado, razón por la cual debe destruirse tras el fallecimiento del jerarca. Dada la reciente muerte de Francisco, se espera que el cardenal Kevin Farrell deforme la pieza con un martillo antes del cónclave.
El anillo del pescador y un colgante llamado bulla servían tradicionalmente como sellos oficiales para las cartas y documentos oficiales, conocidos como breves papales. Para evitar que se falsificaran cartas o decretos póstumos, ambos se rompían con un martillo tras su muerte. Así ha ocurrido desde 1521, con la excepción de Benedicto XVI, pues al haber dimitido, el anillo fue entregado a la Cámara Apostólica para que fuera marcado con una cruz y no se pudiera falsificar su marca. La práctica de destruir la joya se mantiene incluso a pesar de que a partir de mediados del siglo XIX el objeto fue sustituido por un sello.
Ahora bien, cada papa le ha dado un uso diferente al anillo de pescador. Por ejemplo, Benedicto XVI se lo puso a diario, mientras que Juan Pablo II solía llevar un anillo alternativo, o un crucifijo en forma de anillo, como una especie de réplica. Francisco, por su parte, usó la pieza en las ceremonias oficiales, aunque para el uso diario lo cambiaba por un sencillo anillo de plata que databa de su época de cardenal.
Los anillos de cada papa, aunque la mayoría tienen la imagen de Pedro y las llaves de la Santa Sede, como símbolo de cuando se le entregaron a él las llaves del cielo, son diferentes. Algunos reflejan la moda del momento o la identidad del papa en cuestión. El de Francisco, por ejemplo, no fue una nueva pieza, sino que la joya se construyó a partir de un anillo del secretario de Pablo VI, el arzobispo Pasquale Macchi, que falleció en 2006. Ese no era de oro puro, sino de plata dorada.
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