Las lecciones del terrorismo

En lo que va de 2017, los terroristas han hecho 400 atentados. Aunque el 90% ha sido en Oriente Medio y África, es claro que la amenaza es transnacional.

JERÓNIMO RÍOS SIERRA *
20 de agosto de 2017 - 03:37 a. m.
Efectivos policiales atienden a una de las víctimas del atropello masivo en La Rambla de Barcelona. / EFE
Efectivos policiales atienden a una de las víctimas del atropello masivo en La Rambla de Barcelona. / EFE
Foto: EFE - David Armengou

Otra vez el terrorismo yihadista hace presencia en España. Aunque el país lleva mucho tiempo en la órbita de la amenaza yihadista, como señala Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, no puede obviarse este hecho: de los 178 individuos con actitudes y creencias propias del salafismo yihadista detenidos en España entre 2013 y 2016, casi el 80 % estaban en Barcelona, Ceuta, Madrid y Melilla.

Sólo en Barcelona se encuentra casi la mitad de las congregaciones salafistas existentes actualmente en España.

Esta exposición se debe a una doble razón. Por un lado, es un país occidental —o lo que el yihadismo llama “fuerzas de ocupación”— al servicio de Estados Unidos en el mundo musulmán. Por otro, como parte de la antigua Al-Andalus, otrora región nuclear del califato, desposeída en favor de quienes finalmente fueron y son enemigos del islam.

Pero, además de estos dos factores simbólicos, existen otros de carácter coyuntural que exponen al país a este tipo de amenazas: la expansión del conflicto sirio y la porosidad que en los últimos años ha experimentado Marruecos, que nutre de voluntarios la causa del Estado Islámico (EI).

A pesar del buen hacer de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en España, esto no es óbice para entender que el nivel de proximidad al terrorismo yihadista permitía aceptar, antes o después, que el país sería objeto de algún acto terrorista. Tanto es así que otro consabido experto en esta cuestión, como es Manuel Torres, experto universitario en análisis del terrorismo yihadista de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, ya alertaba en 2016 de cómo el número de menciones a España desde la propaganda islamista radical no sólo venía creciendo desde 2004 sino que el año pasado llegó a su registro más alto, con 44 menciones expresas.

La porosidad de la amenaza

Esa transformación que ha experimentado el terrorismo hace que la capacidad de prevención resulte muy compleja. Lejos de atentados sofisticados, como los del 11 de septiembre, han modificado sus lógicas de acción y desde hace unos años vemos cómo artilugios caseros o coches y furgonetas fungen como perfectos instrumentos para actuar. Internet y las redes sociales actúan como canales perfectos para transmitir mensajes, cada vez con mayor duración en el tiempo, con los que las redes de radicalización obtienen efectivos réditos.

En la mayoría de atentados en Europa, los culpables responden a un proceso de radicalización paulatino, con discursos simplistas y reduccionistas que terminan teniendo gran eficacia: “Occidente es la razón de todos los males del mundo musulmán”.

Tampoco se puede pasar por alto el hecho de que la radicalización que acompaña buena parte de los atentados en suelo europeo requiere de una importante carga emotiva, más allá de condiciones sociales o económicas de exclusión.

Resulta imprescindible la concurrencia de sentimientos de injusticia o humillación que, interiorizados, son instrumentalizados por los conectores informativos, el proselitismo virtual y las redes de reclutamiento. Un proceso nada inmediato en el que el mensaje debe transformar al individuo, su entorno y su cotidianidad para concluir en una fase de yihadización previa a un acto terrorista.

Un proceso igualmente complejo que, como plantea el prestigioso sociólogo francés discípulo de Alain Touraine, Michael Wieviorka, es donde hasta el momento las políticas contraterroristas muestran mayores debilidades y dificultades.

Otra dificultad añadida reposa en que el terrorismo yihadista atraviesa las escalas geográficas de lo global, lo estatal y lo local, pues se nutre de las dificultades y carencias de la sociedad.

Quizás es por esto que combatir el terrorismo tal y como se presenta ante nuestros ojos requiere de una lógica transnacional, tanto en términos reactivos como estrictamente preventivos. Aun cuando los sentimientos de rechazo y repulsa a los actos terroristas suceden en todo el mundo, los mecanismos de respuesta y prevención continúan entendiéndose, mayoritariamente, en clave estrictamente estatal.

Terrorismo, islam y medios

Tragedias como la de Barcelona confieren una particular centralidad al islam, lo que alimenta los discursos, entre otros, de la extrema derecha. Y es que, a pesar de que el mundo musulmán representa una minoría en Europa, éste es percibido, como reflejan los barómetros de opinión, como una amenaza central para la convivencia.

La migración, por ejemplo, genera políticas de racismo, exclusión o estigmatización y alimenta a su vez respuestas reaccionarias. El islam es proyectado, a través de imágenes violentas provenientes de Irak, Afganistán o Pakistán, entre otros, como la amenaza.

Y aquí es donde el papel informativo requiere mayor responsabilidad. Algunos medios de comunicación masivos contribuyen a desfigurar los acontecimientos, dirigiendo un mensaje en el que el islam se reduce a un factor de inseguridad, cuando no de terrorismo. Una equivocación mayor.

En días como estos, los medios deben evitar poner al islam en el debate público exigiendo apoyos, respaldos políticos o movilizaciones de condena que no son exigidas a otros grupos y que exponen a la comunidad musulmana como de freno que contrarrestar la inseguridad además de alimentar estigmas, e incluso debates perversos del tipo “si se invita a los musulmanes a actuar contra el terrorismo, ¿no es porque tienen algo de responsabilidad?”.

Lo sucedido trágicamente en Barcelona deja varias lecciones que ya nos habían mostrado otros atentados recientes. En primer lugar, que España se encuentra en una posición de amenaza y exposición creciente desde hace años. Segundo, que la transnacionalidad en la gestión de la amenaza y las acciones de prevención del radicalismo son tan imprescindibles como complejas. Y tercero, que el papel de los medios informativos debe evitar incurrir en simplificaciones o exigencias con un mundo musulmán que es tan ajeno como víctima del terrorismo.

“Debemos mirar la realidad de frente. Hacer creer a la gente que prohibiendo la entrada de musulmanes (...) o cerrando mezquitas se resolverá el problema es mentirles. Al contrario, esto refuerza los argumentos del (grupo) Estado Islámico”, dijo recientemente a la prensa la senadora francesa Nathalie Goule, quien copreside la comisión de investigación sobre la lucha contra las redes yihadistas.

“Un tipo que arremete contra una multitud con un vehículo... lastimosamente es algo con lo que tenemos que aprender a vivir”, agregó.

Así se mueve el yihadismo en España

178 personas detenidas entre 2013 y 2016, por sus relaciones con el yihadismo, fueron entrevistadas por el Instituto Elcano.

25,9 es la edad promedio en la que los entrevistados varones se radicalizaron en el yihadismo. En el caso de las mujeres, a los 20,7 años.

40,3 % le atribuye su radicalización a la propaganda en línea, acompañada de interacciones con otros radicales en la vida real.

20 % de las personas entrevistadas manifestaron que su radicalización fue producto de su interacción con un líder religioso.

 

* Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.

Por JERÓNIMO RÍOS SIERRA *

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