
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Desde la muerte de Francisco, a principios de esta semana, la Ciudad del Vaticano ha sido lugar de masiva concurrencia: tanto de fieles para presentar sus respetos mientras el cuerpo del pontífice estuvo en cámara ardiente, como de la plana mayor de líderes mundiales en el funeral celebrado ayer por la mañana en la Basílica de Santa María la Mayor. Al menos durante este siglo ha sido una ocasión para lo que parecía imposible: reunir a personajes claves que, fuera de Roma, enfrentan tensiones más que complicadas.
Cuando murió Juan Pablo II, en 2005, entre los asistentes —sentados a pocos asientos de distancia— estuvieron los presidentes de Irán, Mohammad Jatamí, e Israel, Moshe Katsav, así como el príncipe —ahora rey— Carlos, quien tuvo que saludar por cortesía al dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, entonces vetado en la Unión Europea por la represión de su régimen. En esta ocasión solo estuvieron ausentes Vladimir Putin y Benjamin Netanyahu (ambos requeridos por la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes en las guerras de Ucrania y Gaza). El funeral puso a Donald Trump y Volodímir Zelenski a compartir escenario de nuevo, sin olvidar el tenso encuentro que sostuvieron en la Casa Blanca en febrero.
ambién fue la oportunidad para que los más de 130 cardenales que participarán en el próximo cónclave se reunieran por primera vez en un mismo lugar desde el último consistorio (reunión del Colegio Cardenalicio) en diciembre de 2024. La gran diferencia es que, entonces, se congregaron por rutina y para la creación de nuevos cardenales; ahora lo hicieron sabiendo que escogerían a un nuevo papa en menos de un mes.
¿Pulso político o espiritual?
Laura Martínez Otón, doctora en comunicación e investigadora de la Universidad Nebrija de Madrid, opina que pensar en “esferas de poder” en el Vaticano obedece al interés del periodismo y una forma de verlo desde afuera.
“Hay que pensar que la Iglesia católica nunca ha estado —ni debería estar— en la línea de una sociedad ideológica; no es una ideología, no es un partido político. En eso Francisco ha sido muy consciente. Eso lo ha tenido siempre muy claro, y creo que, por eso, por sus gestos y por su forma de comunicar, su pontificado ha sido diferente”, explica.
Son más de 130 los cardenales que entrarán al cónclave y, con ellos, más de 130 visiones de lo que debería ser la Iglesia católica en el mundo, tanto de puertas para afuera como para adentro. Es un pulso entre la doctrina del fallecido papa y quienes opinan que esta debe volver a lo tradicional.
“También estamos en el mundo: compartimos los temores, las incertidumbres, los intereses. Y en ese compartir la vida con la gente también tenemos las mismas tentaciones que enfrenta la sociedad. Podemos caer en las mismas tentaciones de asumir liderazgos más autoritarios, más defensivos de lo propio, menos abiertos al otro. Eso pasa en la Iglesia, como pasa en el mundo. Y, por supuesto, esa tentación está presente”, explica Luis Fernando Múnera, sacerdote jesuita y rector de la Universidad Javeriana.
El jesuita reconoce que, como en cualquier elección política, hay atención sobre los posibles favoritos —con elementos que han aumentado el interés como la película “Cónclave” (2025)—, pero lo importante, al final del día, es la elección del nuevo papa. Múnera señala que si bien el filme sirve para ilustrar cómo funciona el proceso, también genera una “curiosidad malsana” sobre “cómo deciden, dónde conversan y cómo intrigan”.
Es cierto que se trata del grupo cardenalicio más numeroso del siglo para escoger a un papa: de los 115 electores que eligieron a Francisco, ahora serán más de 130. Y aunque no todos se conocen personalmente, para Martínez es casi imposible que no tengan al menos una idea unos de otros.
“Al menos tienen referencias. Quizá no se conocen todos en persona, pero sí saben lo que hacen, de dónde vienen y lo que opinan. Quizás algunos estén más alineados con una línea tradicional o con Francisco. Pero este es un momento en el que empiezan a hablar y, por supuesto, a hacer una especie de —en lenguaje laico— campaña para posicionarse. Aunque, claro, habrá quienes no lo hagan, porque aquí usamos un dicho: ‘El que entra papa, sale cardenal’”, analiza Martínez.
Ella, al igual que Múnera, reconoce que, aunque es un proceso humano y, a la larga, democrático, para los cardenales que ingresan al cónclave es también un proceso con un alto componente espiritual. El jesuita enfatiza que, más que líneas políticas, hay que entender de dónde vienen y a quién representan estos cardenales. Muchos, como los asiáticos y los africanos, representan al catolicismo en sociedades con concepciones y formas de ver el mundo distintas a las de Occidente: “Para nosotros, los occidentales, hay más claridad que para los asiáticos o los africanos en esos temas. Al pensar en el conjunto para el que hay que legislar, recogiendo sensibilidades de los cinco continentes, debe avanzarse con cuidado”.
La labor de Francisco no fue solo espiritual. Así, aunque en la agenda permanezcan cuestiones como la sinodalidad (participación de laicos y clérigos en el funcionamiento de la institución), la participación de las mujeres en diferentes instancias, el diálogo interreligioso y otras cuestiones, también se ha producido una transformación institucional amplia.
“Esa transparencia que se le pedía al Vaticano, explica Francisco, ya estaba presente como mandato en las reuniones precónclave del Colegio Cardenalicio: que el nuevo papa hiciera limpieza en las finanzas del Vaticano y pusiera orden en la Curia, tras muchos escándalos. Eso ya se exigió en el cónclave. Lo que suceda ahora dependerá, en gran medida, de dónde venimos”, afirma Martínez.
Cabe resaltar que parte de esa transformación incluyó el nombramiento de más de 100 de los cardenales que elegirán al nuevo papa. Y aquellos que no fueron ordenados por él, sí fueron ubicados en cargos acordes con su visión doctrinal. Ejemplo de ello es que nombres con popularidad papable y cercanos a Francisco, como Luis Antonio Tagle y Pietro Parolin, ocupen puestos relevantes en la Curia romana (la organización de alto nivel del Vaticano). Para Múnera, si bien Francisco inició una transformación a la que “le falta camino”, hay fenómenos internos en la institución que serán retos para el nuevo pontífice y que, en cualquier sentido, exigirán que la transformación continúe.
“Hay un movimiento muy grande de desclericalización: hay menos sacerdotes, menos monjas, y eso nos llevará, queramos o no, a pensar nuevas maneras de acompañar a las comunidades creyentes. Con mayor participación de los laicos, con mayor presencia de las mujeres… está la pregunta de si se pueden admitir a mujeres en el sacerdocio o a hombres casados. Creo que avanzamos hacia una Iglesia menos institución y más comunidad horizontal, con mucha mayor presencia de los laicos en las distintas instancias de gestión y gobierno. Eso ya está ocurriendo y seguirá. La relación con los Estados sigue siendo muy diversa y, a menudo, conflictiva”, explica el jesuita. Esperemos el humo blanco.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.
🌏📰🗽 Le puede interesar nuestro plan superprémium, que incluye acceso total a El Espectador y a la suscripción digital de The New York Times. ¡Suscríbase!
📧 📬 🌍 Si le interesa recibir un resumen semanal de las noticias y análisis de la sección Internacional de El Espectador, puede ingresar a nuestro portafolio de newsletters, buscar “No es el fin del mundo” e inscribirse a nuestro boletín. Si desea contactar al equipo, puede hacerlo escribiendo a mmedina@elespectador.com
