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Afganistán: ¿cómo han hecho los talibanes para seguir en el poder?

El 15 de agosto de 2021, las banderas del Estado Islámico de Afganistán, nombre con el que se le conoció al régimen establecido por el talibán, volvieron a ondear en Kabul. Dos años después, varios factores han ayudado a que estos milicianos se sostengan en el poder.

Redacción Mundo

15 de agosto de 2023 - 06:18 p. m.
El talibán celebra el segundo aniversario de su gobierno en Kabul, Afganistán.
Foto: EFE - STR
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Dos años después de retomar el poder en Afganistán, el talibán y su gobierno de facto se mantiene firme en Kabul, a pesar de sí mismo. El líder supremo del movimiento, Haibatullah Akhundzada, sostiene un estricto control sobre todas las decisiones y es inflexible ante las recomendaciones de otras facciones más pragmáticas, las cuales quieren adoptar otra hoja de ruta para que la economía nacional no se hunda.

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Akhundzada gobierna en las sombras, sin salir de Kandahar, mientras los choques internos han desgastado al movimiento. Las reformas con las que ha privado a las mujeres de la vida pública han generado un enorme descontento en el país, golpeado además por una crisis humanitaria sin precedentes a nivel sanitario. Por otro lado, el invierno ha agravado las condiciones de miseria para miles de familias. ¿Qué ha hecho que, a pesar de todas las adversidades, él y los talibanes sigan en el poder?

En primer lugar, un cambio de poder necesitaría una unidad entre los principales liderazgos y otros comandantes militares contra Akhundzada. “Hoy en día, la probabilidad es todavía pequeña”, dice la politóloga Vanda Felbab-Brown del Instituto Brookings. El primer viceprimer ministro interino, Mullah Abdul Ghani Baradar, el Ministerio del Interior de Sirajuddin “Siraj” Haqqani y el ministro interino de Defensa, Mullah Yaqub, quienes son las otras grandes figuras del talibán hoy, desconfían plenamente del otro, lo que beneficia a Akhundzada. La desconfianza mutua deja una suerte de estabilidad del status quo al interior de la cúpula de gobierno.

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Por otro lado, el gobierno de facto ha sido efectivo a la hora de mantener líneas de comercio y ha podio disminuir los niveles de corrupción que, acompañados de a un control sobre los impuestos y las aduanas, ha ayudado a estabilizar la economía. Sin embargo, lo que ha evitado que el país caiga en una catástrofe económica es la asistencia humanitaria del exterior, lo que el economista William Byrd llamó “equilibrio de la hambruna”. Sin la ayuda externa, el país se precipitaría a un escenario trágico con millones de muertes.

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Pero hay un tercer factor, además de esos frágiles equilibrios políticos y económicos que permiten la continuidad del talibán: el foco de interés cambió e hizo desaparecer a Afganistán de la agenda. Para Kabir Taneja, miembro y director de la Iniciativa de Asia Occidental en el Programa de Estudios Estratégicos de la Fundación de Investigación Observer, “podría decirse que el conflicto en Europa (e Ucrania) fue una bendición para los talibanes, que miraban hacia abajo para convertirse en un paria global una vez más”.

“Las acciones de Rusia contra Kiev provocaron cambios tectónicos, estableciendo fronteras similares a las de la era de la Guerra Fría en la arena internacional. Un conflicto en Europa no era algo que Occidente esperaba, y en una era en la que la mayor preocupación era una competencia de gran potencia entrante entre los EE. UU. y China, la renovación de las viejas rivalidades de Washington con Moscú se sumó significativamente a estas complicaciones”, señala el experto.

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Si bien Afganistán continúa en la agenda de países occidentales como Estados Unidos, no ocupa el mismo lugar que antes. Esto ha beneficiado a otras fuerzas como China, que han tenido más espacio para operar en Afganistán en su misión por repeler la influencia estadounidense de Asia Central.

Aunque los talibanes buscan salir de cualquier esfera de influencia, las sanciones los han obligado a establecer puentes con China para sellar acuerdos con los que puedan financiar sus políticas internas. Beijing, que ha firmado grandes acuerdos de inversión, se ha convertido en el “salvavidas” de los talibanes. Pero esta relación se ha hecho complicada no solo por las dificultades económicas que le representa a China invertir en Afganistán, temeroso de las sanciones internacionales, sino la falta de garantías de seguridad de parte de los talibanes.

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“China no necesita únicamente garantías comerciales del Gobierno talibán, también necesita credenciales de seguridad sólidas. Como que en la frontera que comparten y que une Afganistán con la provincia china de mayoría musulmana de Xinjiang los talibanes no dejen hacer incursiones a los militantes uigures que se encuentren del lado afgano de la frontera”, señaló José Miguel Calvillo, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, al diario El Mundo.

Ningún país ha reconocido formalmente a los talibanes desde su regreso al poder. Sin embargo, los acercamientos como el de China muestran una tendencia lenta pero inevitable en esa dirección. Rusia también se ha comprometido diplomáticamente con Kabul sin declaraciones explícitas de reconocimiento. Estados Unidos, por su lado, descarta el reconocimiento, pero tampoco quiere dejar que sus rivales ganen terreno en el país, por lo que podría flexibilizar su estrategia.

Para los expertos de Brookings, “el resultado más probable es que EE. UU. participe en negociaciones prolongadas con los talibanes, utilizando el reconocimiento como zanahoria para instar a los talibanes a emprender ciertas reformas fundamentales”.

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Algunos expertos aseguran que este también sería el único camino a seguir para contener los horribles abusos contra las mujeres, ya que sin reconocer el gobierno, la comunidad internacional no puede brindar asistencia humanitaria al país para salvar vidas. Esta ruta, de todas maneras, no deja satisfechos a los defensores de derechos humanos que consideran una forma de legitimar sus delitos. El dilema continúa, mientras los talibanes continúan cerrándole las puertas a la participación de las mujeres en la sociedad.

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