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El presidente Donald Trump alertó este sábado contra las tendencias "socialistas" de sus rivales demócratas, durante la gran cita anual de la derecha estadounidense, tras una semana marcada por el fracaso de la cumbre con Corea del Norte y la comparecencia de su exabogado ante el Congreso.
El multimillonario republicano fue recibido triunfalmente en el escenario de la Conferencia de Acción Política Conservadora, o CPAC, celebrada en las afueras de Washington.
(Ver más: El presidente Trump revivió el tema del socialismo)
Trump pronunció uno de sus discursos más largos desde que entró en la campaña presidencial en 2015, pero no mencionó ni una sola vez a su exabogado y ex hombre de confianza Michael Cohen, que lo describió el miércoles ante el Congreso como un mentiroso, un tramposo y un racista.
Tampoco le dedicó mucho tiempo al otro tema candente de su semana: la cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong Un, sobre el programa nuclear de Pyongyang, considerada como un fracaso.
El presidente calificó el encuentro con Kim en Vietnam de "muy productivo" y quitó hierro al hecho de que terminara de forma prematura sin la declaración común prevista inicialmente.
(Ver más: La cumbre de Trump y Kim terminó sin ningún acuerdo)
"De vez en cuando, hay que saber caminar" en vez de correr, dijo, añadiendo que el acuerdo propuesto por el dirigente norcoreano no le parecía "aceptable".
Retomando uno de los temas favoritos de los republicanos en los últimos tiempos, el mandatario agitó la amenaza del socialismo, convertido en una tendencia muy popular entre los candidatos a la investidura demócrata para las presidenciales.
Según Trump, el "Green New Deal", el proyecto demócrata para combatir el cambio climático, "destruiría totalmente la economía estadounidense" si se aplicara. "Es simplemente el plan más loco" que jamás se haya visto, afirmó.
Respecto a los proyectos a favor de una cobertura sanitaria universal promovidos por varios candidatos demócratas, Trump dijo que provocarían "inmensas subidas de impuestos".
"El socialismo no tiene nada que ver con el medioambiente, la justicia, la virtud (...) Eso se llama el poder de la clase dirigente", afirmó el presidente republicano, que citó el ejemplo de Venezuela.
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"El futuro no pertenece a quienes creen en el socialismo", declaró. "Pertenece a quienes creen en la libertad (...) Estados Unidos nunca será un país socialista (...) Creemos en el sueño americano, no en la pesadilla socialista", prosiguió.
También aprovechó la ocasión para defender su balance al frente de la Casa Blanca, destacando los buenos datos de la economía estadounidense y afirmando que estaba a punto de lograr la financiación del tramo de muro que quiere construir en la frontera con México para frenar la inmigración ilegal.
Ante sus seguidores más fieles, retomó los temas conservadores que le permitieron llegar a la presidencia: una política migratoria dura, el mantenimiento de la legislación sobre armas o una línea antiaborto.
Respecto a todas esas cuestiones volvió a atacar a los demócratas, a los que acusó de tener "un programa radical", interrumpido a menudo por los "¡USA! ¡USA!" de los asistentes.