¿Cómo los terremotos afectan de formas particulares a las mujeres?

Poner el tema sobre la mesa es urgente teniendo en cuenta el trabajo doméstico y de cuidado que recae mayoritariamente sobre las mujeres, las vulnerabilidades particulares ante la explotación sexual y hasta las pobres condiciones para la maternidad o la higiene menstrual que supone un desastre.

María Alejandra Medina
14 de febrero de 2023 - 01:00 p. m.
Mujeres turcas empaquetan la ropa, mantas y otros artículos recogidos en un centro turco en La Haya, Países Bajos, el 07 de febrero de 2023, para su transporte a la zona de desastre del terremoto en Turquía.
Mujeres turcas empaquetan la ropa, mantas y otros artículos recogidos en un centro turco en La Haya, Países Bajos, el 07 de febrero de 2023, para su transporte a la zona de desastre del terremoto en Turquía.
Foto: EFE - Phil Nijhuis

“Los desastres naturales nos afectan a todos, de formas diferentes”. La frase es de ONU Mujeres, que al igual que muchas otras entidades ha advertido sobre los impactos particulares que este tipo de situaciones tienen sobre las mujeres, las niñas y los niños.

Dicho sea de entrada: hablamos de perjuicios que tienen su origen en imposiciones sociales que terminan afectando de formas injustas y desproporcionadas a estos grupos, que son más de la mitad de la población. Así, es inevitable que los efectos negativos recaigan sobre la sociedad como un todo.

El tema puede sonar familiar ahora que tratamos de superar una pandemia: muchas mujeres, por su vulnerabilidad económica (al estar empleadas en sectores altamente informales, como el trabajo doméstico), quedaron rápida y desproporcionadamente expuestas al desempleo tras la propagación del COVID.

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En este contexto, la violencia machista asimismo desempeñó un papel, pues también muchas mujeres quedaron confinadas con un agresor del que probablemente no podían escapar fácilmente por dependencia económica.

Ahora, al hablar de la afectación particular en los desastres naturales, como los terremotos, no se trata de encasillar a las mujeres, las niñas y los niños como “grupos vulnerables” pasivos, que no tienen ideas, propuestas o capacidad de acción.

Como dice la recomendación 37 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, hacer eso sería reproducir “un estereotipo de género negativo que no reconoce las importantes contribuciones a la reducción del riesgo de desastres, la gestión posterior y las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático [causante de muchos desastres] que las mujeres ya están haciendo”.

¿Cómo se ven afectadas las mujeres de forma particular?

Cada caso puede ser distinto, pero, al final, hay una raíz que parece común en varios problemas: los roles de género. Por ejemplo, el Banco Mundial advierte que “los hombres representan el 70 % de las muertes relacionadas con inundaciones en Europa y Estados Unidos, principalmente debido a la sobrerrepresentación de hombres en las profesiones de rescate”.

En otros casos, como sucedió en el terremoto de México del 2017 o el tsunami del 2004 en el océano Índico, las mujeres representan la mayoría de las víctimas mortales: 60 % y 70 % (hasta el 80 % en algunas localidades), respectivamente.

En ambos, las hipótesis arrojadas fueron similares: tuvieron que ver con la división sexual del trabajo. Mientras los hombres estaban por fuera trabajando o pescando, las mujeres, quienes asumen en su mayoría el trabajo doméstico, quedaron sepultadas: en el caso de México, por ejemplo, el 70 % de las estructuras colapsadas eran viviendas, según el estudio “Género, desastres y mortalidad: Sismo en Ciudad de México, 19/septiembre/2017″.

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En total, los dos terremotos en Turquía y Siria, ocurridos el 6 de febrero pasado, de magnitudes 7,5 y 7,8, han dejado más 35.000 muertos, aunque aún no se conocen las cifras específicas por sexo. Debido a que ocurrió en la madrugada, mientras la mayoría de la gente dormía, lo más probable es que haya afectado a todos de forma similar.

Lo claro es que, como señala ONU Mujeres, en general, la carga de cuidado (doméstico, de niños, ancianos y enfermos), que ya de por sí recae mayoritariamente en las mujeres, aumenta después de un desastre, lo que abre varios interrogantes sobre el lugar en el que queda el autocuidado después de una catástrofe.

Viendo en retrospectiva, el Banco Mundial señala desventajas que, de entrada, enfrentan las mujeres: “En particular […] para acceder a la información y los recursos necesarios para prepararse, responder y hacer frente adecuadamente a un desastre, incluido el acceso a una alerta temprana y un refugio seguro, así como a cuentas bancarias para proteger los ahorros de los desastres y los ingresos estables”. De hecho, un estudio publicado por la misma entidad muestra cómo hasta los 30 años de edad las niñas y las mujeres son afectadas desproporcionadamente por la pobreza.

Violencia y explotación sexual

Otros riesgos a los que están expuestas las mujeres tras un desastre son la violencia basada en género y la explotación sexual. Sobre lo primero el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) señala que “aumenta durante las crisis a medida que las estructuras de apoyo colapsan y se produce el caos”.

Investigadores citados por The Journal encontraron, por ejemplo, que en Haití, tras el terremoto de 2010, hubo “un aumento alarmante de mujeres y niñas involucradas en la venta de sexo, incluidas las adolescentes que son explotadas en las calles y establecimientos en la frontera dominicana”.

“En Nepal, el terremoto de 2015 que afectó a dos tercios de la población dio pie a un aumento de casos de trata de personas con fines de explotación sexual de niñas y mujeres, principalmente”, señaló la autora Francesca Tabellini en una publicación de Human Trafficking Search.

Entre las razones están la falta de oportunidades económicas que siguen a un desastre, la cercanía entre víctimas y victimarios que se puede producir en espacios como los albergues, la incapacidad del Estado para proteger a su población, entre otras.

La vulnerabilidad en la edad reproductiva

Si el escenario ya es agreste para todos en general, ni qué decir de las mujeres gestantes. Según información de UNFPA, publicada por Reliefweb, se estima que en el terremoto en Turquía ha habido 15 millones de personas afectadas, entre las cuales habría 214.000 embarazadas. De ellas, 24.000 darían a luz el próximo mes.

“Decenas de miles de personas han perdido sus hogares y pertenencias, exponiendo especialmente a mujeres, niñas y recién nacidos a graves riesgos de enfermedad y violencia”, dice la publicación.

Allí, citan el testimonio de Buseyna, una mujer afectada en la ciudad de Adiyaman, quien recibió atención de UNFPA y dio a luz a una bebé: “Estábamos demasiado asustados. Salimos de nuestras casas de inmediato y no pudimos llevar nada para el parto, ni un solo paño de bebé”.

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Organizaciones como esa se encuentran entregando kits para cuidados neonatales y para el posparto; sin embargo, las necesidades no solo son desbordantes, sino que ni siquiera han podido empezar a ser cubiertas en las zonas más marginadas de Siria.

Un factor que afecta a todas las personas es, por supuesto, la falta de agua, algo particularmente sensible para los niños y las niñas, vulnerables ante las enfermedades, como ha alertado en el contexto actual la organización Save the Children.

En el caso de las mujeres en edad reproductiva, especialistas en ginecología han señalado la vulnerabilidad particular durante la menstruación, pues ante la escasez de agua o productos como las toallas higiénicas se puede recurrir para contener el sangrado a trapos u otros elementos sucios que pueden fomentar infecciones. Sin mencionar el riesgo sanitario que implica para toda la población no tener acceso a baños o baños limpios.

¿Qué hacer?

El objetivo de eliminar las desigualdades, como ha quedado expuesto, también tiene que ver con los desastres. En particular, tener en cuenta a las mujeres en la toma de decisiones, no solo para la atención de las emergencias, sino también en las estrategias de prevención es clave.

Derribar estereotipos, la gran deuda pendiente, contribuiría, por supuesto, a distribuir mejor las labores de cuidado en la sociedad y reconocerlas como lo que son: trabajo, con la dignificación que eso implica y la posibilidad de que las mujeres puedan participar más en otras esferas de la vida pública.

Ayudaría, además, a evitar situaciones como la que narra una publicación de la Deutsche Welle. Ayşe, una voluntaria en Hatay (Turquía), señala el impacto en el bienestar de las mujeres de que haya muy pocas voluntarias en medio del desastre: “Las mujeres no dicen lo que quieren [o necesitan], les da vergüenza. Sin embargo, si es una mujer la que está de guardia, le pueden pedir toallas y ropa interior. Todo es muy improvisado”.

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