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Hambruna en Gaza: así son los estándares que la definen y que EE. UU. desacredita

Los informes internacionales sobre inseguridad alimentaria en Gaza utilizan parámetros técnicos reconocidos en todo el mundo. Pero mientras los datos alertan de un escenario de hambruna, Washington y Tel Aviv los desacreditan, alegando motivaciones políticas.

Hugo Santiago Caro

28 de agosto de 2025 - 06:00 p. m.
Palestinos desplazados internos se reúnen frente a una cocina benéfica para recibir raciones limitadas en medio de la escasez de alimentos, en Khan Younis.
Foto: EFE - HAITHAM IMAD
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El viernes pasado, Naciones Unidas declaró oficialmente la hambruna en la Franja de Gaza tras 22 meses de ocupación israelí, luego de un informe de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC) que, sumado a la suficiente evidencia gráfica y documentada por medios de comunicación y organizaciones humanitarias, deja ver la gravedad de la situación humanitaria en el enclave.

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Además de la ONU, 13 de los 14 países miembros del Consejo de Seguridad del organismo respaldaron los hallazgos del informe, recalcando que “el uso del hambre como arma de guerra está claramente prohibido por el derecho internacional humanitario”. Solamente un país se negó a respaldar el informe y cuestionó su contenido pese a la evidencia factual: Estados Unidos.

Washington ha sido el único país que ha respaldado inequívocamente a Benjamin Netanyahu desde el inicio de la guerra tras el ataque de Hamás en octubre de 2023, y esta no fue la excepción. Dorothy Shea, la embajadora de EE. UU. ante el Consejo de Seguridad, defendió a Israel: “Desde el comienzo de la guerra en Gaza, Israel ha permitido que una cantidad sin precedentes de más de 2 millones de toneladas de ayuda fluya a la Franja de Gaza”.

Tel Aviv, como era de esperarse, también rechazó el informe y afirmó que la IPC estaba viciada y “trabajaba” para Hamás. “Israel exige a la IPC que se retracte inmediatamente de su informe con falsedades”, afirmó el director general del Ministerio de Relaciones Exteriores, Eden Bar Tal. Añadió que la organización está “politizada”.

Pese a estos matices, la ONU responsabilizó a Israel por su “obstrucción sistemática” de ayuda humanitaria para los gazatíes, de los cuales, según el informe, 500.000 se han visto afectados. Lo cierto es que las dos caras de la declaración tienen matices diferentes. La IPC, fuente de la que salen los criterios para la declaración de hambruna, se basa en informes de campo, estudios y cifras respaldadas por Naciones Unidas. Del otro lado, Tel Aviv y Washington manejan la discusión en canales netamente políticos. Entonces, es en este punto donde cabe la pregunta: ¿se puede discutir la existencia de una hambruna en Gaza?

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Los porcentajes

Franklin Frías, director general adjunto para México y Centroamérica de la organización Médicos Sin Fronteras, que también opera en la Franja, explicó a El Espectador que esta situación se da cuando más del 20 % de la población carece de alimentos de manera extrema.

“Implica que hay una tasa de mortalidad superior a dos personas por cada 10.000 al día. Para ponerlo un poco en contexto, para que se pueda visualizar: si se mueren dos personas por cada 10.000, en un estadio de fútbol con 100.000 personas, 20 personas dentro de ese estadio estarían muriendo cada día. Es decir, que al final del mes, 600 personas en un estadio de 100.000 se estarían muriendo por desnutrición en general”, explica Frías.

El médico cita además un informe de Food Security Phase Classification, que hizo una revisión de la situación de hambruna en Gaza, encontrando que el 32 % de la población está en riesgo de catástrofe. ¿Qué quiere decir? “Actualmente, existe un riesgo casi inminente de morir por desnutrición debido a la falta de alimentos. Alrededor de 1,1 millones de personas —más del 58 % de la población evaluada— se encuentran en fase de emergencia. Esta situación antecede a la fase de catástrofe, en la que la necesidad de recibir alimentos se vuelve absolutamente urgente. Además, cerca de 200.000 personas están en fase tres, considerada de crisis, lo que significa que prácticamente nadie cuenta con suficientes alimentos para sobrevivir”, cuenta.

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Los criterios para declarar hambruna en una persona

Según Frías, existen dos formas de desnutrición grave que el personal médico suele identificar a la hora de evaluar a un paciente, especialmente niños: marasmo y kwashiorkor. En el marasmo, el cuerpo se ve esquelético, sin grasa ni músculo, con una piel muy fina y frágil. En el kwashiorkor, en cambio, los niños presentan edemas e hinchazón en párpados, brazos y piernas debido a la falta de proteínas: los líquidos del cuerpo se filtran hacia los tejidos porque las venas y arterias ya no pueden retenerlos. Ambos cuadros clínicos suelen acompañarse de apatía, letargo y ausencia de llanto, porque los niños carecen de la energía mínima para moverse o expresarse.

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Esta fragilidad extrema también los vuelve altamente vulnerables a infecciones. El sistema inmune, que necesita proteínas, vitaminas y minerales para generar defensas, queda debilitado y cualquier resfriado, diarrea o herida puede volverse letal. En adultos, la desnutrición severa se traduce en delgadez extrema, anemia, alteraciones cognitivas y dificultad para concentrarse, junto con la misma susceptibilidad a enfermedades infecciosas. En todos los casos, la imagen clínica refleja la gravedad del hambre cuando ya no es una carencia pasajera, sino una condición que amenaza la vida misma.

La perspectiva de futuro

Frías concluye advirtiendo que, en el caso particular de los niños, el riesgo más grande es que esta condición puede traer consecuencias a futuro en materia de desarrollo cognitivo y retraso de crecimiento, con un riesgo de “no poder alcanzar el crecimiento físico que hubieran podido tener si hubieran tenido acceso a la alimentación correcta; físicamente van a ser más pequeños, con menos músculo”. Son consecuencias que impactarán directamente el futuro de los palestinos que sobrevivan a la catástrofe en la Franja de Gaza, que ya deja más de 62.000 muertos en casi dos años de guerra.

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Mientras Israel y Estados Unidos discuten en escenarios diplomáticos y políticos el relato sobre lo que ocurre en Gaza, en la práctica tanto Naciones Unidas como diferentes organizaciones humanitarias siguen condenando lo que ocurre día a día. Justamente este jueves, expertos en derechos humanos de la ONU condenaron lo que ocurre en los puntos de entrega de alimentos de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), la organización que respaldan Tel Aviv y Washington para repartir ayuda a los gazatíes.

En un informe, relataron como un “crimen atroz” las “desapariciones forzadas de palestinos hambrientos”. No mencionaron con nombre propio a las Fuerzas de Defensa Israelíes, pero dejaron dicho que estarían “directamente implicadas en las desapariciones forzadas de personas que buscan asistencia”.

“Usar la comida como herramienta para llevar a cabo desapariciones selectivas y masivas debe cesar inmediatamente”, agregaron, comparándolo con tortura. La GHF negó pruebas sobre desapariciones forzadas en torno a su operación. En este punto, la distancia entre los hechos y la narrativa diplomática revela la crudeza del momento: lo que se debate no es si hay hambre, sino si la comunidad internacional está dispuesta a reconocerlo y actuar, o limitarse a la condena sin consecuencias.

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Por Hugo Santiago Caro

Periodista de la sección Mundo de El Espectador. Actualmente cubre temas internacionales, con especial atención a derechos humanos, migración y política exterior.@HugoCaroJhcaro@elespectador.com
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