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Muy pocas personas recuerdan el estatus de refugiados de muchos palestinos alrededor del mundo. Ein el-Helwe, uno de los campamentos más antiguos y uno de los más importantes, se encuentra en Líbano, Medio Oriente, desde hace setenta años y su historia refleja el sufrimiento y olvido de esta población que hoy día lucha por existir.
Ein el-Helwe (“pozo de agua dulce” en árabe) está ubicado en la ciudad de Saida (más conocida como Sidón) al sur del Líbano, país en el cual también se encuentran importantes campos como Nahr el-Bared, Rashidieh, Burj el-Berejne y Burj el-Shemali. En el imaginario de la gente que desconoce el terreno persiste la idea de que los campamentos de refugiados son chozas, carpas o tiendas en el desierto. Todo lo contrario, hoy después de tantos años de existencia el campamento está compuesto por edificios aunque precariamente construidos y muchas estructuras de cemento que abarcan 1,5 kilómetros cuadrados.
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Para determinar su población hay complejidades. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Oriente Próximo (UNRWA) maneja la cifra de 54.116 refugiados registrados, pero, como es común en este tipo de escenarios, la cifra de los no registrados sumada a otros habitantes puede ascender al doble. Como sucede con otros campamentos en Líbano, estos constituyen una extensión de las ciudades, y aunque hay puestos de control (checkpoints) de seguridad del Ejército libanés a la entrada y salida del campo, hay una vida dinámica y fluida entre los habitantes del campo y Saida, incluso con la capital libanesa, Beirut, a solo una hora en autobús.
Su origen se remonta a 1948, año en el que ocurrió la catástrofe (al-Nakba), con la cual los árabes describen la creación del Estado de Israel en tierras palestinas, lo que provocó un éxodo de estos últimos a otros territorios. Los habitantes palestinos de las zonas norte de lo que ahora se llamaría Israel huyeron naturalmente más al norte (Líbano) y una de las primeras ciudades que encontraron fue Saida.
Allí la Cruz Roja Internacional ayudó a elaborar un precario campo de refugiados, este sí con casas de campaña, con la idea de que su estancia sería solo temporal. Hacia 1952 la UNRWA tomó el control del campo y desde entonces se encarga de la infraestructura, educación y otras tareas administrativas.
El campo ha pasado por momentos difíciles. Por ejemplo, en 1982, cuando en Líbano se vivía un difícil contexto histórico, dos terceras partes del campo fueron destruidas por el Ejército israelí. Algunos habitantes cuentan que la intención a futuro era construir un estadio de fútbol sobre las ruinas de las viviendas; sin embargo la vida le dio otra oportunidad a sus habitantes y en la fase de reconstrucción la mano de la mujer palestina fue protagonista.
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La vida en el campamento, gracias a diferentes subsidios, es más barata que incluso en la vecina Saida o en Beirut, por lo que algunos libaneses de escasos recursos económicos decidieron mudarse allí. La administración corre a cargo de los llamados Comités Populares, además de la ayuda constante de la UNRWA, donaciones y proyectos, especialmente de países europeos.
Dentro del campo, los habitantes no se quedan en la pena y el dolor, sino que se encuentra una vida muy activa y muchas ONG trabajando. Una de ellas es Nuwat (Centro de Solidaridad Social), establecido en 2004. En palabras de uno de sus fundadores, Adel Abu Salem, el centro busca “ayudar en su máxima expresión a la comunidad, especialmente a los jóvenes y a las mujeres. Para el centro, es importante propender por la igualdad entre géneros y además busca relacionarlos con las necesidades del campamento y en últimas con la causa palestina. Para nosotros, el campamento es la base del derecho al retorno y regreso a Palestina”.
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El centro no solo ha contribuido a la formación, ayuda y educación de palestinos, sino que también hacia 2011, a causa de la guerra en Siria, decidió ayudar durante los años más difíciles a los refugiados sirios, algunos provenientes del campo del Yarmok que huían de la violencia. Su estrategia es establecer centros en todo Líbano y es muy importante anotar que los refugiados palestinos no responsabilizan al Líbano por su situación, sino directamente a Israel.
Hoy el campamento sufre varios problemas, entre los que se encuentra la tasa de 66 % de desempleo, los cortes frecuentes de electricidad y algunas situaciones de inseguridad debido a la presencia de grupos armados. Sin embargo, la reciente culminación de la construcción de un muro de concreto alrededor del campo por parte del ejército libanes, con la clara intensión de contener la expansión del campamento, ha empeorado el acceso y la salida de sus habitantes. A pesar de esto, el campamento y los refugiados luchan día a día por subsistir y siempre con el anhelo, generación tras generación, de algún día dejar de ser refugiados y regresar a su tierra.
*El Colegio de México.