El hambre es una forma barata, silenciosa y brutal de matar, escribió Ahmed Moor en una columna de opinión en The Guardian: “Además de económica, es poco ruidosa (...). No hay cráteres de bombas, ni niños ni periodistas quemados. Solo hay cadáveres demacrados”. Eso, escribió él, es lo que está haciendo Israel en la Franja de Gaza. Casi año y medio después del inicio del asedio contra el enclave, los cálculos apuntan a que 2,1 millones de personas, es decir, la totalidad de la población, se enfrentan a una inseguridad alimentaria aguda. Además, cerca de medio millón de individuos estarán en una situación catastrófica de hambre extrema de aquí a septiembre si no se logra un alto al fuego y el fin del bloqueo sobre el territorio palestino.
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Si bien el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció que dejará pasar algo de alimento a Gaza, eso es insuficiente ante la magnitud de la crisis. “Es una gota en el océano de lo que se necesita con urgencia”, aseguró el lunes el coordinador de Asuntos Humanitarios y de Alivio de Emergencias de la ONU, Tom Fletcher, luego de dar a conocer que Israel autorizó ese día el ingreso de nueve camiones de ayuda a través del cruce de Keren Shalom, después de 11 semanas de un bloqueo total. En palabras de Netanyahu, quien aseguró que las fuerzas israelíes se tomarán todo el enclave, “tenemos que actuar para que no nos detengan. No debemos dejar que la población caiga en la hambruna, ni por razones prácticas ni diplomáticas”.
A lo largo de estos meses el gobierno israelí no ha aceptado públicamente el riesgo que ha traído la escasez de alimentos en suelo gazatí, pero eso ya levantó alertas incluso a nivel interno, además de algunas divisiones. El periódico The New York Times informó apenas hace unos días que algunos funcionarios militares les advirtieron a sus comandantes que, a menos de que se levante rápidamente el bloqueo, muchas zonas de la Franja se quedarán sin alimentos suficientes para cubrir las necesidades nutricionales diarias mínimas.
Eso, por un lado, demostró que hay una brecha entre las posturas públicas y privadas de Israel, pero, por el otro, reforzó lo dicho por diversas organizaciones, en un contexto en el que la mayoría de las panaderías y de los comedores en Gaza han cerrado y en el que el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas aseguró haberse quedado sin reservas. Ni el ejército ni el Ministerio de Defensa israelíes comentaron algo acerca de dichos pronunciamientos realizados bajo anonimato, pero se cree que la postura revelada a inicios de esta semana por Netanyahu mostró una necesidad de responder a las diversas presiones a su alrededor, más que una determinación para actuar bajo principios humanitarios. De hecho, su ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, aseguró que dejar entrar alimento constituía un error: “Cualquier ayuda alimentará a Hamás y le dará oxígeno, mientras nuestros rehenes se consumen en los túneles”.
En el enclave palestino no hay distinción entre combatientes y no combatientes. Se trata de un castigo colectivo, aseguró Manuel Camilo González, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Javeriana: “Existe una asociación perversa y nefasta acerca de que todos en Gaza comulgan o están asociados a Hamás. Como la idea es eliminar al grupo, no basta con sacar al pez, sino que hay que sacar el agua también”. Lo que quiere Israel, de acuerdo con el análisis del docente, es despoblar y recolonizar el territorio. En medio de ello, “una bomba es parte del paisaje de la guerra, pero la hambruna, que no solo ataca al adversario, sino a su entorno, surge cuando hay algo de impotencia en alguno de los dos bandos”. Si bien el profesor comentó que privar de alimento a una población es un arma silenciosa y hasta económica, también reconoció que es costosa a nivel reputacional: “Es usar el elemento base de subsistencia para, literalmente, liquidar al otro”.
En paralelo, las fuerzas israelíes emitieron una orden de evacuación en Jan Yunis y otras zonas del sur de Gaza, ante lo que se espera que sea un “ataque sin precedentes para destruir las capacidades de las organizaciones terroristas”. Esto se sumó al llamado que emitieron un día antes para las zonas del centro del enclave. Todo esto, según González, responde a un mismo discurso: exiliar a Hamás de la Franja de Gaza, apostando por el asedio y el desplazamiento de los gazatíes hacia otros territorios, incluso hacia otros países, como Jordania y Egipto, que se han negado a recibirlos. Incluso, la cadena NBC News informó hace poco que el gobierno estadounidense está evaluando la posibilidad de asentar a un millón de palestinos de forma permanente en Libia, aunque un portavoz del Ejecutivo lo negó.
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