El secretario estadounidense de Estado, Mike Pompeo, respaldó este miércoles los llamados al cese el fuego en Libia y demandó a las partes enfrentadas a alejarse de Rusia y preservar el petróleo del país.
Pompeo saludó la “muy positiva decisión” del Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA) de Fayez al-Sarraj, reconocido por la ONU, y las fuerzas del mariscal Khalifa Haftar, hombre fuerte del este libio de reanudar las conversaciones con la Organización de Naciones Unidas para llegar a un alto al fuego. Pero el GNA espera reconquistar la estratégica ciudad de Sirte; que es la puerta de entrada a los campos petroleros libios.
“Se precisan ahora negociaciones rápidas y de buena fe para implementar un cese del fuego y reiniciar el diálogo entre los libios promovido por la ONU”, dijo Pompeo a periodistas poco después de que líderes europeos respaldaron una tregua. “Es el momento para que los libios de ambas partes actúen de forma tal que ni Rusia ni otro país pueda interferir en la soberanía de Libia para beneficio propio”, agregó.
Pompeo afirmó que “poner a Libia en camino hacia la recuperación económica significa preservar sus instalaciones petroleras”. La Compañía Nacional de Petróleo reanudó el domingo la producción en dos campos, incluido el mayor del país y del que fueron desalojadas las fuerzas de Haftar.
Un informe de la ONU indicó que Haftar tenía el apoyo de mercenarios rusos. Washington sostuvo que el sofisticado equipamiento utilizado solo podría provenir de Moscú.
Aunque Washington se opone a la ofensiva de Haftar, no ha respaldado el Gobierno de Acuerdo Nacional que cuenta con la asistencia militar de Turquía. Sin embargo, el presidente Donald Trump lanzó el año pasado mensajes confusos al elogiar a Haftar, que tiene el apoyo de Arabia Saudí y Emiratos Arabes; dos países que, a su vez son aliados de Washington. Por otro lado, Estados Unidos ha sido enfático en sus críticas hacia el gobierno ruso por su postura en Libia.
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Una partida de billar a varias bandas
La guerra civil en Libia despertó intereses de otras potencias, según sus conveniencias. Catar está junto a Ankara asistiendo a Sarraj, en tanto Egipto, Emiratos y Francia --con menos ímpetu-- apoyan a Haftar.
Tanto Rusia como Turquía son pesos pesados en Libia, pero no pueden mover pieza sin contar con sus aliados. Moscú y Ankara finalmente son quienes controlan algunas claves esenciales para determinar el destino de un país sumido en el caos desde la caída de Muamar Gadafi, en 2011.
"Rusia y Turquía aparecen como los actores militarmente más comprometidos, junto a sus respectivos aliados", señala Pierre Razoux, del instituto de investigación estratégica de la Escuela Militar de París.
Aunque ambos son rivales en el conflicto libio apoyando a facciones opuestas, podrían encontrar un terreno común en una partida de billar a varias bandas.
"No los denominaría 'hacedores de reyes', puesto que otros actores podrían alterar un acuerdo bilateral, pero poseen las mejores palancas políticas", afirma Emad Badi, experto sobre Libia en el Consejo atlántico. "Pero, podrían sabotear una solución política si consideran que no satisface sus intereses", añade.
Moscú se interesa por los hidrocarburos libios y no vería con malos ojos tener una potencia amiga en la margen oriental del Mediterráneo. Mercenarios de la empresa privada Wagner, considerada cercana a Vladimir Putin, aunque éste lo niega, están involucrados en los combates.
Pero, "Moscú no tiene objetivos napoleónicos en Libia. No hay que exagerar su importancia para la política exterior de Rusia", señala Alexander Kachenko, investigador del Instituto de África de la Academia de ciencias rusa.
En cambio, Ankara apuesta más fuerte, en un territorio que fue otomano hasta 1912. Turquía ha provisto al GNA sobre todo aviones y mercenarios sirios, lo que permitió a Sarraj dar vuelta el equilibrio de poder.
"Ankara tiene vínculos históricos con Libia y ha invertidos miles de millones de dólares en proyectos de infraestructuraa", dice el analista político Ali Bakeer, en la capital turca.
Una sólida influencia en Libia "fortalecería la posición de Ankara en otras cuestiones regionales y le permitiría proyectarse de manera más eficaz fuera de su esfera inmediata", añade.
Esto incluye, entre otros, asuntos tan cruciales como compartir zonas petroleras en el este del Mediterráneo, Siria o las migraciones hacia Europa.
Varios observadores subrayan al respecto la "arrogancia" de Recep Tayyip Erdogan hacia el exterior. El presidente turco es ambicioso y frío con los europeos.
Y se presume que busca promover en Trípoli un régimen apoyado en un islam rigorista, cercano a los Hermanos Musulmanes, influyente cofradía de la cual Sarraj sería aliado.
Pero algunos expertos también afirman que ni Moscú ni Ankara tienen el menor interés en enfrentarse demasiado directamente. “Pueden encontrar un terreno de entendimiento tanto política como militarmente, determinando sus esferas de influencia”, señala Emad Badi.
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