“Estamos explorando algo nuevo, necesitamos un mapa”: Jorge Galindo, sociólogo

Este experto español del comportamiento social explica por qué los datos sobre muertos y casos de contagio por COVID-19 son tan difíciles de retratar. ¿A qué nos estamos enfrentando?

Camilo Gómez Forero / @camilogomez8
29 de abril de 2020 - 02:03 a. m.
España es uno de los países más golpeados por la pandemia: 23.822 muertos.  / AFP
España es uno de los países más golpeados por la pandemia: 23.822 muertos. / AFP

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Siempre es difícil contar tanto las víctimas mortales como los contagiados en una epidemia, por varias razones. La epidemia está en marcha, entonces estás intentando hacer una fotografía a un objeto en movimiento que además se mueve muy rápido. Dos, cuando es un virus nuevo que provoca una enfermedad nueva no tienes las herramientas disponibles, ni perfectas ni accesibles, para que todo el mundo lo examine. Y es posible que la demanda de test supere a la oferta. Además, cuando es una epidemia causada por un virus que genera una enfermedad respiratoria, normalmente lo que pasa es que la variedad de síntomas es grande, se parece a otras enfermedades que ya existen y además se contagia muy rápido. Todo eso hace más difícil medir la foto en movimiento.

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¿En qué inciden estos cambios en el desarrollo del trabajo de los gobiernos para afrontar la crisis?

Cuando sabes que hay una epidemia en un lugar que no es tu país, y puede llegar a tus fronteras, lo que haces es que activas tu sistema de vigilancia epidemiológica. Ese sistema no es perfecto y es más o menos potente o capaz según las capacidades de tu país. Y es posible en cualquier caso que te entren casos y no los detectes. Si los detectas a posteriori lo único que te muestra es algo que esperabas que sucediera, así que deberías adaptar la política a esos datos que ahora dispones, asumiendo, por tanto, que los grados y el potencial de contagio son mayores de lo que estaba sucediendo, porque tienes el virus circulando probablemente antes de lo que pensabas. Un caso extremo podría ser Ecuador, donde probablemente lo que sucedió fue que su sistema de vigilancia no detectó el caso cuando entró y por eso el contagio fue más rápido. Podríamos decir que es importante detectar el virus lo más pronto posible, y que si te das cuenta de que lo has detectado tarde le des un plus más a tu política de protección.

¿Cómo puede afectar el autoritarismo y la censura la labor de los epidemiólogos y bueno, al enfrentamiento del resto de gobiernos del mundo con la pandemia?

Efectivamente en aquellos países donde no hay democracia, y por tanto el gobierno no está sujeto a la responsabilidad de sus ciudadanos, a la rendición de cuentas, esto hace que los datos sean poco fiables. Es sobre todo un recordatorio de que ante problemas nuevos y complejos con los que nadie tiene una solución rápida las sociedades abiertas, donde el conocimiento circula más libremente, funcionan mejor en la propuesta de soluciones frente a las cerradas.

Porque aunque en estas últimas pueda parecer que hay una ventaja en la coordinación desde arriba en las acciones a tomar, en realidad aquí no necesitas coordinación, necesitas antes que nada respuestas y esas solo se pueden producir con información cruzada y con pensamiento respondido desde varios sitios, de manera que la circulación normal de la crítica, como sucede en la ciencia, en la cual los resultados que presentas siempre están sujetos a la revisión de tus pares y acaban por producir soluciones con efectos más duraderos y mejores a largo plazo. En un contexto autoritario esto es casi imposible, y lo que suele pasar es que los intentos de censura y minimización de ciertas crisis acaban teniendo resultados contraproducentes como probablemente sucedió en China.

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En Latinoamérica la cosa parece ir menos grave que en Europa o EE. UU. ¿Cuál es su teoría?

Es algo de comportamiento. Aquí las medidas se tomaron antes en la curva de contagio respecto a Europa, y además la gente, por los datos que nos comparten Google, Waze y Apple sobre el uso de sus teléfonos móviles, se quedó en casa incluso antes de que se tomaran las medidas de cuarentena. Este es el candidato más probable para explicar la menor velocidad de la curva en Latinoamérica. Si esto es así, lo que se deduce es que la región no tiene ninguna suerte especial, sino que se comportó de manera preventiva con más eficacia y rapidez. Podríamos entender que si ese comportamiento cambia y las cuarentenas se levantan demasiado rápido, el beneficio desaparecería, y pasaríamos a tener una curva tan inclinada o más inclinada que nuestros vecinos del hemisferio occidental.

¿Cuál es el dato que más lo ha sorprendido en su estudio sobre la pandemia?

Más que destacar un dato lo que me sorprende es lo mucho que se puede hacer con datos, incluso en un contexto de alta incertidumbre. Porque sabemos que los casos detectados que tenemos no muestran ni de cerca la totalidad de la pandemia. Sabemos que las muertes que estamos detectando no son todas, aunque son más ajustadas que los casos. Sabemos que no sabemos cuál es la letalidad del virus, tampoco cuál es su tasa real de contagio. Pero a pesar de no saber todo eso podemos estimar razonablemente muchos de los aspectos clave para tomar decisiones. Entonces, esta reconciliación con la incertidumbre no es un dato en sí mismo, pero creo que es lo que más me ha sorprendido positivamente de estar manejando las cifras de la pandemia.

También hay mucha desconfianza sobre las notificaciones de datos de casos y muertos. ¿Cuál puede ser la razón?

Esto tiene que ver más con la pérdida de legitimidad de las instituciones políticas y democráticas en los últimos años y décadas. Los gobiernos harían bien en acercarse de manera sincera a científicos y médicos que pueden estimar mucho mejor el número de casos. Por supuesto, no digo que los científicos deban sustituir las decisiones de los políticos electos. Jamás. Un político electo es quien debe tomar las decisiones. Ahora bien, este debe contar con la mejor información disponible para ofrecerla a su electorado, y para esto lo mejor que puede hacer es acercarse a los expertos en el tema. Pero de un lado, cierto escepticismo es sano. Todos los gobiernos asumen que están infracontando y que una cosa son los detectados y otros son los probables.

Esa desconfianza ha sido aprovechada por líderes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, y ha llevado a muchas personas a la calle a protestar contra la cuarentena. ¿Qué hay detrás de las protestas para reactivar la economía?

Por un lado, está el hecho de si hay un dilema o no entre economía y salud. La primera vez que te lo dicen te parece intuitivo que existe ese dilema, pero cuando te pones a mirar un poco te das cuenta que el dilema en sí es falso porque al fin y al cabo en un mundo de cuarentena total continua, durante muchos años, sin duda alguna habría daños a la seguridad alimentaria y salud de las personas, y en un mundo de libertad absoluta para el virus también habría daño a la economía, y lo habría porque el virus camparía a sus anchas, colapsarían los sistemas de salud, los hogares se verían desplazados y los agentes económicos no podrían crear perspectivas y las expectativas se irían al piso.

Estos dos mundos extremos están en la mente, tanto de los expertos económicos como de los sanitarios a la hora de buscar el equilibrio en la mezcla de políticas más razonables. Todo el mundo está teniendo en cuenta los costos a ambos lados y los costos son de doble vía. Por otro lado, está la cuestión de la desconfianza en los datos y cómo estos líderes se aprovechan de ello. Pero yo creo que aquí lo que está actuando son los sesgos, pero estos tienen límites; incluso, los que son muy hábiles usando este tipo de sesgos se han dado cuenta de que hay límites porque este es un problema que es difícil de ignorar, sobre todo cuando el contagio adquiere ciertas dimensiones, y así es difícil mantener la ilusión de que existe una compensación directa entre economía y salud, porque te das cuenta de que cuando el contagio se vuelve masivo no solo se daña la salud, sino también la economía, y te das cuenta de que si pasas a una apertura completa la gente va a tener miedo después de todo lo que ha visto.

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¿Qué deberíamos entender con mayor claridad los ciudadanos sobre las lecturas que hacen los expertos sobre los datos?

Que estamos trabajando en reducir la incertidumbre al máximo, pero siendo conscientes de cuáles son nuestros límites en cada momento. Estamos viendo solo una parte del problema, por lo que intentamos ampliar la parte que vemos, es decir, que estamos tratando de sofisticar nuestros modelos de estimación y de proyección para hacerlos funcionar como linternas que nos iluminen los rincones más oscuros, pero es un trabajo que nos llevará tiempo, al menos todo este año. Los ciudadanos debemos entender que los expertos están un paso por delante de nosotros en ese proceso de iluminación de rincones oscuros, pero es solo un paso por delante, no nos están esperando en la meta.

¿Cuál es la necesidad más urgente para el mundo? Habla de un mapa…

La metáfora del mapa funciona muy bien en este sentido. Somos exploradores ante un problema nuevo y de un universo con unos confines no claramente delimitados. Lo estamos explorando entre todos, y cada uno puede aportar unas herramientas o bien para iluminar partes del mapa que no vemos o bien para sortear dificultades que nos vamos encontrando en el camino. Creo que debemos mantenernos un poco en esta metáfora de los exploradores que van en un territorio que no conocen y van construyendo un mapa y se van tratando de mover en torno a él. Así que expliquemos ese mapa en la medida de lo posible. Si ahora la pregunta es cómo pasamos los siguientes meses después de la primera cuarentena, pues entonces esa es la siguiente fase dentro del mapa, vamos a hacer probablemente una cordillera de contagios de brotes del virus que tenemos que tratar que sea lo más suave posible y tenemos que escoger cuáles son las rutas que nos van a llevar por esos senderos que sortean las junglas más escarpadas.

Eso se concreta cuando lleguemos a x número de personas en la UCI, entonces tenemos que introducir esta serie de medidas, o cuando veamos que tenemos un brote de tal tamaño en tal sitio, entonces ese sitio tiene que someterse a determinada política y los ciudadanos tendrán que estar asegurados en ese sentido; en la parte sanitaria, en alimentación, seguridad económica y demás. Tendremos que reconstruir el mapa, o nos vamos a sentir perdidos durante todo este año que viene.

¿Cómo ha visto el cubrimiento de los medios sobre este tema? En particular en Colombia, España, y bueno, Estados Unidos.

Yo soy bastante optimista, no soy iluso, pero sí más optimista que pesimista respecto a la cobertura y al debate público en torno a la pandemia. Hace tres meses nadie sabía lo que era una curva de contagio y ahora una gran parte de la población lo sabemos. Tampoco sabíamos que la letalidad del virus no se podía calcular simplemente dividiendo muertos entre casos, ahora lo sabemos. No éramos tan conscientes de la utilidad de las mascarillas o de la importancia de lavarnos las manos, ahora lo sabemos. Creo que hay una ampliación del rango de conocimientos y del alcance de estos en las distintas capas de la sociedad que me permiten ser un poco más optimista que pesimista. Esto sin negar todos los problemas que han existido y seguirán existiendo. Todos los sesgos cognitivos seguirán existiendo, el partidismo seguirá existiendo, la prisa de los periodistas por sacar una información antes que sus rivales o las presiones que hay en el entorno de comunicación y de competencia por la información en redes seguirá existiendo, pero creo que estamos en capacidad de aprovechar la situación, si es que se puede, para tratar de calibrar mejor cómo sortear estos problemas. Y existen indicios de que hay cosas que estamos haciendo bien.

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Por Camilo Gómez Forero / @camilogomez8

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