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Desde que Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos en 2016, el término “fake news” se ha popularizado en todo el mundo. La icónica frase del mandatario le ha servido para desacreditar a sus adversarios y minar la confianza de la ciudadanía en la prensa local, que, como es su deber, no descansa ni un día en investigar las acciones de su gobierno. Ante la presión de las investigaciones, Trump no tardó en elevar su discurso. Pasó de desestimar las noticias que afectaban su imagen a catalogar a los periodistas -que estaban en su contra- como “enemigos del pueblo”. Esto le ha servido a él para mantener su base política y electoral, y para desviar la atención sobre las controversias de su administración. Y no es el único que ha usado esta estrategia. Lea también: Trump ataca a CNN y pide boicotear a sus propietarios
“He notado que hay más personas declarando fake news. Incluso en otros países. Creo que puedo atribuirme el término. Yo diría que fui yo quien comenzó a usarlo”, dijo el presidente en una entrevista con The New York Times en febrero.
La retórica de Trump ha animado a líderes de todo el planeta a hacer eco del término “fake news” y a desacreditar al periodismo cuando este no los favorece. Desde Brasil hasta Filipinas, sin importar si son gobiernos de derecha o izquierda, políticos como Jair Bolsonaro, Nicolás Maduro, Rodrigo Duterte o Najib Razak, han usado la estrategia Trump para atacar a los medios. Y no es una técnica que usen solo los políticos, pues empresarios, artistas y hasta dirigentes deportivos la han jugado. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, indicó en 2017 que las críticas a su liderazgo y a su administración estaban basadas en “fake news”. “El ataque a la FIFA se ha convertido en un deporte nacional en algunos países”, dijo Infantino.
Hay que recalcar que esa desacreditación al periodismo no se concentró en los medios locales de cada país, sino que dio un saltó a las firmas internacionales. Para no ir tan lejos, senadores y líderes de opinión colombianos ligados al partido Centro Democrático del presidente Iván Duque, condenaron un artículo del periodista Nicholas Casey de The New York Times en el que se señaló que se había dado una orden para aumentar los resultados militares en el país, recordando los oscuros días de los llamados “falsos positivos” en Colombia. Lea también: Por acusaciones de María Fernanda Cabal, periodista de The New York Times sale del país
“Casey pertenece a esa élite de izquierda que es más activista que periodista…yo he sido una defensora a ultranza de la libertad de expresión. Pero, lo que sucede aquí es que yo he reconocido un tinglado que les aplican a los gobiernos cuando la izquierda se siente incómoda”, dijo la senadora María Fernanda Cabal sobre el artículo, quien además añadió que “The New York Times es el rey de las fake news”. Las críticas fueron acérrimas, y llevaron al periodista Casey a salir del país. El gobierno de Duque quedó tan disgustado con la publicación que su canciller, Carlos Holmes Trujillo, tuvo que viajar a reunirse con los representantes del diario neoyorquino para aclarar la situación. Pero hay más casos.
El ex primer ministro de Malasia, Najib Razak, se vio involucrado en un escándalo de corrupción luego de que millones de dólares del fondo de inversión del Estado desaparecieron. The Wall Street Journal publicó que “investigadores creían que el dinero entró a las cuentas del mandatario”. Razak dijo que las acusaciones, incluidas las de “un reconocido periódico extranjero”, eran “fake news”. Sin embargo, en septiembre de 2018, Najib Razek fue arrestado por corrupción. Esta semana se mostró “sorprendido y molesto” porque el dinero perdido apareció en sus cuentas. Según él, no sabía nada. El caso sigue en investigación.
El gobierno de Nicolás Maduro es otro de los que ha usado el término frecuentemente para desacreditar las noticias. El ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, calificó de “fake news” la información que habla de la crisis migratoria. El círculo de Maduro sostiene que no hay una crisis, y que solo se trata de una “campaña de la derecha y de los medios” por desprestigiar su liderazgo y al chavismo. Un discurso que sus seguidores se encargan de difundir.
Continuando con la izquierda, el partido Vox de España ha adoptado otra de las estrategias de Trump contra los medios respecto a las fake news: dejó de atender las peticiones de información de los canales más críticos. La explicación de la dirección de comunicación de Vox es que esta medida se tomó para evitar que “algunos medios de manera intencionada traten de tergiversar sus palabras”. Que la fuente oficial no les proporcione datos requeridos a los periodistas es una derrota para la transparencia y para la comunicación.
Con sus declaraciones, Trump ha legitimado los ataques contra los medios de comunicación en el planeta, y su camino lo han seguido países como Rusia, China, Turquía y Hungría. “No solo habla de fake news, sino que ataca a los medios con fake news, y eso atenta la libertad de prensa. Como el líder de un país tradicionalmente defensor de los derechos humanos, eso es muy serio, y por supuesto tiene un mayor impacto global”, dice Marietje Schaake, política holandesa enfocada en derechos humanos. Los gobiernos más autoritarios son quienes más ha gusto se sienten con la retórica ofensiva. “Con Trump en el poder, nadie habla de derechos humanos. Eso permite que líderes como Rodrigo Duterte tengan mayor maniobra para ignorar las normas democráticas. Ambos, Trump y Duterte, se ven a sí mismos como víctimas de las fake news”, agrega Richard Javad Heydrian, politólogo de la Universidad de La Salle en Manila, al New York Times.
Trump ha dicho que quiere ser, como otros presidentes, un defensor de la prensa libre. Lo cierto es que, para él, una buena prensa es aquella que lo trata bien y no lo ataca. “Fox News me trata muy bien, pero NBC es terrible y el New York Times me trata de manera increíblemente terrible”, dice. Otros líderes pueden pensar igual. De hecho, es preocupante ver cómo políticos adoptan leyes contra las “fake news”, pero no buscando el beneficio del pueblo y de la información transparente sino su propio beneficio para defenderse de la crítica que pueda surgir contra ellos.
En Egipto se penalizan las fake news, además se declaró a cualquier cuenta de redes sociales con más de 5.000 seguidores como un medio de comunicación y se ha detenido a periodistas por cargos de difundir noticias falsas. Con ello se tiene un claro control sobre la información.
En Vietnam suspendieron el sitio de noticias Tuoi Tre luego de acusaciones de noticias falsas. Bielorrusia, por su parte, cambió sus leyes para procesar a los ciudadanos sospechosos de difundir noticias falsas. En Kazajistán, las autoridades allanaron las oficinas de Forbes por preocupaciones de difamación. Y en Rusia, el gobierno puede bloquear sitios web que publican información difamatoria contra Vladimir Putin.
"Resulta profundamente preocupante que el presidente estadounidense piense que las leyes que incluyen penas de cárcel para periodistas sobre la base de "noticias falsas" o alguna variación de la noción de información falsa son una buena cosa cuando el objetivo claro es impedir el trabajo del periodismo de investigación e impedir que los que están en el poder rindan cuentas”, dice Marguaz Ewen, director ejecutivo de Reporteros sin Fronteras de América del Norte.
Trump despertó en el público aborrecimiento hacia la prensa, algo que ningún otro político había conseguido con tanta eficacia. “Nunca consideré que las noticias fueran falsas hasta que Trump se convirtió en presidente. No le dan el crédito suficiente, aunque nuestro país esté en la mejor condición posible”, dice Jean Feaser a la cadena PBS, una seguidora del republicano. Con su gobierno “hay un daño significativo a la credibilidad de Estados Unidos como defensor de los derechos humanos y los principios democráticos, del cual la libertad de prensa es uno de sus pilares”, agrega Schaake.