John Paul Stevens o la virtud judicial de la resiliencia
EL JUEZ RETIRADO de la Corte Suprema de EE. UU., quien murió esta semana a los 99 años, dejó su huella en temas tan relevantes como los derechos homosexuales.
Santiago Pardo Rodríguez*
John Paul Stevens, exjuez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, quien falleció esta semana a los 99 años, aprendió desde muy joven que las respuestas se construyen, no se imponen. Como un joven estudiante de Derecho en la Chicago de la posguerra, el juez Stevens encontró en las clases de Nathaniel Nathanson, legendario profesor de derecho constitucional de la Escuela de Derecho de la Universidad Northwestern, el mejor ejemplo de lo que un juez virtuoso debe ser: construir desde la resistencia de la solitaria, pero constructiva, diferencia.
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John Paul Stevens, exjuez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, quien falleció esta semana a los 99 años, aprendió desde muy joven que las respuestas se construyen, no se imponen. Como un joven estudiante de Derecho en la Chicago de la posguerra, el juez Stevens encontró en las clases de Nathaniel Nathanson, legendario profesor de derecho constitucional de la Escuela de Derecho de la Universidad Northwestern, el mejor ejemplo de lo que un juez virtuoso debe ser: construir desde la resistencia de la solitaria, pero constructiva, diferencia.
Como testigo de excepción de las grandes transformaciones judiciales de los últimos ochenta años en Estados Unidos, el trabajo del juez Stevens es un testamento a la constancia que requiere el acto de convencer. La vida de la Corte Suprema y del juez Stevens se empezaron a cruzar en 1946. Stevens, recién graduado de la universidad, se convirtió en auxiliar del juez Wiley Rutledge, con quien tuvo su primera lección de resiliencia judicial.
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Para esa época, el juez Rutledge salvó el voto en el caso Ahrens vs. Clark, en donde la mayoría de la Corte aceptó que el derecho de toda persona que es detenida a presentarse ante un juez para determinar si su detención es justificada no aplicaba para prisioneros de guerra alemanes que se encontraban detenidos en la Isla Ellis en Nueva York. En 1973, la Corte revocó ese precedente y adoptó como mayoritario el salvamento de voto que Rutledge redactó a cuatro manos con su entonces joven asistente Stevens.
Pero esa no sería la última vez en la que el juez Stevens optó por el estoicismo de quien prefiere defender una posición minoritaria. Ya como juez de la Corte Suprema —fue nominado en 1975 por el presidente republicano Gerald Ford—, Stevens no se guardó ninguna discrepancia con sus colegas. A diferencia de Byron White, su contemporáneo en la Corte, quien dijo preferir llevarse a la tumba sus disensos antes que abstenerse de unirse a la mayoría, la larga etapa en la que Stevens fue juez —36 años, el tercer período más largo en la historia del Tribunal— le permitió ver cómo muchos de sus disensos iniciales, con el paso del tiempo, fueron adoptados como precedentes vinculantes por la mayoría de sus colegas. Tal vez los dos casos que mejor representan el valor de esta resistencia silenciosa son Bowers vs. Hardwick y Rasul vs. Bush.
El caso Bowers fue una decisión de 1986, en donde la mayoría de la Corte declaró que las leyes del estado de Georgia que criminalizaban las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo eran constitucionales. Stevens votó contra la mayoría, y su salvamento de voto se sustentó en dos argumentos: primero, que la mayoría considere que una práctica es anormal no es una razón suficiente para proteger leyes que prohíben dicha práctica, y dos, las decisiones individuales de una pareja en relación con su vida sexual son parte de las libertades propias del derecho a la privacidad. En el 2003, la Corte cambió su precedente y adoptó en el caso Lawrence vs. Texas la posición que veinte años antes defendió Stevens desde la minoría. Desde entonces, las leyes que penalizaban las relaciones sexuales entre parejas del mismo sexo son inconstitucionales en todo Estados Unidos.
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Aun más, cuando la Corte reconoció en el 2015 el derecho de estas parejas a casarse, el disenso del caso Bowers fue citado por el Tribunal como un referente importante.
Por otra parte, el caso Rasul se ocupó de abordar el mismo problema que el joven auxiliar Stevens enfrentó con su jefe, el juez Rutledge, en 1946. En ese momento, el gobierno del presidente Bush determinó que los presos que se encontraban en la base naval de Guantánamo acusados de terrorismo eran “enemigos combatientes”, pues la soberanía de Estados Unidos no se extendía a esa instalación militar. Todo, con el fin de evitar que se aplicaran las garantías judiciales a las que todo prisionero de guerra tiene derecho. En su sentencia, la Corte, liderada por el juez Stevens y la posición que defendió 57 años antes, encontró que el derecho a cuestionar esa detención era general y absoluto, por lo que esos presos tenían el derecho de llevar sus casos a la corte federal para determinar si la misma era constitucional o no.
El juez Stevens dedicó su vida a la defensa de posiciones visionarias que, a pesar de que llegaron antes de su tiempo, demostraron ser acertadas y valiosas. Incluso, a pesar de su avanzada edad y ya por fuera del Tribunal, se dedicó a promover causas “perdidas”, como la derogatoria de la Segunda Enmienda de la Constitución de los EE. UU., que garantiza el derecho a portar armas. Por eso, la virtud del juez Stevens es la esencia de su legado: la voluntad y visión de la resiliencia judicial.
s-pardo@uniandes.edu.co