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Las protestas sociales son un fenómeno de estudio desde hace años. Su espontaneidad, su forma de organización, lo que representa para una sociedad ha sido tenido en cuenta por muchos teóricos en sus ensayos e investigaciones. Durante los últimos meses, sin embargo, las concentraciones sociales se han presentado al mismo tiempo en diferentes partes del mundo y la mayoría han sido cuestionadas o por los disturbios o por los abusos policiales. Basta ver los últimos acontecimientos en Bogotá, Estados Unidos, Chile, Brasil, Bielorrusia, y Francia.
La manifestación en sí dice mucho más de lo que parece. Son cuerpos reunidos que se expresan algo solo por ocupar el espacio público, denunciando una precariedad sistémica por parte de los estados, que poco a poco se ven incapaces no solo de satisfaces de forma igualitaria las necesidades de sus ciudadanos, sino de preservar lazos de solidaridad y el espíritu ético de interdependencia social que para algunos teóricos debería existir. Eso sí, casos de protesta en los que se haya logrado superar al aparato policial existen, y son un ejemplo que podría ser tomado en cuenta a futuro.
Judith Butler afirma en sus escritos que desde la masiva ocupación de la paza Tahrir, El Cairo, en el invierno de 2010, “investigadores y activistas se han interesado cada vez más por la forma y los efectos de las asambleas y reuniones públicas”. Tal evento ocurrió en un momento de profundo descontento frente al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, dirigidas por el presidente Hosni Mubarak.
Tras tires y aflojes con el ejército, la población civil logró hacerse con un espacio público para manifestar sus denuncias. Pero, ¿qué la hizo tan especial? Butler, en su libro Cuerpos aliados y lucha política, afirma que hay dos aspectos que destaca de este evento: “El primero está relacionado con la forma de sociabilidad que acabó imponiéndose en el espacio de la plaza: una división que, eliminando las diferencias de género, estableció turnos para hablar y para limpar las zonas donde se comía y dormía, al tiempo que se adoptaba un plan de trabajo en el que se implicaba a todos en la preservación del espacio común y en la limpieza de los aseos”.
Ver más: Abusos policiales en el mundo, ¿la nueva normalidad?
“Estoy muy, muy contento, nunca había vivido algo así, ojalá haya cambios, ojalá se vaya Hosni Mubarak”, aseguró en enero de 2011 a Efe Mustafa, un licenciado en Filología Árabe, que junto a otros miles de egipcios, la mayoría en sus treinta o menores, celebraron en la céntrica plaza de Tahrir (Liberación en árabe) lo que consideraron como la primera victoria.
Y es que ni si quiera durante las protestas políticas de 2005 en favor de una mayor apertura política, que llegaron a ser casi diarias en el país, las fuerzas antidisturbios permitieron a los manifestantes, que en escasas ocasiones superaron los cientos, acercarse a la simbólica plaza cairota.
“En suma, lo que algunos podrían llamar relaciones horizontales, establecidas rápida y metódicamente entre los manifestantes y que en poco tiempo parecían de igualdad, pues incluían el reparto equitativo del trabajo entre los sexos, se convirtieron en parte importante de la resistencia contra Mubarak y sus arraigadas jerarquías, entre las cuales había jerarquías, entre las cuales había militares y grandes empresarios adscritos al régimen que, por su situación económica, nada tenían que ver con el pueblo de clase trabajadora”, afirma Butler.
Para la filósofa estadounidense poco a poco comenzó a convertirse en un modelo en el que se reflejaba lo que ella considera como la interdependencia que debería existir hoy en día entre aquellos que viven en la precariedad del estado. “Así fue la cómo la forma social de la resistencia empezó a incorporar principios igualitarios que establecían no solo no sólo cómo y cuándo las personas actuaban para los medios de comunicación y en contra del régimen, sino también cómo se ocupaban de los diversos espacios en que estaba organizada la plaza: el dormitorio, con las camas en el suelo, los puestos de atención médica y los baños comunitarios, la zona reservada para las comidas”.
Twitter también jugó un papel importante, tanto así que durante esas semanas fue bloqueado en Egipto. De acuerdo al sitio de internet herdict.org, era imposible usar el sitio. Un portavoz de Twitter se negó a dar una razón a la inesperada suspensión del servicio en ese país, donde el intercambio de mensajestuvo un eco con resultados sorprendentes por la masiva participación que logró convocar.
En ese momento, sin embargo, la plataforma todavía no era lo que es hoy. De hecho, hasta hace unos años la socióloga Zeynep Tufekci había “visto un movimiento tras otro vacilar debido a la falta de experiencia y profundidad organizacional, de herramientas o cultura para la toma de decisiones colectivas y acciones estratégicas a largo plazo”.
Y ahora en épocas de crisis sanitaria, cuando se han presentado masivas manifestaciones como las antirracistas en Estados Unidos, Tufekci asegura que muchos gobiernos esperan que se presenten saqueos y disturbios, y así venden los acontecimientos, cuando lo más importante, según la experta, pasa por los actos de solidaridad y bondad que haya en la población.
Sobre la ocupación de la plaza de Tehrir, Butler remata: “No nos estamos refirieron a actos heróicos que exigieran una fortaleza física extraordinaria o en los que se diesen muestras de una convincente retórica política. El simple hecho de dormir allí, en la misma plaza, era toda una declaración política, un acto cargado de sentido que a veces se imponía por sí mismo”.