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¿Por qué el terremoto en Turquía y Siria fue tan devastador?

Una combinación de factores provocó la elevada mortalidad del sismo que sacudió en la madrugada del lunes en Turquía y Siria.

06 de febrero de 2023 - 08:49 p. m.
Un rescatista lleva un cuerpo encontrado entre los escombros en Adana el 6 de febrero de 2023, después de que un terremoto de magnitud 7,8 azotara a Turquía y Siria.
Un rescatista lleva un cuerpo encontrado entre los escombros en Adana el 6 de febrero de 2023, después de que un terremoto de magnitud 7,8 azotara a Turquía y Siria.
Foto: AFP - Agencia AFP

Al menos 3.700 personas fallecieron en el terremoto de magnitud 7,8 en la frontera entre ambos países, un saldo que iba creciendo a medida que pasaban las horas.

La localización, la hora en que ocurrió, los lejanos antecedentes y unas medidas de seguridad poco rigurosas a la hora de construir ayudan a explicar ese saldo.

¿Por qué fue tan grave?

Fue el sismo más fuerte acaecido en Turquía desde 1939, y golpeó una región poblada.

Ocurrió de madrugada, a las 4:17 a. m. (12:17 a. m., hora de Colombia), por lo que sorprendió a la población durmiendo. La inmensa mayoría de las víctimas “quedaron atrapadas cuando se derrumbaron sus casas”, explicó Roger Musson, investigador del Servicio Geológico británico a AFP.

Los métodos de construcción “no eran realmente adecuados para una área proclive a grandes sismos”, explicó Musson.

Por otro lado, la línea de fractura donde se produjo el movimiento sísmico estuvo relativamente tranquila en los últimos tiempos.

Turquía es una de las regiones sísmicas más activas en el mundo. Un temblor en la región de Duzce (norte), en 1999, causó más de 17.000 muertos.

Esta vez el sismo se produjo al otro extremo del país, en lo que se conoce como la falla de Anatolia Oriental. Esta región no había sufrido un sismo de magnitud superior a 7 en más de 200 años. Probablemente por ello, sus habitantes “se mostraron negligentes”, explicó Musson.

Y a causa de ese largo periodo de relativa tranquilidad, la potencia de la falla “se fue acumulando”, explicó Musson.

La región sufrió otro temblor de magnitud 7,5 horas después, lo que confirmaría que se había acumulado mucha potencia que debía ser liberada, añadió.

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Repetición del sismo de 1822

El 13 de agosto de 1822, esta misma área sufrió un golpe “casi igual”, con un sismo que alcanzó una magnitud de 7,4. Causó “un daño enorme, con ciudades totalmente en ruinas y decenas de miles de víctimas”, aseguró Musson.

Las réplicas se prolongaron hasta junio del año siguiente, explicó el experto.

Además, el epicentro del sismo de este lunes era relativamente poco profundo, apenas 17.9 kilómetros, y se situó en la ciudad turca de Gaziantep, donde viven unos dos millones de personas.

La placa tectónica Arábica se desplazó hacia norte.

“Al no tener espacio, choca con la placa de Anatolia. Ese frotamiento reverbera a lo largo de la toda la falla”, explica el experto.

El epicentro no es tan importante en este caso como la extensión del movimiento telúrico, a lo largo de 100 km.

“Eso significa que dentro de ese margen de 100 km a lo largo de la falla, todo” sufre las consecuencias del temblor, añadió Musson.

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La guerra y la infraestructura

Y los sismos, además, no pueden ser predichos, indicó Carmen Solana, una vulcanóloga de la Universidad de Portsmouth, en Gran Bretaña.

“Las infraestructuras adaptadas son escasas en el sur de Turquía y especialmente en Siria, así que ahora la prioridad es salvar vidas”, recordó esta experta.

Turquía había aprobado legislación en 2004 para reforzar los criterios de construcción, tras el sismo de 1999.

En Siria, a causa de la guerra, la situación es probablemente peor.

“Muchas estructuras ya habían sido debilitadas a causa de una década de guerra”, recordó Bill McGuire, vulcanólogo del University College de Londres.

Para las víctimas sirias, el sismo fue “peor que las bombas”.

En cuanto Anas Habache, de 37 años, empezó a sentir el temblor, fue a buscar a su hijo y gritó a su mujer embarazada que fuera corriendo hacia la entrada de su apartamento, en el tercer y ultimo piso de un edificio de Alepo.

“Bajamos las escalera como locos, y cuando llegamos a la calle, vimos a decenas de familias asustadas”, cuenta.

“Algunos estaban de rodillas rezando, otros lloraban, como si fuera el día del juicio final”, añade.

“No sentí nada igual durante estos años de guerra. Esto fue mucho peor que las bombas y las balas”, asegura.

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