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“Prohibir las armas nucleares es un tema de dignidad”: voces políticas y sociales

A la luz de las guerras de hoy, que tienen como protagonistas a las potencias nucleares, el llamado de algunos países y trabajadores humanitarios es a eliminar ese tipo de armamento. Aunque algunos líderes se remiten a usar su fuerza con la amenaza de usar este arsenal, otros dicen que la disuasión nuclear es un fracaso.

María José Noriega Ramírez

01 de julio de 2025 - 09:00 a. m.
Unas personas observan una obra de arte contemporáneo inspirada en una fotografía de una explosión nuclear, hecha por el artista japonés Yukinori Yanagi.
Foto: Getty Images
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Es el enfrentamiento de Irán e Israel, pero también la invasión rusa de Ucrania y la tensión que no cesa entre India y Pakistán por Cachemira. El mundo está cada vez más convulso, con unos niveles de agresión que preocupan por la amenaza nuclear. Hiroshima y Nagasaki mostraron hace 80 años la devastación que eso trae, y los pocos cientos de miles que sobrevivieron hasta hoy están muriendo por la vejez, llevándose de paso los testimonios de ese horror.

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La humanidad se está quedando sin esas voces cuando se hacen más necesarias para evitar el olvido. De ahí se entiende, por ejemplo, que la organización japonesa Nihon Hidankyo, conformada por sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó en 1945, recibiera el año pasado el Premio Nobel de Paz, aunque con ciertas críticas. En ese entonces, el llamado fue el de lograr un mundo “libre de armas nucleares, que jamás deberían ser usadas de nuevo”, algo que también hizo eco en las premisas del Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares, construido bajo el imperativo ético de apostar por su eliminación y que recientemente fue aprobado de forma unánime en la Cámara de Representantes de Colombia.

Los poderosos se han aferrado a un discurso que para otros ha sido un fracaso, además de un peligro latente. Vladimir Putin cambió la doctrina nuclear rusa y decidió que un ataque por parte de un Estado sin armas nucleares, pero con el apoyo de uno que sí las tenga, sería considerado como una ofensiva conjunta contra Moscú. Además, en medio de la guerra en suelo ucraniano, optó por suspender la participación de su país en el tratado de control de armas nucleares firmado con Estados Unidos, conocido como Nuevo START.

Si hace apenas unos meses se vio con buenos ojos que Washington y Teherán regresaran a la mesa para dialogar sobre esos asuntos, en Oriente Medio se abrió un nuevo capítulo de rivalidades nucleares, escribió en “The Conversation” Farah N. Jan, profesora de relaciones internacionales en la Universidad de Pensilvania, incluso antes de que Estados Unidos llevara a cabo la ofensiva contra la infraestructura nuclear iraní. Y es que ese ha sido un camino espinoso: Israel no solo no ha reconocido tener armas de ese tipo, sino que se ha negado a suscribirse a pactos internacionales que limitan su uso o que incluso abogan por su eliminación. Eso tampoco lo han hecho India, Pakistán y Corea del Norte con respecto al Tratado de No Proliferación Nuclear, ni con el acuerdo para la prohibición de ese tipo de armamento. Como ellos, Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia no se han adherido a este último.

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“Los riesgos nucleares no han sido tan elevados en décadas”, comentó el embajador de Austria en Colombia, Gerhard Doujak, en un evento realizado en el centro de Bogotá por el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional: “No podemos estar seguros de que la disuasión nuclear funcione, pero sabemos con certeza que puede fallar”. Para él, se trata de un fracaso: “El mundo es más inseguro, y lo que debemos hacer es pensar en nuestros valores, y ahí el derecho humanitario debe prevalecer. Hay que desacreditar esa teoría acerca de que un arma da más seguridad”. La cuestión, según él, está en decidir en qué arsenal invertir, en un momento en el que varios países están optando por rearmarse.

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Esa ha sido una discusión compleja porque, en medio de unas tensiones cada vez más fuertes, las potencias nucleares se han negado a dar su brazo a torcer. Es una conversación que el diplomático austríaco recuerda desde que India y Pakistán hicieron sus ensayos nucleares en 1998, lo que les trajo sanciones económicas y la condena internacional, pero también desde que se tomó la decisión de no ampliar los reconocimientos de los Estados que tienen armas nucleares.

A la par, lo que se ha visto son países más agresivos, o al menos eso comentó el vicecanciller colombiano para Asuntos Multilaterales, Mauricio Jaramillo Jassir: “Lo que se les dijo a muchas personas de otras generaciones, incluida la mía, era que, cuando se llegaba a ese empate en la correlación de fuerzas, el miedo de la destrucción mutua hacía que los países fueran pacíficos. Sin embargo, lo que hemos visto desde los años 90 es todo lo contrario: los Estados más guerreristas son, precisamente, los que tienen el arma nuclear”, y con ello mencionó las guerras yugoslavas, la estadounidense en Irak, la intervención de Francia y Reino Unido en Libia, la reciente crisis entre India y Pakistán y, además, “las acciones criminales” de Israel, así como la invasión rusa a Ucrania.

Esto, en el fondo, es una cuestión de humanidad. Así lo cree Katherine Weir, coordinadora jurídica del Comité Internacional de la Cruz Roja: “Como lo dijo nuestra presidenta, no habrá paz si existen las armas nucleares. El acuerdo sobre su prohibición es también uno sobre la dignidad humana”. No son tiempos fáciles: el acceso para las organizaciones humanitarias es cada vez más complejo, y eso se está viendo, por ejemplo, en medio de la devastación de la Franja de Gaza. Su insistencia es doble: defender el derecho internacional humanitario y, a la par, entender que el tratado que prohíbe las armas nucleares plantea una conversación necesaria a la luz de las guerras de hoy.

No hay que pasar fronteras o mares para entender eso. En los años 80, el psicólogo Rubén Ardila llevó a cabo una investigación en Colombia sobre el impacto que la amenaza de una guerra nuclear tenía en niños y adolescentes. La conclusión a la que llegó fue que ellos, unos 800 en total, estaban profundamente preocupados con la posibilidad de que ocurriera algo así, pensaban en el tema, leían al respecto y en muchos casos creían que no tenían un futuro en medio de ello. “Sería muy útil repetir este estudio con un enfoque comparativo internacional”, comentó el profesor Alexis de Greiff, coordinador del Centro para la Educación Política, quien recordó lo que hicieron personajes como Aldous Huxley y María Montessori, entre otros, frente a una tarea que en estos tiempos sigue siendo imperativa: la pedagogía de paz.

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