Ruanda: así fue cómo comenzó la tragedia

Cuando se inició el genocidio en Ruanda, los equipos de Médicos Sin Fronteras en Kigali y otros lugares presenciaron las primeras ejecuciones. Lo que siguió después fue una tragedia que hoy muchos quisieran no haber visto.

Jean-Hervé Bradol*
07 de abril de 2019 - 04:36 p. m.
Lo que sucedió en 1994 es calificado como el gran fracaso de la comunidad internacional. / Sebastiao Salgado (MSF)
Lo que sucedió en 1994 es calificado como el gran fracaso de la comunidad internacional. / Sebastiao Salgado (MSF)

Entre 1994 y 1997, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) que brindaron asistencia en la región de los Grandes Lagos se encontraron ante una sucesión de situaciones sin precedentes en Ruanda, país el que comenzaron a trabajar desde 1982.

Cuando se inició el genocidio, los equipos de MSF en Kigali y otros lugares presenciaron las primeras ejecuciones. Casi 200 miembros del personal ruandés de MSF fueron asesinados, algunos de ellos frente a sus colegas. Entre 500.000 y 800.000 tutsis y numerosos hutus que se opusieron a la masacre fueron ejecutados en solo 100 días.

Intentar ayudar a los vecinos de las casas cercanas fue prioridad para miembros de MSF. Sin embargo, los milicianos los amenazaron y les ordenaron a los tutsis que se entregaran. El personal de MSF intentó salir del país pero el Ejército se negó a permitir que el personal tutsi se fuera y los obligó a regresar.

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Las instalaciones de la organización fueron saqueadas y atacadas, y el personal se dividió en dos grupos: en los campamentos de refugiados burundeses en la prefectura de Butare, donde el personal  tutsi de MSF fue ejecutado por sus colegas hutus. Habían sido amenazados de muerte por el ejército y los milicianos; no tuvieron otra opción que obedecer.

La ayuda que pudieron brindar fue transportar a los pacientes que necesitaban cirugía al hospital de campaña y proporcionar tratamiento médico en lugares donde las personas se habían refugiado. Pero estos lugares (orfanatos, escuelas, instituciones religiosas) eran visitados con frecuencia por las fuerzas genocidas, que mataron a los sanos y acabaron con los heridos. Los equipos continuaron tratando a los pacientes lesionados y haciendo lo que podían para albergar a cientos de personas en su hospital de campo rodeado por una máquina genocida.

Rompiendo el silencio

El CICR denunció “una matanza sistemática”, pero sin hablar de genocidio. En MSF el término "genocidio" se usó después de las masacres a finales de abril en Butare, la zona en donde se cometieron las matanzas más sangrientas. Médicos Sin Fronteras denunció el genocidio en algunas comunicaciones, pero un tema de importancia fundamental causó mucha angustia dentro de la asociación: ¿Era deseable la intervención de la comunidad internacional? ¿Qué lograría? La principal preocupación de los equipos era rescatar a los tutsis y a aquellos que se oponían a su matanza y que aún podían salvarse.

MSF criticó al gobierno de Francia en una importante estación de televisión francesa, pero las autoridades francesas no estaban preparadas para ejercer presión sobre sus aliados de Ruanda para detener los asesinatos. MSF también hizo un llamado en el New York Times para que interviniera  el Consejo de Seguridad de la ONU, pero recibió una respuesta similar.

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Después de un mes de declaraciones públicas sin respuesta concreta, Médicos Sin Fronteras decidió celebrar una conferencia de prensa para desencadenar la intervención de la ONU. La organización no fue ambigua en su demanda para el despliegue de tropas militares en Ruanda, porque "no se puede detener el genocidio con los médicos". El 18 de junio de 1994, Francia lanzó la Operación Turquesa con el apoyo de Senegal. El gobierno interino se formó después, pero la intervención militar de Francia dio rienda suelta a los perpetradores del genocidio para huir a Zaire y asumir el control de los campamentos de refugiados.

Los campamentos de refugiados ruandeses en Zaire

En julio de 1994, cientos de miles de refugiados comenzaron a huir de Ruanda por temor a represalias. Tres cuartas partes eran mujeres y niños, pero entre ellos también estaban los responsables del genocidio o sus perpetradores, algunos de los cuales estaban fuertemente armados. Una vez en Zaire, los refugiados se reunieron cerca de la frontera y alrededor de ciudades como Goma, Bukavu y Katale.

Las epidemias de cólera, disentería y meningitis diezmaban a los refugiados: casi 50.000 murieron durante el primer mes de su llegada. En los centros de tratamiento de cólera establecidos y administrados por MSF, hubo días con más de 1.000 admisiones. Los equipos implementaron numerosas actividades, como la vacunación, el equipamiento de hospitales, la realización de encuestas y la distribución de raciones secas a niños menores de 5 años. La tasa global de malnutrición aguda en este grupo de edad con frecuencia superó el 21%.

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La ayuda humanitaria estaba siendo malversada masivamente por los líderes extremistas. Esto planteaba dudas porque la ayuda no llegaba a los más vulnerables y MSF apoyaba involuntariamente un sistema militarizado administrado por los perpetradores del genocidio. ¿Debería MSF continuar su intervención? Algunos equipos de MSF comenzaron a retirarse de los campamentos de Zaire en noviembre de 1994 y las otras secciones siguieron en los meses posteriores.

Cazar y masacrar a los refugiados

Los campos sirvieron de base para que los soldados genocidas y los milicianos se reagruparan y lanzaran ataques mortales contra civiles en Ruanda. Al mismo tiempo, se formó la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo-Zaire (AFDL) liderada por Laurent-Désiré Kabila. La AFDL unió fuerzas con el Frente Patriótico Ruandés para lanzar una conquista territorial desde el este del país.

En octubre de 1996, la rebelión ya controlaba parte del Zaire oriental y brindó apoyo a los ejércitos de Ruanda y Burundi al atacar los campos de refugiados ruandeses en Goma, Bukavu y Uvira. La milicia rebelde congoleña consideraba a los refugiados como enemigos. A principios de 1997, los hombres armados no solo comenzaron a asesinar a gran escala a los refugiados que huían al interior de Zaire, sino que también utilizaron a las organizaciones de ayuda humanitaria como cebo para atraerlos a esconderse. Se estima que cerca de 200.000 personas murieron durante la caza y el posterior sacrificio.

*Excoordinador de la Misión de MSF en Ruanda

Por Jean-Hervé Bradol*

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