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Torre de Tokio: paquete nipón

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
09 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Bolsa típica para productos de moda en el barrio de Harajuku en Tokio. Si se trata de un regalo, dentro habrá otra bolsa igual doblada para usar en el momento de entregarlo.
Bolsa típica para productos de moda en el barrio de Harajuku en Tokio. Si se trata de un regalo, dentro habrá otra bolsa igual doblada para usar en el momento de entregarlo.
Foto: Foto de Gonzalo Robledo
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En un experimento mundial para calcular la eficiencia, comprando en varios países el sello postal más barato con el billete de mayor denominación, Japón cedió el primer puesto a Suiza por fracciones de segundo, cuando el escrupuloso empleado de los correos nipones tuvo el esmero de proteger la estampilla metiéndola en un sobre de plástico. (Recomendamos: Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

De haberla entregado en la mano, hubiera violado el protocolo comercial nipón que exige, en deferencia al comprador, envolver los productos que se venden, como mínimo, una vez.

A medida que sube la categoría de la tienda y el precio del producto, los envoltorios en Japón se multiplican. Las golosinas de lujo se empaquetan en cuatro capas de diferentes materiales destinadas a proteger su forma, evitar la humedad, preservar su frescura y mejorar su presentación. Todo esto se entrega dentro de una robusta y elegante bolsa de papel para su transporte.

Si la compra es para un regalo, y tenemos de por medio un largo trayecto con ajetreados transbordos, recibiremos una bolsa gemela bien doblada para usar en el momento de entregarlo. Y si es un día lluvioso, nos darán también un velo de plástico hecho a la medida de la bolsa. “Parecen matrioskas”, comentó un amable lector italiano residente en el norte de Japón, quien con motivo del frenesí de regalos de fin de año, me manifestó su inquietud por el derroche de plástico de nuestro país anfitrión y su impacto en el medio ambiente.

Japón es consciente del despilfarro, y sus estadísticas para calcular la huella ecológica anual de envases, bolsas y envoltorios de plástico lo confirman como uno de los primeros infractores mundiales.

Sus científicos adelantan exitosas investigaciones para obtener materiales reciclables, degradables y compostables, pero su adopción es lenta mientras el reguero de regalos continúa todo el año. La familia japonesa promedio tiene una serie de obligaciones sociales en forma de regalos a empleadores, clientes, profesores o conocidos, regalos de graduación, de boda y hasta obsequios funerarios entregados, repetidamente envueltos, al final de la ceremonia.

Para vender en Japón, a los fabricantes extranjeros se les avisa que los japoneses son devotos incondicionales de la forma y por eso exigen, antes de un producto excelente, un refinado embalaje.

Las cadenas de grandes almacenes emplean “estilistas del envoltorio” para elaborar perfiles del destinatario de cada regalo. Eligen luego entre unas 70 variedades de papel, 100 tipos de cintas y múltiples estilos de plegado, corte y anudado.

A menudo los resultados incitan a seguir el consejo del semiólogo francés Roland Barthes, cuando advirtió, en su libro El imperio de las formas, que algunos paquetes japoneses son tan deslumbrantes, que pueden eclipsar su contenido y sería mejor no abrirlos nunca.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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