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Para sorprender a su audiencia con episodios históricos insólitos, los programas televisivos japoneses recurren al viaje de Hasekura Tsunenaga, el primer samurái en pisar, de forma oficial y en el siglo XVII, el Nuevo Mundo y Europa. (Recomendamos leer aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
¿En qué país europeo hay 600 familias apellidadas Japón?, ¿quién financió el primer galeón hecho en Japón ? y ¿cuál es la relación de Hasekura con los Kleenex? son algunas de las incógnitas para dejar a concursantes y televidentes boquiabiertos.
México, Cuba, España, Francia e Italia recuerdan a Hasekura como “el primer samurái en pisar nuestro suelo” y le rinden homenaje con monumentos, murales y placas. El periplo duró entre 1613 y 1620, y por no lograr su objetivo de establecer relaciones comerciales con la Corona española fue considerado un fracaso diplomático.
Se inició a bordo de un galeón pagado por el gobernador feudal del dominio de Sendai, Date Masamune, y construido bajo la supervisión de un veterano navegante español que estaba en el archipiélago buscando unas inexistentes islas repletas de oro y plata. La estancia de medio año de Hasekura en México quedó documentada en la primera descripción de los japoneses en un idioma americano, escrita en lengua náhuatl por el cronista indígena Chimalpahin.
En el Atlántico, la ruta continuó en naves de bandera española. La breve parada en Cuba se recuerda en un monumento cuya leyenda explica que desde La Habana hay “8.700 kilómetros hasta Roma y 11.850 kilómetros hasta Sendai”.
En Madrid, Hasekura se hizo bautizar como Francisco Felipe, en honor al rey Felipe III y a Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma, su contacto en la corte.
La travesía hacia Italia, para una audiencia con el papa Pablo V, fue interrumpida por una borrasca. Se refugiaron en Saint-Tropez y los cronistas franceses contaron que “se suenan la nariz con pequeños papeles suaves y sedosos que nunca usan dos veces. Los tiran después de usarlos y les divierte ver como nuestra gente se apresura a recogerlos”.
Como Japón proscribió el cristianismo, muchos de los japoneses bautizados decidieron formar familias en Coria del Río, puerto del Guadalquivir vecino a Sevilla, donde sus vástagos zanjaron la dificultad de pronunciar sus exóticos apellidos adoptando todos el patronímico Japón.
Hasekura regresó a Japón y el escritor católico Shuzaku Endo describió su epopeya en la novela El samurái (1980), donde califica la frustrada misión como un “truncado preparativo para entrar en el conflicto expansionista que desarrollaban en el Pacífico naciones católicas y protestantes europeas”. Hoy, los guionistas japoneses evocan a Hasekura cuando en sus romances la protagonista deja caer un Kleenex usado y un furtivo enamorado lo recoge, en un flaco y escatológico homenaje a nuestro primer contacto oficial directo.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.