Ochenta guerrilleros del ELN habrían pasado por Venezuela para llegar a Catatumbo, donde los enfrentamientos entre la guerrilla y las disidencias de las FARC sumen a la región de Norte de Santander en una ola de violencia que, según cifras oficiales, ha dejado hasta 80 muertos y por encima de 40.000 desplazados. Según un informe de inteligencia militar, ellos habrían salido de Arauca, a través de los municipios de Saravena y Arauquita, para pasar a través de los estados venezolanos de Táchira y Zulia, armados con explosivos, incluso con drones, hasta llegar a territorio colombiano para enfrentarse con el frente 33 de las disidencias en una guerra por el control de la cadena del narcotráfico, pasando por los cultivos de uso ilícito y los laboratorios, hasta llegar a las rutas para ingresar los insumos químicos y sacar la droga del país.
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Se calcula que el ELN tiene alrededor de 3.000 integrantes y que casi la mitad de ellos están del lado venezolano, o al menos esa fue la estimación que el gobierno de Estados Unidos hizo en 2019. Su carácter binacional no responde únicamente a eso, a que algunos de sus dirigentes y parte de sus filas están allá, sino a que ellos juegan a favor del régimen de Nicolás Maduro, incluso de defensa de la Revolución Bolivariana. Socorro Ramírez, quien fue miembro de la Comisión de Vecindad entre Colombia y Venezuela, lo piensa en clave del rol de control que el grupo armado ejerce en el Arco Minero del Orinoco, una zona rica en recursos, como el oro, del cual el gobierno en Miraflores se nutre, pero también del poder que tiene en ciertos pasos fronterizos, de lado y lado.
Jorge Mantilla, investigador de crimen organizado y conflicto, se atreve a decir que es como un “Estado entre dos Estados”, uno que ha desarrollado una estrategia de captura de instancias locales de participación, como se ha visto en Apure. Uno que organiza asambleas comunitarias y obliga a la gente a asistir a ellas y que, además, acumula tierras y tiene negocios en la ganadería y de contrabando de carnes, como sucede en Arauca: “Esto va más allá de cruzar los pasos fronterizos o de estar físicamente allá. El ELN ha pasado de ser una guerrilla de insurgencia clásica a ser un grupo permeado cada vez más por la criminalidad. Es evidente que el crimen organizado pesa más ahí dentro, y eso le permite tener ese doble carácter, el de no tener el interés de derrocar a un Estado, ni el colombiano ni el venezolano, pero sí de cooptarlo y de ponerlo a trabajar para él”.
Ramírez, quien fue parte del equipo negociador con esta guerrilla en el gobierno de Juan Manuel Santos, recuerda que por esa época el grupo armado no aceptaba que se tratara o se hablara el tema, pues eso le quitaba condiciones al carácter político de las mesas de diálogo. Era un momento en el que la situación no era tan explícita como hoy, cuando parte de la disputa con las disidencias de las FARC tiene que ver con la discordia alrededor de las economías ilícitas y el tráfico de drogas. En Catatumbo, según cuenta Mantilla, la guerrilla está involucrada en temas de narcotráfico, en la protección de cultivos de uso ilícito y de cristalizaderos. Si no lo hacen ellos, lo hacen los grupos disidentes o, como sucedió antes, los Pelusos o los Rastrojos.
Del lado venezolano la situación también es crítica. Sebastiana Barráez, periodista que trabaja con la fuente militar, habla de la relación de la guerrilla con los carteles del narcotráfico. Ella menciona que Venezuela ha pasado de ser una zona de tránsito a ser un país donde se han establecido laboratorios e incluso pistas de droga, que la misma Fuerza Armada ha destruido: “En la zona fronteriza siempre había existido un bloqueo para la entrada de carteles, pero ellos ahora se encuentran con un borde permeable. Ahora tenemos grupos colombianos, mexicanos y hondureños”. Pero, más aún, la reportera cree que al régimen venezolano no le conviene alertar sobre el accionar del ELN, porque esa relación es la que le permite mantenerse y crecer, hasta el punto de controlar minas de oro en el estado Bolívar. De hecho, la guerrilla colombiana desplazó a los grupos armados conocidos como sindicatos y despejó el camino para que Maduro pudiera desarrollar el proyecto del Arco Minero.
Se podría decir que ese vínculo se ha estrechado con los años. Si bien el ELN existe más allá de Venezuela, el país lo usa y el grupo se deja usar, o al menos eso cree Ramírez. Algo parecido piensa Mantilla, quien se atreve a afirmar que Maduro ve a la guerrilla como un seguro o una primera línea de defensa ante una eventual acción militar contra Venezuela, más cuando se ha propuesto desde acá llevar a cabo una intervención internacional, como lo insinuó recientemente el expresidente Álvaro Uribe Vélez. A esto se suma que a la guerrilla se le puede delegar el control fronterizo, como sucedió en el pasado, cuando, en medio de una frontera que estaba cerrada, los insurgentes eran los que actuaban como autoridad migratoria y controlaban las trochas. De ahí se entiende que pueda entrar a reinar una mayor desconfianza en la relación entre Bogotá y Caracas, que ha sido afectada por el más reciente contexto electoral, salpicado por reclamos de fraude e ilegitimidad.
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