El calendario marca de nuevo 28 de julio en Venezuela, pero no volverá a ser “ese 28 de julio”. Hace un año exactamente, la oposición venezolana empezó una jornada marcada por la esperanza de un cambio de régimen en el país. Karla Espinoza*, una mujer de 35 años que sirvió como jurado en los centros de votación del estado de Aragua, recuerda que su fe estuvo intacta hasta que comenzó la transmisión de datos la noche de ese domingo. “Pasaron las horas y ya sabemos todo lo que ocurrió, otra vez nuestros sueños fueron deshechos”, le dijo a Efecto Cocuyo.
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El Consejo Nacional Electoral continúa sin revelar los resultados oficiales de manera desglosada, pero sí ha permitido la celebración de otras dos elecciones que le han permitido al chavismo consolidar su poder: las primeras, en mayo, permitieron que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se apoderara de 23 de las 24 gobernaciones del país y una mayoría arrasadora en el parlamento, con 256 de 285 escaños posibles. Cabe destacar que tampoco se presentaron resultados oficiales de estos comicios. Las segundas ocurrieron este domingo, con el objetivo del chavismo de hacerse con el poder comunal y local.
En Las Acacias, Caracas, el panorama en los centros de votación fue desolador. Las calles completamente vacías contrastan con el ambiente casi de fiesta que se vivía hace un año, evidenciando un enorme desgaste en la oposición que, desilusionada, no quiere legitimar más los procesos poco transparentes del régimen.
“Sé que no ha sido fácil. Hay personas encarceladas, las protestas fueron silenciadas y parece que la gente ha olvidado la importancia de participar en las elecciones. Por ejemplo, en las elecciones a gobernador no quise participar”, dijo Espinoza, quien afirma que sí votaría en las elecciones municipales, aunque “no lograran mucho” con ello.
La participación en las elecciones, como desde 2013, volvió a ocupar el centro del debate en estos meses, pero de cara al aniversario del “fraude”, como calificó el Centro Carter a lo que ocurrió el 28J, surgen otras preguntas con respecto a la relación de Estados Unidos con la oposición.
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A pesar de apoyar explícitamente a Donald Trump tras su victoria en las elecciones de 2024, y de asegurarle que contaría con un “aliado confiable”, la oposición venezolana no ha recibido apoyo frontal del republicano, más allá de dos menciones en enero. Pero la desilusión no es solo por la parte verbal, sino por las acciones del Gobierno republicano.
Por ejemplo, la semana pasada, la Casa Blanca se mostró abierta a permitir que Chevron opere en el país, a pesar de las sanciones. Según la agencia Reuters, Washington dejaría que la petrolera hiciera negocios con ciertas limitaciones, resaltando que el régimen venezolano no se vería beneficiado de los ingresos procedentes de la venta de petróleo. En la práctica, esta es otra victoria para Maduro, quien comentó: “Más allá de todas nuestras diferencias, tenemos que aprender en esta vida a estar agradecidos”.
La noticia fue revelada una semana después de sellarse el canje de 252 presos venezolanos que estaban en El Salvador —uno de ellos condenado por el asesinato de tres personas— a cambio de 10 estadounidenses encarcelados en Caracas, un intercambio que organizaciones como Cristosal calificaron de “ilegal” y “por fuera de todo control del derecho internacional humanitario”, pero que termina de exponer los acercamientos continuos entre Washington y Miraflores.
A esto se suman los esfuerzos de la administración Trump por eliminar el Estatuto de Protección Temporal para los venezolanos, que ha estado bajo revisión de varios tribunales, y los continuos comentarios discriminatorios contra la diáspora venezolana, que quedan retratados en las redadas antiinmigrantes conducidas por sus agentes migratorios. El domingo, Trump sugirió que la población venezolana estaba yendo a la frontera a robar comida, cuando le hicieran una pregunta sobre la crisis en Gaza.
La semana pasada, el encargado de negocios de la Oficina Externa de los Estados Unidos para Venezuela, John T. McNamara, se reunió con la líder opositora María Corina Machado, a quien calificó como “la mujer de hierro”. El funcionario aseguró que siguen hablando sobre la transición pacífica hacia la democracia en Venezuela, pero el antichavismo también se pregunta cómo estas conversaciones pueden traducirse en efecto.
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El fin de semana, el Departamento de Estado designó al Cartel de los Soles como una “entidad terrorista”, y el jefe de esta cartera, Marco Rubio, aseguró que Maduro era el jefe de esta organización criminal y no ostentaba un poder legítimo en Venezuela. Pero eso no deja satisfechos a los venezolanos. “¿Necesitan ‘salvar la cara’ ante una oposición que sigue esperando un cambio de régimen?”, dijo la historiadora y analista venezolana Alejandra Martínez, sugiriendo que era un mero “control de daños” del Gobierno estadounidense, pensado en el descontento que hay tras un año sin resultados concretos.
“No sabemos qué tipo de acercamiento y conversaciones puedan estar teniendo desde inicio de año, pero es innegable que todo se complejiza. Solo un ejemplo: hablar hoy sobre el proceso de Maduro en la Corte Penal Internacional es más difícil, ya no es apoyado directamente por la administración de EE. UU., porque ha ido en contra de ese tipo de instancias internacionales. Lo mismo pasa con el Consejo de Derechos Humanos. Estados Unidos tiene un discurso muy fuerte de desmontaje de aquellas instancias que son las que han ayudado a visibilizar la situación de Venezuela y avanzar sobre asuntos de justicia universal. Eso no significa que la oposición deba romper con EE. UU., pero sí que debe leer mejor ese giro y reformular su estrategia desde la realidad actual, no desde expectativas pasadas”, afirmó Nastassja Rojas Silva, profesora e investigadora en Derechos Humanos y derechos de las mujeres.
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