“Es otra Navidad sin ti, extrañándote y añorando tenerte en casa”, le expresó Aurora Silva a su esposo, Freddy Superlano, uno de los 914 presos políticos que para este fin de año hay en Venezuela: “La tristeza invade mi corazón. Tenemos tanto tiempo sin saber nada certero de ti. Creo que han sido los últimos cuatro meses más difíciles de nuestras vidas, pero no perdemos las esperanzas. Todas las noches rezo para que la Virgen te cuide de cualquier maldad y para que Dios obre en esos corazones malignos que te custodian a ti y a los demás”. Ella manifestó la admiración que siente por la fuerza y lucha de su marido, y reiteró que no pierde la esperanza en que esta ausencia acabe y en que sus hijas, que aún no ponen la estrella en el árbol, lo vean entrar por la puerta de la casa para que vuelva a ser el alma de la fiesta.
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Los clamores de libertad se han escuchado del otro lado de la frontera desde mediados de diciembre. En una manifestación realizada en Caracas, el pedido fue tener una Navidad sin presos políticos, pues debe ser una época de familia y alegría. A la par, se vieron pancartas con mensajes como “Pensar no es delito, aislarlos y torturarlos sí lo es” o “No más represión, no más desaparecidos, no más tortura”. Los manifestantes instalaron una gran mesa de Navidad, con copas, velas y esferas con los nombres de sus familiares detenidos, para expresar su sentir.
Una escena similar se vio en Madrid (España), donde hace pocos días la diáspora venezolana se congregó para expresar que los detenidos no podrán celebrar las fiestas de fin de año con sus seres queridos. “Queremos representar las mesas que van a quedar vacías en Navidad con la ausencia de todos ellos”, afirmó ante la agencia EFE María Laura Márquez, a la par de que otras capitales, como Santiago de Chile, Washington, Quito y Buenos Aires, también se unieron a la convocatoria conocida como “Mesa de los que esperan”, impulsada por el Comité por la Libertad de los Presos Políticos.
Los reparos también se sintieron desde el grupo opositor Unión y Cambio, del que hace parte el dirigente y diputado electo Henrique Capriles, que el martes exigió una “liberación masiva” y “de inmediato” de los presos políticos con motivo de las celebraciones decembrinas. En una rueda de prensa, el parlamentario electo Tomás Guanipa denunció que las cárceles venezolanas “están llenas de personas que no han cometido ningún tipo de delito” y que han sido “reprimidas y encerradas solo por el hecho de pensar distinto”. Su mensaje fue tajante: “Todos deberían estar libres para poder pasar la Navidad con su familia”.
María Corina Machado, recién galardonada con el Premio Nobel de la Paz en Noruega, elevó la alerta en la mañana de este miércoles 24 de diciembre, pues aseguró que ha recibido información de “amenazas directas y sistemáticas de ejecución extrajudicial contra presos políticos recluidos en la cárcel El Rodeo”. En su mensaje responsabilizó al régimen de Nicolás Maduro por cualquier daño físico o psicológico que sufran los detenidos e instó a la comunidad internacional a actuar para frenar eso y, a la par, garantizar protección para ellos.
No solo eso: también se han logrado identificar varios presos políticos con un estado de salud alarmante. La organización Justicia, Encuentro y Perdón dio a conocer que 91 de ellos padecen enfermedades graves y denunció que el “deterioro físico progresivo” es producto de una “forma de violencia estructural”. Entre ellos, se cuentan casos de cáncer avanzado, enfermedades cardíacas, diabetes e insuficiencia renal crónica. A través de un mensaje en la red social X, la ONG afirmó: “Cuando el Estado convierte la enfermedad en castigo y la negligencia en método, se configura un escenario de tortura silenciosa que exige una respuesta urgente”.
Un temor latente, que ha estado a la sombra desde hace varios meses, es lo que puede suceder en Venezuela con las decisiones que Donald Trump tome desde Estados Unidos, y sobre ello Víctor Manuel Tique, padre de un colombiano detenido en el país vecino desde hace más de un año, ya le ha confesado a El Espectador que le preocupa una posible intervención de un país como el norteamericano, más teniendo en cuenta que algunos venezolanos han dicho que a los detenidos los amenazan con que serán los primeros en morir en caso de que algo así ocurra. En medio de ello solo le queda decirle a su hijo que no descansará hasta lograr su libertad y que, de momento, dé gracias por las personas que lo quieren, que lo aman y oran por su pronto regreso: “Ten fuerza, hijo”.
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