El Magazín Cultural

Bong Joon-Ho ya puede darse por ganador

Con el final de la temporada de premios cinematográficos en el horizonte, el director sudcoreano ya puede decir que ha hecho historia con su exitoso filme Parásito.

Janina Pérez Arias
30 de enero de 2020 - 03:37 p. m.
Bong Joon-Ho, nacido en Daegu,Corea del Sur, en 1969, ha acaparado importantes reconocimientos a lo largo y ancho del globo terráqueo por su película "Parásitos". / Cortesía
Bong Joon-Ho, nacido en Daegu,Corea del Sur, en 1969, ha acaparado importantes reconocimientos a lo largo y ancho del globo terráqueo por su película "Parásitos". / Cortesía

Desde que Parásito se convirtiera en la primera película coreana en ganar  la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Bong Joon-Ho (Daegu, Corea del Sur, 1969) ha acaparado importantes reconocimientos a lo largo y ancho del globo terráqueo.

En EEUU, donde se cocinan y se reparten los galardones más significativos del cine, Bong ha hecho historia con las seis nominaciones al Oscar, ya que además de optar por la categoría de Mejor película internacional (antiguamente “de habla no inglesa”) figura en las de dirección, película, guion original, diseño de producción y edición. Todo apunta a que cuando regrese a Seul, después de una larga y atípica campaña de promoción, tendrá que pagar sobrepeso por su equipaje.

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Más allá de todos estos premios, Parásito, una excelente comedia negra, thriller y drama social, ha logrado que en un país como EEUU - de audiencia alérgica a los subtitulados, con cierto impulso a hacer remakes de filmes en otras lenguas- se haya sobrepasado los 30 millones de dólares de recaudación de taquilla, manteniéndose en cartelera desde que se estrenara en octubre.

“Una vez que superes la barrera de los subtítulos de una pulgada de alto, descubrirás muchas más película increíbles”, recordaba medio en broma, medio en serio Bong Joon-Ho al recoger el Globo de Oro recientemente, una velada más cuando Parásito – que pronto se convertirá en serie bajo el ojo atento de Bong- se alzaba como ganadora, esa vez como Mejor película de habla no inglesa.

Si desea leer más sobre Parásitos, ingrese acá: “Parásitos”: invariablemente monstruosos

Gisaengchung (como se titula en coreano), co-escrita con Han Jin Won, plantea el encuentro de dos familias: los menos favorecidos Kim (Kang-ho Song, So-dam Park, Woo-sik Choi, Hye-jin Jang, Seo-joon Park) y los ricachones Park (Yeo-jeong Jo, Sun-kyun Lee, Ji-so Jung).

Al realizador surcoreano siempre le han interesado los temas sociales, los cuales de una u otra forma están presentes en su filmografía; Barking Dogs Never Bite (2000), Memories of Murder (2003), El huésped (2006), Mother (2009), Okja (2017) prácticamente abonaron el camino para la excepcional Parásito.

El hijo de un profesor de diseño gráfico y nieto de novelista apunta que proviene de una familia de clase media. “Ese estrato social que se ubica exactamente entre los ricos y los pobres”, saca a relucir su sentido del humor en esta entrevista. De paso aclara que vive en un edificio desprovisto de bunker, un dato que -al aplicarse a las clases sociales en su país- lo ubica en un grupo diferente al que construye búnkeres en sus casas ante la eterna amenaza de guerra entre las dos Coreas.

¿La pobreza no es exclusiva de Corea del Norte?

Corea del Sur es una potencia económica en comparación con Corea del Norte, pero a pesar de los beneficios sociales generales existe una clase social pobre, lo cual genera una polarización como en cualquier otro país. A causa de la internacionalización del K-Pop y de la creciente popularidad de sofisticados programas de televisión, se ha difundido una imagen bucólica de Sud Corea, así como la idea de que toda la sociedad sudcoreana es acaudalada, quizás por eso choca confrontarse con la pobreza existente.

¿Cuál es el origen de la idea del “olor de la pobreza” en Parásito?

El olor es un aspecto muy íntimo que percibes cuando la gente está muy cerca de ti, pero es un tema del que no se habla. En cuanto al lugar que ocupan los ricos y los pobres en la sociedad coreana, es muy significativo el hecho de que muy rara vez establecen contacto entre sí. Solamente cuando hay una relación laboral de por medio, como entre el señor y su chofer (tal como se ve en el filme), se produce un acercamiento, por lo cual el olor me pareció un buen hilo conductor en este filme y un poderoso elemento dramático. Por otra parte, te deja una profunda cuando escuchas a los ricos refiriéndose al olor que tiene la gente que toma el metro.

En Parásito hay muchos momentos de humor. ¿Al parecer imitar al dictador norcoreano es uno de los hobbies nacionales de Sud Corea?

(se ríe) Muchos presentadores de televisión norcoreanos hablan de una manera muy particular, por lo que es carnaza para los comediantes. Como el bunker fue construido para esa familia adinerada en caso de una invasión de Corea del Norte, quise hacer una broma, y que los personajes prácticamente dijeran que gracias a Norcorea podían vivir en ese bunker. En líneas generales, sin humor no sería capaz de hacer absolutamente nada; por instinto siempre lo incorporo en mis historias. Puedes emitir un mensaje de la manera más seria posible, sin embargo ni en mi vida diaria suelo ser tan solemne. Un chiste hace que te rías, notas que su efecto perdura y sigues pensando en él como si te penetrara.

¿Cuáles son los puntos de encuentro con el actor Song Kang-Ho, quien es prácticamente una constante en su filmografía?

Compartimos el sentido del humor. Cualquier cosa que quiero transmitir en clave jocosa él siempre lo hace más divertido y más realista. Puedo decir que su interpretación amplifica mi sentido del humor. Con Song Kang-Ho no importa la situación a la que se enfrenta su personaje, sea grotesca, atípica o desconocida, él le da credibilidad, además es un actor que posee el increíble poder de persuadir al público rápidamente. Por eso cuando escribo con él en mente, siento más confianza en mí, puedo ser más osado y más incómodo.

Parásito entra en la polémica sobre la violencia en el cine. ¿Le preocupa medir el nivel de violencia?

Claro que existen momentos violentos en el filme, pero en realidad no se ven detalles gore (violencia gráfica extrema). Pienso que mientras más gore, la audiencia tiende a no creer en lo que ve, detectan el truco, el maquillaje, el kétchup, la irrealidad. En el caso concreto de Parásito, las escenas violentas suceden tan rápido que el público no tiene tiempo de organizarlas en su cabeza. A decir verdad, la velocidad es lo que genera más miedo.  

¿Por qué cree que Parásito conecta con otras culturas tan diferentes?

Cuando se proyectó en la sala Lumière (en Cannes), me alegró que esa audiencia  tan variopinta, compuestas por personas de todo el mundo, se riese tanto durante la proyección. Sin embargo pienso que en Corea se ríen al menos en un 10% más (se ríe) Es que la audiencia coreana descubre ciertos matices, y por muy buenos que sean los subtítulos, no se puede captar todos y cada una de las connotaciones del idioma.

Con cada película usted se dispone a romper las reglas de los géneros cinematográficos, ¿qué tan lejos están dispuesto a llegar para defender su visión?

(se sonríe) No conozco todas las reglas de los géneros cinematográficos, ni tengo la intención de romperlas. En Corea tenemos un término que llamamos random dancing, que es ponerte a bailar dejando que tu cuerpo siga la música. Así es mi forma de hacer cine. Al concluir Parásito, la volví a ver y me pregunté qué le iba a decir al equipo de marketing. Decidí huir ante cualquier pregunta (se ríe) ¡Es que ni yo mismo sabía en cuál genero podría categorizarla!

Por Janina Pérez Arias

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