Roberto Burgos Cantor empezó a hacer parte de ese carnavalesco y letrado grupo en el que están Gabriel García Márquez, Germán Espinosa, Manuel Zapata Olivella, Gustavo Ibarra Merlano, entre otros referentes culturales de nuestro territorio desde que decidió ahondar en su ciudad como el mejor de los espacios posibles para hacer literatura. Esa Cartagena que se lee, que se disfruta por su historia y que se valora aún más por la forma en que nuestros escritores la han sabido narrar como un paraíso terrenal, que supera el fragor del tiempo y su inclemente fuerza, es la misma que hoy pierde la presencia de uno de sus ciudadanos ilustres, de uno de esos ciudadanos que consideraba que el mejor lugar para dejarse caer en brazos de las musas era la bahía aledaña a la isla de Manga.
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Justamente este 2018 era un año para rememorar y homenajear la obra de Burgos Cantor. Su cuento ‘La lechuza dijo el réquiem’, da testimonio del surgimiento de una pluma que nunca se desprendió de las raíces de su tierra y que luchó constantemente por mantener el arraigo cultural de una ciudad que ha sido emblema de nuestra nación desde mucho antes de la época de la colonización española. Con ese cuento de la 'La lechuza dijo el réquiem', Cantor afirmó el sendero que habría de andar y desandar en este medio siglo de obra en vida pero de una obra que, digna de sus relatos y de sus ideas, perdurará a través del tiempo y de las memorias de quienes pudieron descubrir su esencia literaria y de quienes más allá de su misión como escritor, descubrieron en él un ser humano excepcional, que nunca abandonó su ética y siempre se mostró generoso, atento y respetuoso ante los demás.
Sus 70 años de vida no se resumen únicamente en Ver lo que veo, La ceiba de la memoria, Ese silencio, El patio de los vientos perdidos. Sin embargo, sus historias, su literatura auténtica y enlazada a salvar y respetar la tradición de su tierra, era no solo una correspondencia con sus orígenes, sino que también era la razón que él mismo afirmó en una entrevista realizada por El Espectador, al decir que escribía para no morir.
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Premios como el Jorge Gaitán Durán, el Premio de Narrativa José María Arguedas y el Premio Nacional de Novela 2018 otorgado por el Ministerio de Cultura reafirman el valor de una prosa que se hizo rica por la variedad de figuras literarias y de experimentos gramaticales. Su narrativa, que se posicionó durante años, se hace eterna e imborrable para todos los que recurrimos a la literatura para salvarnos del espesor de lo cotidiano y escapar hacia esos terrenos y tiempos en los que la condición humana era el resultado de relaciones complejas y del aturdimiento de acontecimientos insospechados.