El Magazín Cultural

La infalibilidad de instagram

“Ser feliz es mi meta”, “Así como cuando uno se estrella con un sueño”, “La vida te propone, tu dispones”, “Ser libre es el camino de la libertad”, “Hoy seré feliz, vamos por el mañana”, “El amor es un sueño en nuestras manos”, “Camina, camina, y si te caes, camina”, “Ser la primera es posible, Adelante, se tu, #ereslamejor”.

Mauricio Navas Talero
17 de abril de 2019 - 09:38 p. m.
Cortesía
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La poética de Instagram está irrigada por sabiduría de sus usuarios que nos revelan secretos y verdades que también se pueden leer en el almanaque de cualquier droguería de barrio.  Sabiduría blindada contra toda contradicción. Negar que “el amor es un sueño en nuestras manos” equivale a darse con un ladrillo en los dientes, o desestimar un axioma de la complejidad de “camina, camina, y si te caes camina” equivaldría a salir a la calle empelota gritando que 2 y 2 da 439. 

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Bien por los poetas de la red, aplaudo su derecho a existir y a escribir, y no solamente eso, también los leo, son la huella de nuestra historia. Son los futuros fósiles que serán leídos por nuestros descendientes para entender el pensamiento de este siglo.  En el siglo XXIII van a concluir que vivíamos en una sociedad de sabios, bellos y triunfadores que expresaban un pensamiento altruista pero se mataban a causa del odio clasista, racial o religioso, y cuando comparen una emisión de un noticiero colombiano, por ejemplo, con los perfiles de Instagram van a entrar en un remolino perpetuo porque no van a imaginar que el “homo sapiens” de comienzos del siglo XXI vivía en “alarmante estado de estupidez” por cuenta de su arribismo, su compulsión a la notoriedad, su inconciencia y las redes sociales.

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Las redes sociales son el síntoma, no la enfermedad. Las redes sociales son el envase del pensamiento que se produce por estos tiempos.  Para que salgamos del remolino, ese que en tanto dilema trae a los padres de niños contemporáneos, la estrategia no es ver cómo controlamos, o vetamos el uso de los dispositivos, la salida está en aproximar a lo “humano”, en forzar la conversación, si es el caso, en llamar en lugar de mandar un WhatsApp, en retar a mirar a los ojos y volver a jugar serios en lugar de ligar por Tinder, en volver los libros de papel un artefacto revolucionario y sexy, no hay otra salida. Difícil porque la opción de ser esclavo y recibir instrucciones es una de las más apetecidas por los humanos.

Por Mauricio Navas Talero

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