El Magazín Cultural

Percy Shelley y Mary Shelley: entre la sumisión y el desapego

La escritora Mary Shelley y el poeta Percy Shelley se casaron cuando la escritora sólo tenía 16 años. Desde entonces, ella se dedicó, además de su obra, a la difusión de la de su esposo hasta el día de su muerte.

Luisa Rendón Muñoz
06 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
  / Ilustración: Tania Bernal
/ Ilustración: Tania Bernal

 

30 de agosto de 1797, Londres. Nacía Mary Wollstonecraft Godwin. Hija de la reconocida escritora feminista Mary Wollstonecraft y el escritor y político William Godwin. Años más tarde sería reconocida principalmente por la obra Frankestein y pasaría a tomar el apellido de Shelley, por su matrimonio con el poeta Percy. Juntos escribirían una historia de amor marcada por la literatura, la muerte y la poesía, todas estas, características esenciales de sus obras.  (Lea: Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares: Los que aman, odian)

Tras la muerte de Mary Wollstonecraft poco después del nacimiento de su hija, la educación de quien pasaría a la historia como Mary Shelley quedó a cargo de su padre, el filósofo William Goodwin. Sin ir a la academia, la pequeña estuvo rodeada desde su nacimiento de pensadores de la época, asistiendo así a las largas conversaciones que se desarrollaban en torno a temas políticos y literarios, pues su padre era reconocido por ser un precursor liberal del pensamiento anarquista.  (Lea aquí Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre: amores existencialistas) 

Su madre, Mary Wollstonecraft, había sido una feminista que para el siglo XVIII se había lanzado al mundo literario para establecerse como escritora en Londres. En su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1792), argumenta que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación, y que hombres y mujeres deberían ser tratados como seres racionales.

Con estas bases, Mary Shelley fue creciendo con la vocación de la escritura, relatando así lo que iba pasando a su alrededor. En una de las tertulias que se desarrollaban en su casa, conoció a Percy Shelley, uno de los tantos seguidores de su padre. Este provenía de una familia acaudalada, lo que permitió que lograse entrar a la academia de Oxford. Sin embargo, por sus cosmovisiones ateas, más tarde fue expulsado de esta. Años más tarde, buscando a quienes pensaran como él, conoció al maestro Godwin.  (Leer Hannah Arendt y Martin Heidegger: De eros y logos)

Para la época ya se hablaba de Shelley como un escritor nómada. A los 19 años salió huyendo de su país hacia Escocia, con un amor de las bajas clases que su padre no aceptaba. Pese a que decidió arriesgarse por construir una vida al lado de ella, luego conoció a la hija de Godwin, se prendó de ella y se fueron hacia la Europa continental.

Las citas de estos dos escritores empezaron en la casa de William Godwin, mientras escuchaban las ideas de él y los otros pensadores, hasta llegar a visitar constantemente la tumba de la madre de Mary, donde ella leía y perfeccionaba la escritura. “El cementerio, con la tumba sagrada, fue el primer sitio donde el amor brilló en tus ojos. Nos encontraremos de nuevo (...). Un día vamos a unirnos”, escribió en su diario diez años después de la muerte de su esposo.

Mientras viajaban de un lado a otro, y mientras escribían sus diferentes obras, el matrimonio se consolidaba con la llegada de su primer hijo. Sin embargo, pocos meses después el niño falleció.

La obra de los escritores

La muerte y las luchas sociales fueron los compromisos en sus obras. El amor de los dos escritores se complementó de tal forma, que la construcción de sus escritos fueron resultado del esfuerzo de la lectura y la verificación del contenido del otro. Ella era fatalista. Él, romántico.

Shelley palpitaba con la muerte. Su vida estuvo marcada con la muerte de su madre, y luego, con la de su hijo. Luego padeció el suicidio de la esposa de Percy, el suicidio de una de sus medias hermanas, la muerte de sus dos hijos más, las constantes visitas al cementerio y la muerte de su sobrino por parte de su media hermana. Todas esas muertes fueron, quizá, la motivación para que concibiera Frankenstein.

La obra de la escritora no fue sino conocida después de escribir Frankenstein. Ya casada con Percy, en compañía de Lord Byron y de John William Polidori, pasaron el verano de 1816 en Villa Diodati, lugar donde empezó la historia. Metidos en un desafío literario que consistía en escribir historias de terror, Mary Shelley escribió su novela Frankenstein; John Polidori creó El vampiro, y Percy concibió Los asesinos, obra que no suele incluirse en su bibliografía, pues sus creaciones hacían parte de las de una generación de poetas románticos, como Lord Byron y John Keats, cuyo ideal político se centraba en la liberación de los pueblos y en la revolución que se orientaba hacia lo público, comprometiéndose en lo social y en desarrollar una mitología alternativa al cristianismo. De esta forma, Percy recibió las enseñanzas de su maestro Godwin, convirtiendo la poesía en un arma revolucionaria: “La poesía es el más infalible heraldo, compañero y seguidor del despertar de un pueblo que se dispone a realizar un cambio en la opinión o en las instituciones”.

A pesar de que la escritora Mary Shelley tuviera todo el potencial para ser una gran escritora, siempre estuvo encaminada a mostrar más la obra de su padre y de su esposo. Por eso, aunque haya escrito Historia de un viaje de seis semanas, El último hombre, Transformación y otros cuentos, etc., pocas veces se le reconoce más allá de su libro Frankenstein o de la labor que tuvo como editora y promotora de la obra de su esposo. Y aunque su madre ya hubiese escrito mucho antes de su nacimiento que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación, y que hombres y mujeres deberían ser tratados como seres racionales, Mary Shelley buscó hacer más conocida la obra de su esposo que la propia, aunque él mismo hubiese querido algo más para ella. “Juro ser cuerdo, justo y libre mientras pueda. Juro no hacerme cómplice, ni siquiera con mi silencio, de los egoístas y los poderosos. Juro consagrar mi vida a la belleza”.

Percy murió ahogado en una isla de Italia después de que una tormenta rompió la embarcación en la que estaba. Después de quemar el cuerpo, se dice que lo único que no se pudo incinerar fue el corazón del poeta, el cual fue guardado por su esposa Mary en un trozo de poema de Percy. Tras su muerte, ella escribió: “Yo nunca fui el atardecer de ningún Paraíso, sino la criatura humana bendecida por la compañía y el amor de un espíritu elemental, un ángel quien prisionero en su carne, no pudo adaptarse a su vasija de barro y así ha volado y la ha dejado”.

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Percy Bysshe Shelley

Entre sus obras más famosas se encuentran “Ozymandias”, “Oda al viento del oeste”, “A una alondra” y “La máscara de Anarquía”. También es muy conocido por su asociación con otros escritores contemporáneos como John Keats y Lord Byron. Murió, como estos últimos, a una edad temprana. Estuvo casado con la escritora Mary Shelley. Sólo al final del siglo XIX, el trabajo de Shelley se hizo respetable entre la burguesía y la alta sociedad, popularizada quizás por biografías como la de Henry Salt: “Percy Bisshe Shelley: poeta y pionero” (1896).

Mary Shelley

Durante su vida fue tomada en serio como escritora, pese a que los críticos habitualmente no apreciaban los rasgos políticos presentes en sus obras. A su muerte, sin embargo, fue principalmente recordada como la esposa de Percy Bysshe Shelley y la autora de “Frankenstein”.​ En efecto, en el prólogo de sus cartas publicadas en 1945, el editor Frederick Jones escribió que “analizar una colección de este tamaño no puede justificarse por la calidad general de las cartas o por la importancia de Mary Shelley como escritora. Es por haber sido esposa de Percy Shelley por lo que despierta nuestro interés”.​ Esta forma de verla continuó hasta 1980, cuando Betty Bennett publicó el primer volumen de las cartas completas de Mary Shelley. 

Por Luisa Rendón Muñoz

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