Alexandr Lukashenko, 25 años siendo el "último dictador de Europa"

Bielorrusia lleva cinco lustros regido por la misma persona: Alexandr Lukashenko, quien ha hecho de Bielorrusia el país menos democrático de Europa, reprimiendo cualquier protesta u oposición.

Ignacio Ortega / Efe
20 de julio de 2019 - 05:20 p. m.
 El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, cumple este sábado, 20 de julio, 25 años en el poder. / AFP
El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, cumple este sábado, 20 de julio, 25 años en el poder. / AFP

El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, cumple este sábado 25 años en el poder sin dar señales de agotamiento al frente del país menos democrático de Europa, donde cualquier disenso o protesta es reprimida por el todopoderoso KGB.

"Lukashenko es como (el presidente ruso, Vladímir) Putin. Quiere amasar todo el poder en sus manos", comentó a Efe Anatoli Lebedkó, el histórico opositor bielorruso.

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Lebedkó conoció a Lukashenko cuando éste fue elegido diputado durante la "perestroika" (1990) después de dirigir una granja colectiva (koljoz).

"Por la mañana apoyaba a los demócratas y por la noche a los comunistas", recuerda.

Un cuarto de siglo después, Lukashenko sigue gobernando Bielorrusia como si se tratara de un koljoz. El considerado durante muchos años "último dictador de Europa" es capaz de destituir personalmente desde un primer ministro al director de una cooperativa agrícola.

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"El modelo de 'gestión manual' de Lukashenko ha sido un fracaso. En los países vecinos, Polonia y los bálticos, el salario es tres veces mayor. En Europa se sorprenden de que tengamos tanta paciencia", comentó a Efe Stanislav Shushkévich, el que fuera el primer mandatario de la Bielorrusia independiente (1991-1994).

Sus críticos le acusan de "incongruente", "lenguaraz", "hiperactivo" y "poco inteligente", pero con la reciente renuncia del histórico líder kazajo, Nursultán Nazarbáyev, Lukashenko es el dirigente europeo y postsoviético que lleva más años en la presidencia.

"Es mejor ser dictador que gay", aseguró en 2012 en respuesta a las fuertes críticas del ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwell, un homosexual confeso.

Lukashenko, un nostálgico de la Unión Soviética que nunca ha ocultado su admiración por Iósif Stalin, llegó al poder tras desbancar a Shushkévich en las elecciones presidenciales de julio de 1994.

"El régimen de Lukashenko es una dictadura torpe que se cimienta en métodos soviéticos, con el KGB como instrumento de represión", comentó a Efe Shushkévich.

En el régimen autoritario bielorruso el orden es dogma de fe, no hay cabida para la oposición democrática y se sigue aplicando la pena de muerte, motivo por el que Bielorrusia es el único país del continente al margen del Consejo de Europa.

"El régimen bielorruso se sostiene en tres pilares: el miedo al KGB, la dependencia económica de casi toda la población del Estado y el apoyo de Rusia", señaló Lebedkó.

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Bielorrusia, el único país donde el KGB conserva su antiguo acrónimo soviético, es la columna vertebral del régimen. "No es como la URSS, pero la gente tiene miedo a hablar. Sólo lo hacen en sus cocinas, como en los tiempos de Stalin", explicó.

Además, Bielorrusia es la última economía planificada de Europa, un sistema en el que todos los ciudadanos dependen del presidente para cobrar sus salarios, subsidios o becas.

"Y si cometes un error, entonces no cobras. Entre la libertad y el frigorífico, la mayoría de bielorrusos eligen el frigorífico, ya que deben alimentar a sus familias", apuntó el opositor.

En cuanto a Rusia, los analistas consideran que la estabilidad política y económica depende exclusivamente del respaldo de Putin y de los subsidios a los hidrocarburos rusos.

El problema es que el aparato económico del Gobierno ruso no parece dispuesto a seguir subsidiando a la economía bielorrusa y haciendo la vista gorda ante las estratagemas de Minsk para sacar beneficio de la entrada de productos europeos en el mercado ruso pese al embargo a Occidente.

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Y es que las relaciones entre Moscú y Minsk ya no son lo que eran. Todo cambió en 2014, cuando Lukashenko se negó a reconocer la anexión rusa de la península de Crimea, mantuvo una postura neutral en el conflicto ucraniano e incluso propuso a Minsk como sede de las negociaciones de paz.

Eso le valió el levantamiento de las sanciones occidentales y un acercamiento a la Unión Europea. Putin intentó rescatar la idea de una Unión Estatal entre sus dos países, para evitar que Bielorrusia cayera en brazos de Occidente, pero Lukashenko se niega a ceder soberanía.

"Lukashenko quiere tener las manos libres y Putin quiere recortar esa libertad. Y es que para Lukashenko Bielorrusia es una sociedad accionarial que debe ser heredada por su hijo" pequeño, Nikolái, afirmó Lebedkó.

Lukashenko, que cumplirá 65 años en agosto, ha anunciado su intención de presentarse a la reelección en 2020, lo que le permitiría perpetuarse en el poder hasta 2025.

Aunque el líder bielorruso esté ya "buscando su lugar en la historia", según Lebedkó, pocos creen que seguirá la senda de otros dirigentes postsoviéticos e inicie una transición política con una reforma de la actual Constitución presidencialista. 

Por Ignacio Ortega / Efe

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