Barcelona: “Hoy toca enjugarse las lágrimas y reconstruir lo que nos han roto”

En el curso de unos devastadores minutos, Barcelona, núcleo de movimientos independistas y antituristas en los últimos meses, se convierte en el foco de la unidad regional, nacional, europea y global de cara al acecho del fundamentalismo islámico.

Nicolás Elíades Vesga
20 de agosto de 2017 - 04:34 a. m.
Decenas de mensajes solidarios fueron dejados en uno de los locales de Las Ramblas, en Barcelona.  / AFP
Decenas de mensajes solidarios fueron dejados en uno de los locales de Las Ramblas, en Barcelona. / AFP
Foto: AFP - JOSEP LAGO

En el corazón de una de las capitales turísticas del mundo está Las Ramblas de Barcelona, uno de los bulevares más famosos de España. Su origen se remonta a la desamortización del siglo XIX, movimiento que buscaba quitarle excesivos terrenos y propiedades a la Iglesia. Así, de las cenizas de numerosos céntricos conventos calcinados y el desastre que este momento supuso, surgió un espacio que invitaba a la ciudadanía y a sus visitantes a reunirse bajo la sombra de elegantes plataneros, árboles insignia del urbanismo español.

El paseo comienza su recorrido en la Fuente de Canaletas (cerca de ella se produjo el atropello masivo que cobro la vida de 13 personas y dejó centenares de heridos el pasado jueves) y desemboca en el mar a los pies de una estatua de Colón, quien mira hacia las Américas, atando el viejo puerto mediterráneo al nuevo mundo y sus habitantes, un guiño a la hispanidad compartida.

Quien haya visitado esta mítica calle recordará, además de la agobiante masa de turistas empujando a paso de paseo dominguero, los coloridos quioscos amontonados de gafas de sol, sombreros, aceites de bronceo y suvenires hechos en China. Sustituyen a los antiguos puestos de pájaros y flores con su clientela burguesa, tan desaparecida de este entorno como los parasoles que portaban. En las orillas del paseo se codea todo tipo de insignia del consumismo moderno como Starbucks y Dunkin’ Donuts, con cafeterías y bares más tradicionales, retratistas y pintores, todos luchando por protagonizar en el repertorio de quienes visitan, por un módico precio de turista.

A pesar de su ubicación e importancia, Las Ramblas o La Rambla (Les Rambles, en catalán) es poco transitada por los locales. Devorada por el turismo, los barceloneses la mencionan con un sabor casi amargo. Cruzarla supone tanto esfuerzo que la calle es abandonada a las hordas de turistas que invaden casi permanentemente sus aceras, una batalla perdida para quienes llaman la capital catalana su hogar. La avenida pareciera una novia bonita despreciada por irse con uno que tenía más plata. Hasta que llegan noticias de que la mataron. Y como suele ocurrir a la luz de la tragedia, los barceloneses, los catalanes y los españoles se dan cuenta de que la quieren.

Atiborrada en cada momento de cada día y cada semana de cada año, por primera vez se puede ver el suelo de Las Ramblas, hasta ahora relegado al olvido bajo los pies de transeúntes seducidos por Gaudí, el mar y su catedral de sal. Esta semana brilló como fondo de un paisaje dantesco, despejado de todo salvo, los cuerpos rotos de víctimas, cochecitos de bebés abandonados en el pánico y la blanca furgoneta cuyo trayecto sangriento acabó como la aguja de un compás apuntando al mosaico del artista referente del arte español, Joan Miró. La creación y la belleza quedadaron yuxtapuestas con la muerte y el terror, congelados en un grito silencioso que conmovió al mundo.

Barcelona, por primera vez en muchos años, se convierte inequívocamente en española. El ataque terrrorista fue al corazón de España, a pesar de ocurrir en una ciudad que alberga a los líderes de un movimiento que desean dejar atrás su relación con el resto del país, y que hoy, gracias al terror, es más española que nunca.

Una urbe cosmopolita y multicultural que ha visto desde mayo varios actos vandálicos contra el turismo. Los reivindicó Arran, una organización de no más de 500 miembros, nacida en 2012 (una rama de la unión de organizaciones históricas de jóvenes independentistas), que justifica sus acciones en Barcelona (actúan también en Valencia, San Sebastián y Palma de Mallorca) diciendo que “el turismo destruye el territorio y condena a la miseria a la clase trabajadora”.

Pero es un grupo menor. Al año, 12 millones de viajeros duermen en los más de 400 hoteles y cerca de 300 pensiones y decenas de otros alojamientos en la ciudad.

Siguiendo el estilo comunicativo de la política en 2017, el rey Felipe VI declaró horas después de los sucesos en Twitter: “Son unos asesinos, simplemente unos criminales que no nos van a aterrorizar. Toda España es Barcelona. Las Ramblas volverán a ser de todos.” La sangre derramada en Barcelona es de toda España y despierta la conciencia del país entero, unidos por el dolor y la indignación del retorno del terrorismo islámico fundamentalista a las costas ibéricas. El terrorismo, dice el periodista naturalizado español Eduardo Goligorsky, “apuntó contra España con la mira puesta en Barcelona”.

Ayer lo albergó Madrid, cuando en 2004 Al Qaeda utilizó sus trenes como armas contra la libertad occidental. Esta semana un vehículo como cualquier otro fue el rostro de la tragedia, y el Miró bajo sus llantas, la cara de la unidad de un país que hasta hace unos días debatía la legalidad de un referendo separatista.

Muchas personas se congregaron este fin de semana al frente de Teatre del Liceu, en Barcelona. El mensaje: no dejarse caer ante el terror. / EFE

“No nos vencerán. Estos atentados cobardes no cambiarán los valores de una ciudad valiente. No permitiremos que el odio y el racismo se instalen entre nosotros. Barcelona seguirá siendo una ciudad de paz, democrática, orgullosa de su diversidad y convivencia. El miedo no prevalecerá. Volveremos a pasear por La Rambla y lo haremos con libertad y con amor por nuestra ciudad y por la vida,” declaró su alcaldesa, Ada Colau, antes de recorrer el camino ahora sembrado de dolor y muerte para dejar flores sobre el Miró, monumento espontáneo a los caídos.

El atentado sufrido… debe unirnos como país y dar una respuesta única y contundente en favor de la paz, la democracia y los valores de nuestra sociedad”, reza el editorial de Voz Populi, diario liberal español. Es una de tantas voces, recogidas en tuits, discursos y artículos que con una voz declaran que ante la barbarie terrorista sólo cabe una respuesta: la unidad. El periódico español El País va más allá y declara que “el ataque en La Rambla llama a la unidad en una nueva agenda política”.

No es la primera vez que España se enfrenta al terrorismo. El otro gran grupo terrorista que levantó armas contra España, ETA, se venció con el conjunto de todas las fuerzas democráticas y de la sociedad española. “Todos, unidos, seamos de donde seamos, somos más fuertes. Somos mejores. Unidad y firmeza frente al fanatismo”, agrega la citada voz del pueblo, recordando el estrago del terrorismo vasco.

En Madrid, la capital española, sobre la escalinata principal del Congreso de los Diputados, se han dado cita portavoces políticos de todos los partidos para dar voz a un único rechazo. Ayuntamientos en toda España han querido mostrar con su silencio el rechazo a la violencia terrorista. El secretario general del PSOE (Partido Socialista), Pedro Sánchez, y líder de la oposición, coincidió en “la voluntad conjunta” de convocar el pacto antiterrorista que adelantó el presidente del gobierno Mariano Rajoy, del PP (Partido Popular), tras los atentados.

Los ciudadanos de Barcelona ofrecieron sus hogares a los afectados por el caos y los bloqueos con la etiqueta #PortesOuvertes: puertas abiertas. Las muestras de solidaridad no sólo se limitaron a la ciudad atacada. En las redes sociales por toda España se sentía lo que hacía mucho se había olvidado: primero somos humanos y luego todo lo demás. Del dolor que sufrió una calle, en una ciudad, en una región, en un país, surgió como la misma Rambla de la ceniza de conventos quemados, una única voz de rechazo contra el terrorismo.

Jordi Gracia, vecino de Barcelona, alienta en su Facebook a catalanes, españoles, europeos, colombianos, a todos: “Arriba, hoy toca enjugarse las lágrimas y reconstruir lo que nos han roto. Sos de Barcelona y esta ciudad es abierta, solidaria y respetuosa. Aquí todo el mundo es bienvenido y lo será aún más… No ganan si nos cogemos de la mano, unidos, en catalán, en chino, en español, en ruso, en árabe, en italiano, en los cientos de idiomas que se hablan en Barcelona. Este fin de semana llenaremos las calles, podréis matar a 15, a cien, a mil, pero no podréis cambiar el carácter de un pueblo digno y solidario. No lo permitiremos. Somos barcelona, y nadie nos va a cambiar”.

La espiral del ataque en Barcelona

La camioneta

Pasadas las 4 p.m. del jueves, Moussa Oukabir, de 17 años, estrelló una camioneta blanca contra un grupo de personas que caminaba por Las Ramblas, la zona turística más importante de Barcelona. Asesinó a 13 personas y dejó heridas más de 100. Entre las bajas hay niños.

La casa

Horas después del atentado en Las Ramblas, la policía confirmó que ésta se encontraba ligada con el estallido de una bomba en una casa en Alcanar, un municipio de Cataluña. Ambos obedecían, tal y como la misma organización lo confirmó después, al EI.

Otro vehículo en Cambrils

En la madrugada del viernes, un vehículo con cinco terroristas atropelló a varias personas en Cambrils. Las autoridades lograron frenar el vehículo, lo volcaron y dieron de baja a cinco de los atacantes.

Las pesquisas

Las autoridades creen que la responsable del ataque es una célula de 12 personas, perteneciente al Estado Islámico. En la mañana del viernes, la policía confirmó que entre los cinco terroristas que murieron en la operación policial en Cambrils estaba Moussa Oukabir.

Por Nicolás Elíades Vesga

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