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Tres tipos de relaciones de EE.UU. con Asia

¿Donald Trump o Joe Biden? Varios frentes abiertos en territorio asiático hacen ver varios escenarios tras la cita en las urnas de Estados Unidos. ¿Cuáles son y por qué son importantes?

Pío García *
01 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.
Los debates electorales entre Donald Trump y Joe Biden fueron seguidos con interés en varios países asiáticos.
Los debates electorales entre Donald Trump y Joe Biden fueron seguidos con interés en varios países asiáticos.
Foto: AP - AP

De los tres tipos de relaciones de Estados Unidos con Asia, las estructurales están dictadas por la lógica geopolítica y operan la competencia con China de manera primordial. Estas no sufrirán cambios sea quien sea quien esté al frente de la Casa Blanca. Forma parte de la tensión heredada de la Guerra Fría, mediante la cual perviven tanto la presencia militar estadounidense en toda Asia como los acuerdos militares con ciertos países.

La Flota del Pacífico comprende 200 barcos, 2 mil aviones de combate, 250 mil miembros de la Marina y cubre las aguas de ese océano y el Índico. La Quinta Flota, de menores dimensiones, se proyecta sobre el golfo Pérsico, el mar Rojo y las costas africanas. Junto a este personal y equipos están las fuerzas terrestres, acantonadas en 16 países asiáticos, desde Corea y Japón hasta Bahréin, pasando por Filipinas, Tailandia y Singapur. Esta tropa supera los 150 mil soldados y su presencia obedece a acuerdos militares que fueron firmados a lo largo de la Guerra Fría.

Al anterior personal es preciso sumarle las fuerzas de ocupación en Afganistán e Irak una nueva presencia militar estadounidense en Asia en el siglo XXI. Obama fue elegido con la promesa de abandonar esos conflictos, pero concluyó su mandato sin cumplir con el retiro militar completo; tampoco lo ha hecho Trump. Con el ingreso a Afganistán, el Pentágono terminó de cercar a China, y el cerco continuará. El componente estratégico adicional e inamovible lo constituye Israel. Sin importar quién esté en la oficina presidencial, la protección estadounidense a ese país está garantizada, por efecto de la inmensa influencia del lobby israelí en la alta administración y en el Congreso. Con compromisos familiares mucho más profundos que sus predecesores, Donald Trump fue más allá que cualquier otro presidente en las concesiones a Israel, como lo fueron el traslado de la Embajada a Jerusalén, el reconocimiento de soberanía israelí sobre los Altos del Golán y la aceptación de la ocupación de Cisjordania. Es probable que una administración demócrata revise algunas de estas medidas, con el fin de estar más a tono con las disposiciones de la ONU, pero sin poner en riesgo el cordón umbilical con el gobierno israelí.

Un segundo tipo comprende las relaciones funcionales, orientadas por intereses partidistas. Estas son removibles. La percepción de la administración Obama sobre Asia contrastó con los objetivos de la administración Trump. En este caso, su política comercial ha estado signada por el distanciamiento de los acuerdos colectivos o regionales, sin tener una dimensión clara de sus alcances. Como el republicano, Obama también se empeñó en quitarle ventajas económicas a China, pero de una forma indirecta. Para lograr ese cometido, impulsó el Tratado Trans-Pacífico, por medio del cual reunía en una gran red comercial y de inversiones a 20 países de Asia, Oceanía y América, sin incluir a China. Trump se retiró de ese acuerdo con el fin de emprender en solitario la ofensiva comercial contra la gran potencia asiática. Una administración demócrata tratará de rescatar el acuerdo. Asimismo, habría iniciativas estadounidenses encaminadas a asociar países asiáticos, con el fin de contrarrestar el impacto de la Nueva Ruta de la Seda que promueve Beijing. Más afín a las reglas de la interdependencia económica y el multilateralismo, el demócrata no solo rescataría el Tratado Trans-Pacífico, sino que renovaría los compromisos con la OMC. De igual modo, retomaría la colaboración con la Agencia de Energía Atómica, por lo cual resultaría renovado el acuerdo con Irán y las negociaciones con Corea del Norte, en vía contraria al retiro que Trump hizo del primero y de la inconclusa gestión personal con Kim Jong-un.

El tercer tipo reúne las relaciones circunstanciales, referidas a la coincidencia de pareceres de ciertos líderes con el presidente estadounidense. El caso emblemático es la afinidad ideológica con Rodrigo Duterte, el mandatario filipino, gracias a la cual Estados Unidos no se ha pronunciado contra el constante ultraje a los derechos humanos en el archipiélago. El chovinismo y el racismo son preferencias compartidas también con los jefes de gobierno de India y Australia, con los cuales la actual colaboración tan cercana es susceptible que dé lugar a encuentros menos efusivos. Biden estimularía foros y programas de protección a migrantes, las condiciones laborales y el ejercicio de libertades políticas en Asia.

* Universidad Externado de Colombia.

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Por Pío García *

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