Esto es lo que se juegan las potencias en Siria

Mientras un equipo de investigación de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas se organiza para investigar el uso de gases letales en Duma, Estados Unidos se prepara para un ataque, apoyado por el Reino Unido y Francia, principalmente. Este es el panorama.

El Espectador
11 de abril de 2018 - 03:00 a. m.
Tropas de EE. UU. en un entrenamiento de rutina a bordo del portaaviones Theodore Roosevelt, desde donde se lanzaría la operación contra Siria. / AFP
Tropas de EE. UU. en un entrenamiento de rutina a bordo del portaaviones Theodore Roosevelt, desde donde se lanzaría la operación contra Siria. / AFP
Foto: AFP - TED ALJIBE

La guerra en Siria se convirtió en un complejo ajedrez político en el que las grandes potencias tienen muchos intereses en juego. El ejército de Estados Unidos —como los de Rusia, Francia e Irán, entre otros— lleva operando sistemáticamente en medio del conflicto interno sirio desde al menos 2014.

Después del presunto ataque químico del sábado en Duma, que provocó más de 40 muertos, según los Cascos Blancos y la ONG Syrian American Medical Society, Siria está en alerta máxima ante una posible respuesta militar por parte de Occidente.

El embajador sirio ante la ONU, Bashar al Jaafari, acusó a Estados Unidos, Francia y otros países occidentales de hacer acusaciones falsas contra Damasco para “abrir la vía a un ataque en Siria como la agresión criminal de Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak en 2003”.

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Washington le solicitó al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que vote una resolución sobre la intervención. Rusia pidió lo mismo, pero para detener cualquier respuesta militar. Un pulso diplomático que empeora una guerra que acaba de entrar en su séptimo año y deja medio millón de muertos.

El equilibro de la región es cada vez más inestable y las tensiones entre Occidente y Rusia sólo escalan. La solución a la cruel guerra queda como la cuestión menor; la carnicería sigue, los débiles siguen muriendo, se siguen violando todos los derechos humanos y el conflicto interno parece no tener fin.

Basta recordar los efectos del primer ataque de Trump sobre Siria, el 6 de abril de 2017, cuando ordenó el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk contra instalaciones militares de Bashar al Asad. Trump dijo entonces que las fotos de los muertos y heridos en el ataque a Khan Sheikhoun lo indignaron y cambiaron su visión del conflicto.

¿Qué pasó después? El régimen sirio siguió acabando con la oposición con cercos inhumanos como el que le aplicó a Guta Oriental. ¿Qué cambió ahora? Que, según el comportamiento de Occidente, se permite todo, menos usar armas químicas. Aunque vale recordar que el uso de gas sarín y cloro fue reportado en esta guerra desde 2013. Hay datos de 85 ataques químicos en los últimos años de la guerra.

Ahora Washington vuelve a alzar la voz. Dice que está listo para actuar con o sin apoyo de la ONU, pues tiene el respaldo de Francia y el Reino Unido. Esto es lo que se juega cada potencia: 

Estados Unidos y los líos legales de Trump

Pasan muchas cosas alrededor de Trump justo ahora. El presidente canceló su primer viaje a América Latina porque “quiere supervisar la respuesta estadounidense en Siria”, según informó la oficina de prensa de la Casa Blanca. Pero resulta que la cancelación y la amenaza de ataque a Siria se producen un día después del allanamiento por parte del FBI de las oficinas y la residencia de Michael Cohen, el abogado personal del presidente. Trump, dicen, está furioso.

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La semana pasada, el mandatario había anunciado su intención de retirar las tropas de EE. UU. en Siria “lo antes posible”. Cuando atacó territorio sirio, por primera vez en 2017, su gobierno se asfixiaba por los indicios de la relación de su entorno con Putin. El ataque cambió el foco de las noticias esa vez. ¿Qué busca ahora?

Israel e Irán, la guerra a larga distancia

Llevan años mostrándose los dientes, pero la posibilidad de que los persas aprovechen su intervención en la guerra siria para avanzar hacia la frontera israelí tiene las alarmas encendidas para el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Irán, que entró a la guerra siria junto a Rusia, del lado de Bashar al Asad, se ha hecho sentir con ataques que utilizan misiles balísticos intercontinentales, parecidos a los norcoreanos, y mediante el apoyo del Hizbolá, la milicia y movimiento político del Líbano que simpatiza y es financiado por el régimen iraní.

Poco antes del reciente ataque químico a las afueras de Damasco, Israel había bombardeado una base militar en Palmira, en Siria central. Allí, según la prensa oficial iraní, murieron 14 miembros del ejército persa, entre ellos la persona responsable del programa de drones de Irán. Para Mohammed Javad Zarif, ministro de Exteriores iraní, el ataque contra la base aérea T4 es una consecuencia de los avances contra los enclaves rebeldes que rodean Damasco: “El régimen sionista y los Estados Unidos en diferentes momentos han entrado en escena únicamente para subirles la moral a los terroristas”, dijo, mientras en Israel, el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, prometía que en ninguna circunstancia permitiría el arraigo de Irán en territorio sirio. Su visión es clara: “No tenemos otra opción”.

Macron, contra la espada y la pared

La respuesta de Francia parece inevitable: atacar. Los medios nacionales, la opinión pública y las declaraciones del presidente Macron, a lo largo de su mandato, parecen haberlo llevado a un callejón sin salida.

El margen de maniobra comenzó a desaparecer el verano pasado cuando, además de condenar el uso de armas químicas, aseguró: “Cuando estableces líneas rojas —como el uso de armas químicas— y no sabes cómo asegurarte de que sean respetadas, estás eligiendo ser débil. Esta no es mi decisión”.

Y agregó: “Si son usadas este tipo de armas y nos enteramos de dónde provienen, Francia enviará ataques para destruir el lugar donde están almacenadas”.

El mandatario, quien criticó en su momento el ataque fallido a Libia en 2011 por parte del gobierno de Nicolás Sarkozy, tendrá que hacerse cargo de la situación y decidir si aliarse con el gobierno de Trump y atacar o hacerlo por su propia cuenta, cosa que, según medios internacionales, es posible.
Francia ya había respaldado un ataque de EE. UU. sobre Siria en agosto de 2013, luego de que miles de personas murieran por gas en Guta. Pero Barack Obama desistió y París suspendió sus planes.

Rusia: en busca de negocios y prestigio

En teoría,  Rusia llegó a Siria para deshacerse del Estado Islámico. Se estima que en 2030 la población musulmana en el gigante euroasiático superará los 18 millones. Eso, sumado a la cercanía geográfica con Oriente Medio, los ataques yihadistas como el que sufrió el metro de San Petersburgo y el posible regreso de los militantes rusos que se unieron al Estado Islámico, justificó la intervención en Siria, pero hay más.

Ver más: Bashar al-Asad, el problema más grande de Rusia en Siria

Tras la Primavera Árabe, Rusia se quedó sin uno de sus clientes claves en el comercio de armas: Muamar Gadafi. Putin no sólo estaría aprovechando la guerra para poner a prueba los avances de la industria militar de su país; también busca nuevos clientes para reemplazar las compras que hacía el régimen libio. La intervención militar en Siria también coincide con uno de los principales proyectos de Putin: relanzar su país como una potencia global.

No en vano, Rusia ha estado detrás de cada una de las treguas que han ocurrido en Siria desde que se inició el conflicto, una situación que también le ha permitido fortalecer sus alianzas con los actores regionales que tienen una relación tensa con Occidente, como Irán y Turquía.

Reino Unido no se olvida de Putin

La herida sigue abierta para el gobierno de Theresa May. Aunque parezca un evento lejano, el envenenamiento del espía ruso Serguéi Skripal, el pasado 4 de marzo, es una pieza importante en el ajedrez político que rodea el conflicto en Siria. El apoyo del presidente Vladimir Putin a Bashar al Asad hace que, inevitablemente, el Reino Unido sienta la presión de responder mediante una alianza con EE. UU., Francia y otros gobiernos.

Cuando se supo del bombardeo con armas químicas a las afueras de Damasco el domingo pasado, May aseguró que “estamos trabajando con nuestros aliados para evaluar lo que sucedió y, si es necesario, tomar medidas”.

Ver más: La maldición de los Skripal

A pesar de que el secretario de Relaciones Exteriores rusas, Serguéi Lavrov, aseguró que no comprobaron la presencia de armas químicas, el Reino Unido no deja de sospechar que el gobierno de Putin ha violado acuerdos internacionales para favorecer al régimen de Al Asad.

El Reino Unido mantiene todas las posibilidades abiertas, con tal de mostrar una posición firme en la tensión latente con Rusia. Al igual que Francia y EE. UU., tiene una importante presencia militar cerca de Siria, en apoyo a la lucha contra el Estado Islámico.

Por El Espectador

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