¿La negligencia provocó otra tragedia en Argentina?

Un incidente ferroviario tiene a un ministro de los gobiernos Kirchner enfrentándose a la justicia. La desaparición del ARA San Juan promete repetir la historia en la era Macri.

Mateo Guerrero Guerrero
24 de noviembre de 2017 - 03:00 a. m.
Los familiares de la tripulación del ARA San Juan han denunciado a través de los medios las condiciones precarias en las que trabajaban los marinos. / AFP
Los familiares de la tripulación del ARA San Juan han denunciado a través de los medios las condiciones precarias en las que trabajaban los marinos. / AFP
Foto: AFP - EITAN ABRAMOVICH

“Está todo atado con alambre”, es una de las frases recurrentes entre los familiares de la tripulación del ARA San Juan para referise al mal estado del submarino desaparecido. Ellos mismos la escuchaban con frecuencia de la voz de sus seres queridos y ahora no paran de repetírsela a los medios. Así le pasa a Itatí Leguizamón, esposa de Germán Suárez, radarista de la nave.

“Cualquier persona, allegada o familiar, sabe muy bien en las condiciones en que trabajan ellos”, le contó la abogada y comunicadora social a la emisora de radio Delta. También habló, sin dar muchos detalles, de la vez en que su esposo le contó sobre el incidente “grave” que en 2014 ya había dejado en vilo a la tripulación del ARA San Juan y que, según Leguizamón, “no es un secreto para nadie”.

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El jueves en la mañana, la noticia que causó la ira entre quienes esperaban noticias sobre sus familiares en la Base Naval de Mar del Plata llegó de un lugar inesperado. La Organización de Control de Pruebas Nucleares, con sede en Austria, informó que un “evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear” se registró el mismo día y en el mismo punto en el que el ARA San Juan se comunicó con tierra para reportar una falla en su sistema eléctrico.

“Mataron a mi hermano, hijos de puta. Mataron a mi hermano porque lo sacan a navegar con alambre”, se escuchó entre los familiares de la tripulación y los motivos de la consternación se hicieron claros para el público cuando el capitán Enrique Balbi, el portavoz de la Armada Argentina, difundió la información que había llegado desde Austria y confirmó las versiones sobre el “ruido” del que también había hablado la marina estadounidense.

Tras una semana de búsquedas sin éxito, la idea de que el ARA San Juan había hecho implosión, la imagen de la nave cerrándose como un puño por cuenta de la presión del mar, con sus tripulantes a bordo, era difícil de mantener lejos de quienes aún los esperaban en tierra. También resultaba complicado dejar de pensar en las limitaciones presupuestales de la Armada argentina y de lo que esos mismos familiares le habían gritado al presidente Macri hace unos días: “¿Tenía que morir alguien para cambiar? ¿No podían haber invertido algo antes?”.

¿El Once de Macri?

Mientras la Fiscalía argentina recoge información para “dilucidar qué pasó y por qué pasó”, y aunque la jueza federal Olivia Marta Yáñez afirmó que “no hay delito para investigar”, la precariedad de los equipos del submarino en la que insisten las familias de los marinos trae a la memoria otra tragedia reciente en la historia Argentina.

El 22 de febrero de 2012, a las ocho de la mañana, el tren que llegó por la línea Sarmiento a la estación de Once no frenó. 53 personas murieron y más de 700 resultaron heridas. Con el tiempo se supo que el tren ni siquiera tenía velocímetro.

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Desde septiembre de este año, Julio De Vido, quien estuvo al frente del Ministerio de Planificación Federal cuando ocurrió el incidente, y durante los mandatos del matrimonio Kirchner, afronta una posible sentencia de 11 años de prisión por el incidente. Se lo acusa de comprar trenes en mal estado a España y Portugal, además de no auditar correctamente los contratos ferroviarios que se le asignó a Trenes de Buenos Aires, la empresa que operaba el tren que protagonizó la tragedia y que habría fallado en realizar el mantenimiento del equipo.

Después de la Guerra de las Malvinas y con el fin de la dictadura militar, el presupuesto destinado al Ministerio de Defensa de Argentina se vino al suelo. Hoy se invierte 0,96 % del PIB en las Fuerzas Militares de lo cual el 70 % se dedica al pago de salarios y pensiones. Según la publicación especializada Jane’s Sentinel, la escasez de recursos provocó que en 2014 la flota de submarinos argentina estuviera sumergida 19 horas cuando habría necesitado 190 días para cumplir sus cuotas operativas y de capacitación.

“Padres y familiares, con los cuales hemos estado año tras año, son el testimonio de un Estado que tiene que hacerse presente, con obras y con transformaciones, para garantizarnos no sólo el bienestar, sino también nuestra seguridad”, dice el comunicado con el que, hace un año, el presidente Macri conmemoró la tragedia ferroviaria del Once. Los familiares de la tripulación del ARA San Juan, que insisten en la precariedad con la que navegaban sus seres queridos, deben estar preguntándose si esas obras y transformaciones van a llegar demasiado tarde.

Por Mateo Guerrero Guerrero

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