¿Por qué hay tormentas más salvajes?

Entre 2006 y 2013, Filipinas fue azotado por 76 desastres naturales. Anualmente se incrementa el número de ciclones y tormentas en el mundo.

Somini Sengupta/The New York Times
13 de octubre de 2018 - 02:00 a. m.
¿Por qué hay tormentas más salvajes?
Foto: AFP - BRENDAN SMIALOWSKI

Lluvias torrenciales azotaron Japón en julio. Un aguacero en agosto inundó aldeas enteras en el sur de India. En septiembre, el huracán Florence desbordó presas y lagunas, lo que hizo que llegaran cenizas de carbón y estiércol de cerdo hasta las vías fluviales de Carolina del Norte. Al otro lado del planeta, un tifón arrasó en Filipinas y acabó con el principal cultivo de aquel país: el arroz.

Los climatólogos no saben dónde ni cuándo ocurrirá la siguiente gran tormenta, pero toda la evidencia indica esto: el calentamiento global está conduciendo al planeta a una era de lluvias más salvajes y peligrosas, con consecuencias desastrosas y duraderas.

“Donde llueve, hay precipitaciones más fuertes”, dijo Raghu Murtugudde, profesor de Ciencia de Sistemas Terrestres en la Universidad de Maryland, quien editó un libro reciente acerca del clima extremo en los trópicos. “Es la analogía clásica de los dados cargados”.

Los dados, dijo, están “mostrando ciertos números más a menudo” en la forma de clima extremo.

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¿Cómo? Los gases de efecto invernadero que los humanos han soltado en la atmósfera han calentado el planeta y ahora se almacena tanta humedad en el aire que aumenta el riesgo de precipitaciones más extremas.

La buena noticia es que las inundaciones y las tormentas no matan a tantas personas como alguna vez lo hicieron.

Hay sistemas de alerta temprana en vigor. También contamos con refugios. La gente ha aprendido a evacuar zonas peligrosas, entre ellas lugares que tienden a inundarse, como las llanuras de Bangladés, donde anteriormente tormentas individuales acababan con la vida de decenas de miles de personas. Este año murieron 100 habitantes de Filipinas a causa del tifón Mangkhut, una cifra mucho más baja que los 6.000 decesos provocados por Haiyan, una de las tormentas más fuertes jamás registradas, que golpeó al país en 2013.

Las malas noticias son todo lo demás. Incluso después de que las aguas disminuyen, el desastre tras una tormenta puede percibirse durante mucho tiempo.

Un estudio de más de 6.500 ciclones halló que las tormentas tropicales, en especial si caían frecuentemente, podían alterar de manera sustancial la trayectoria económica de un país. Los investigadores hallaron que los ingresos nacionales no habían alcanzado su ritmo de crecimiento previo en los países afectados por tormentas, incluso quince años después de la catástrofe.

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Filipinas se ha visto golpeado por tormentas con mucha frecuencia. También han afectado la manera en que el país se alimenta.

Entre 2006 y 2013, Filipinas fue azotado por 76 desastres naturales, principalmente inundaciones y tormentas tropicales, con un estimado de US$3.800 millones en pérdidas en el sector agrícola del país a lo largo de un período de ocho años, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación

Este año, a causa del tifón Mangkhut, que golpeó la zona arrocera del país, se espera que Filipinas importe mucho más de ese cultivo del que habría comprado en otras condiciones.

En promedio, las inundaciones y las tormentas han desplazado a casi 21 millones de personas al año a lo largo de la última década, de acuerdo con el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno. Esa cantidad es tres veces el número de personas desplazadas por conflictos.

En todo el planeta, según Munich Re, la reaseguradora más grande del mundo, las inundaciones y tormentas devastadoras han sido más del triple desde principios de la década de 1980. Sus pérdidas económicas también han aumentado drásticamente, con dos años récord en la última década en los que los daños superaron los US$340.000 millones. La empresa dijo que 2017 fue “un llamado de alerta”.

“La baja velocidad de adaptación a los mayores riesgos es mi principal preocupación”, comentó Ernst Rauch, climatólogo en jefe en Munich Re. “Todos sabemos, o todos deberíamos saber, que los riesgos están cambiando”.

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Los climatólogos reconocen que prepararse para ese futuro de tormentas más salvajes es especialmente difícil, porque es complicado señalar cuándo, dónde y con cuánta frecuencia habrá clima extremo; solo se puede advertir que así será.

En Estados Unidos, las fuertes precipitaciones en gran parte del país han aumentado “tanto en intensidad como en frecuencia desde 1901”, concluyó un informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por su sigla en inglés) en 2017. Los aumentos más grandes se percibieron en el noreste.

La NOAA también señaló que 2017 fue un año récord para las inundaciones de marea alta. Además, fue un año particularmente desastroso con respecto a los huracanes, en parte debido al calentamiento del océano Atlántico, con seis grandes huracanes y vientos a velocidades de por lo menos 179 kilómetros por hora.

“El problema es cuánto dinero estoy dispuesto a gastar y para cuánta protección cuando solo sé que se necesita más protección, pero no cuánta se requiere”, explicó Anders Levermann, climatólogo de la Universidad Potsdam, en Alemania.

Es probable que el costo de no hacer nada sea considerable. El equipo de Levermann concluyó que tan solo las inundaciones de ríos darían como resultado pérdidas económicas de alrededor del 17 % en todo el mundo durante los siguientes veinte años.

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No obstante, el cambio climático no solo trae más lluvia. Mientras que algunas de las partes más húmedas del mundo están observando precipitaciones más abundantes e impredecibles, dicen los científicos, algunas zonas secas del planeta cada vez se vuelven mensurablemente más áridas.

La combinación puede ser peligrosa.

En India, por ejemplo, aunque las lluvias anuales han disminuido ligeramente, las precipitaciones intensas se están volviendo más poderosas, concluyó un estudio reciente. Otro grupo de investigadores se dispuso a investigar el fenómeno y encontró que en el centro de India, entre 1950 y 2015, aumentaron al triple los que alguna vez se consideraron aguaceros poco comunes, mismos que alcanzaron 150 milímetros o más de lluvia en un solo día.

Lisa Goddard, directora del Instituto Internacional de Investigación en la Universidad de Columbia, comparó la atmósfera con “una esponja gigante” que se hace más pesada con la humedad y que, en algún momento, cuando el peso es demasiado, tiene que dejar que el agua comience a caer, por lo que hay lluvias intensas.

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Los resultados pueden ser abrumadores. Si las emisiones siguen aumentando y las temperaturas globales se incrementan dos grados Celsius, el poderoso río Ganges podría duplicar su volumen, con consecuencias devastadoras para los cientos de millones de personas que viven en su cuenca.

Toda esa imprevisibilidad plantea la necesidad de tomar decisiones dolorosas para los funcionarios de gobierno que gestionan reservas y presas: si seguir almacenando agua para tener en caso de sequía o liberarla para evitar inundaciones.

Incluso los mejores pronósticos, señaló Murtugudde, solo serán buenos en la medida en que la gente los tome en cuenta. Para eludir los peores impactos de las catástrofes en la era de las lluvias salvajes, no solo importa la calidad de la ciencia, señaló, sino la capacidad de los expertos del clima para convencer a la gente de hacerle caso a la ciencia. “Tienes que hacer que confíen en el pronóstico”, comentó.

*2018 New York Times News Service

Por Somini Sengupta/The New York Times

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