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¿Una nueva cara en el Monte Rushmore? Esto es lo que piensa Trump sobre la idea

Uno de los sueños de Donald Trump es tener su rostro esculpido en este histórico monumento. Por eso, un asesor de la Casa Blanca habría preguntado en 2019 cómo sería el proceso para agregar una nueva imagen a esta icónica montaña. El presidente niega haberlo sugerido, pero resalta que “después de todo lo que ha hecho” sería una gran idea.

10 de agosto de 2020 - 04:19 p. m.
Donald Trump eligió este lugar para pronunciar su discurso por la celebración del Día de la Independencia. Fue una decisión estratégica del presidente para hablar sobre la remoción de monumentos en el país, una tendencia que nación con el movimiento de protesta de Black Lives Matter en junio.
Donald Trump eligió este lugar para pronunciar su discurso por la celebración del Día de la Independencia. Fue una decisión estratégica del presidente para hablar sobre la remoción de monumentos en el país, una tendencia que nación con el movimiento de protesta de Black Lives Matter en junio.
Foto: AFP - Agencia AFP

El año pasado, según The New York Times, un funcionario de la Casa Blanca se acercó a la oficina de Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur, para hacerle una simple, pero polémica pregunta: ¿cuál es el proceso para agregar el rostro de un presidente al Monte Rushmore?

Esta revelación revivió la fijación del presidente Donald Trump con este histórico monumento estadounidense, ubicado en Dakota del Sur, que resalta las figuras de George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt. Su obsesión con tener su rostro esculpido junto a los que los que son considerados como los líderes más grandes de la nación, responsables del nacimiento, conservación y desarrollo del país, no es un secreto.

En 2018, el propio presidente le manifestó a Noem en una reunión en la Oficina Oval que su sueño era tener su rostro esculpido en el Monte Rushmore. La gobernadora en ese momento pensó que se trataba de una broma, pero cuando vio que Trump no se reía comenzó a tomar sus pretensiones en serio. Un año antes, en 2017, el presidente también “bromeó” con la posibilidad de ser la quinta cara del monumento durante un mitin político en Ohio, aunque dijo repetidamente que se trataba de un “chiste”. Uno que ya se ha vuelto frecuente.

Trump negó las afirmaciones que se hicieron en el Times acerca de que uno de sus asistentes preguntó sobre cuál era el proceso para incluir una nueva figura en esta afamada montaña, aunque, de fondo, aplaudió la idea.

“Estas son noticias falsas. ¡Nunca lo sugerí, aunque, basado en todas las muchas cosas logradas durante los primeros 3 años y medio, quizás más que en cualquiera otra presidencia, me parece una buena idea!”, tuiteó el mandatario.

Pero ¿por qué tanta fijación con este monumento?

No solo es el narcisismo ya reconocido de Trump lo que lo hizo obsesionarse con el Monte Rushmore. Por supuesto que al presidente le gustaría quedar eternizado junto a las figuras más alabadas de la nación, pero hay una razón más profunda.

El Monte Rushmore, un complejo que se terminó de esculpir en 1941, ha sido ampliamente criticado por las comunidades indígenas del país debido a que lo consideran un “símbolo del supremacismo blanco” en Estados Unidos y de su nacionalismo. Y estas son ideas con las que Trump coquetea constantemente.

El presidente ve a esta montaña como ve a la cultura estadounidense: monumental, poderosa, mítica, pero, sobre todo, imposible de examinar. Cuando surgió el debate sobre los monumentos en Estados Unidos que exaltaban las figuras de racistas del sur, Trump se opuso a la revisión de la historia.

Para el presidente, como para sus miles de seguidores, querer escudriñar en el pasado es una actitud “antiestadounidense”. Este monumento, como ningún otro en el país, representa su retórica del “Estados Unidos grande” y de una nación más conservadora que se resiste a revisar sus fallas por considerar esa una acción antipatriótica.

Pero la retórica de Trump no solo lleva a que esas fallas de la cultura estadounidense se perpetúen, sino que al no ser capaz de examinar su historia busca eternizar el conflicto entre unas partes y otras.

“Con frecuentes referencias a cosas que son inmortales, permanentes, antiguas y duraderas, Trump ofreció una visión sombría del futuro estadounidense, con sus partidarios siempre enojados, siempre cautelosos, siempre en guerra con personas que miran demasiado de cerca, que escudriñan demasiado críticamente al gigante y a los mitos encarnados detrás de él”, dice el crítico de arte Philip Kennicott en The Washington Post.

Desde una plataforma instalada en el Monte Rushmore, el presidente pronunció unas palabras el pasado 3 de julio cargadas de ataques al Partido Demócrata, a los manifestantes del país y exaltando la “grandeza de la nación”, pero condenando la “revolución cultural” que buscaba la “izquierda”.

¿Podría sumarse un nuevo rostro al Monte Rushmore?

Es altamente improbable por dos razones. Primero, el presidente que desee incluir su imagen en el Monte Rushmore debería conseguir que el Legislativo de Dakota del Sur, donde se encuentra el monumento, y el Congreso aprueben la idea, la cual costaría más de US$ 64 millones. Segundo, el personal encargado de las labores en la roca señala que no hay más espacio para tallar en la escultura y la montaña no sería lo suficientemente estable para un quinto rostro.

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