Gracias a los sistemas de monitoreo de incendios en el país es posible saber en tiempo real dónde nace el fuego, si se extiende sobre amplias hectáreas, cuánto terreno arrasa y, luego, cuáles son las cicatrices que deja tras de sí. A partir de esos datos, logrados a través de satélites de la NASA, puede conocerse que durante la última semana (del 20 al 27 de febrero a las 6:00 a.m.) se presentaron en la Amazonia colombiana un total de 10.824 focos de calor. (Lea: 800 hectáreas de la Sierra Nevada de Santa Marta se están incendiando)
Aunque la cifra parezca escandalosa, según el registro de datos que colecciona el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), durante el mismo periodo de 2018 el número de focos de calor registrado es de 12.831. Esto quiere decir que, en comparación con el año pasado, esta temporada se presentaron 2.000 incendios menos.
Sobre estos eventos existe una causa principal de acuerdo con Uriel Murcia, coordinador del programa Modelos de Funcionamiento del Sinchi. "Se debe a las decisiones que toman los productores de quemar, ya sea las áreas recien deforestadas con el fin de prepararlas para sembrar cultivos de pan coger o pasto. O, por la quema de pasturas con el propósito de renovar y controlar plagas", explicó el experto.
El problema es que esta práctica, combinada con el asunto del clima, suele salirse de control. Porque a finales del mes de enero, durante todo febrero y principios de marzo es la época más seca en la región amazónica. Esto explica porque el fuego producido por los pobladores tiende a salirse de control y termina extendiéndose por áreas que no estaban previstas, creando emergencias en zonas protegidas como es el caso de la Sierra La Macarena.