El Magazín Cultural

Mónica Ojeda y la experiencia sensual con el lenguaje

La escritora ecuatoriana es una de las invitadas a la Feria del Libro de Bogotá 2019.

Isabel-Cristina Arenas
21 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
Mónica Ojeda estará el 4 de mayo en la FILBO junto a Samanta Schewblin, hablando sobre “La oscuridad digital y la búsqueda de sustitutos virtuales del placer”. / Lisbeth Salas.
Mónica Ojeda estará el 4 de mayo en la FILBO junto a Samanta Schewblin, hablando sobre “La oscuridad digital y la búsqueda de sustitutos virtuales del placer”. / Lisbeth Salas.

Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988) no siente ninguna presión o responsabilidad al estar en Bogotá39 de 2017; la lista de los mejores escritores de ficción menores de cuarenta años. Además hoy es parte de los finalistas que aspiran al III Premio Bienal Mario Vargas Llosa, que se entregará a finales de mayo en Guadalajara.

Ha publicado La desfiguración Silva (Premio Alba Narrativa, 2014), Nefando (2016) y Mandíbula (2018) en editorial Candaya.

Nefando cuenta la historia de un grupo de amigos, tres de ellos hermanos, unidos por un videojuego en la deep web.

Pederastia, pornografía, literatura y autocastración giran alrededor de esta lectura que perturba y encanta al mismo tiempo. Mandíbula, por su parte, narra el amor caníbal entre madres e hijas, la perversidad entre unas amigas amantes de las creepypastas (historias de terror en internet) y la locura de una profesora y su alumna secuestrada. Las dos novelas llegan a ser experiencias físicas y dejan al lector sin piso y sin aire, y con una gran admiración por el trabajo de la escritora.

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Ella afirma que “la literatura abre los ojos a zonas oscuras en donde es difícil abrirlos”. Sus libros, además de ser imposibles de olvidar, son una gran clase de escritura creativa para quien intente diseccionarlos. Ojeda busca generar una experiencia poética, que el lenguaje no sea un mero instrumento para contar una historia, sino que además se convierta en un lugar dinamizador de sensaciones. La autora dice que todo se lo debe a la escritura y es allí en donde quiere experimentar.

“Quizás esa postura al escribir, esa necesidad de llenar, de llenarme, de saciar algo que está destinado a ser insaciable, me conduzca a hacerlo apuntando a superar los obstáculos que no pude superar en mis anteriores libros”. A Mónica Ojeda la caracteriza la búsqueda de intensidad como persona y escritora, basta con leerla, verla hablar en público o escuchar el tono de su voz en una entrevista vía Whatsapp:

¿Qué es para usted leer y escribir?

Son actos que parecen individuales y solitarios, pero que en realidad representan un ejercicio colectivo, un ejercicio creativo de comunicación. No de diálogo, porque no puedes dialogar con el libro, pero sí comunicarte con lo que la escritura y la propuesta de un autor te está planteando.

Entre el mundo que describe en ”Nefando” y en “Mandíbula”, ¿en cuál le produjo más terror entrar?

Sin duda fue el de Nefando con el tema de la pornografía infantil y cómo este se maneja en la deep web. Mandíbula se centra más en el miedo psicológico dentro del ámbito de las relaciones interpersonales y quizá representa un reflejo mucho más cercano a mis temores. Nefando, en cambio, trabaja el horror que está afuera de ti, el horror de lo que los seres humanos somos capaces de hacernos los unos a los otros. Nefando implica la oscuridad total y yo estuve allí escribiendo a tientas.

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¿De dónde vienen sus temas? ¿Existe una especie de catarsis al escribir sobre ellos?

No sé si de catarsis, pero es cierto que concibo la escritura como un espacio de revelación de aspectos muy profundos que tienen que ver con la experiencia poética. Es por eso que también escribo prosa y narrativa apuntando a generar una experiencia poética con el lenguaje. Por otra parte, es el tipo de narrativa que me interesa, aquella que no necesariamente divide los géneros, me gusta la hibridación. Para mí la escritura es extrema, es un lugar de espacios liminales.

¿Qué es el feminismo para usted? ¿Lo combina con la literatura?

No sé si combino feminismo o no en mi literatura, es decir no sé si lo incluyo. Creo que este tema forma parte de mi educación y es parte de quien soy y de mi posición en el mundo, pero mi visión respecto a la literatura no sé qué tan emparentada está o no con mi posición política. Me refiero a la búsqueda de justicia y la igualdad entre hombres y mujeres, y también entre personas que no se definen como hombres o mujeres. Creo que mi ética de escritura tiene que ver con ensuciarse y que por ello es posible que cuando escriba aborde el mundo desde mis posiciones políticas, pero también llevándome a zonas incómodas en donde normalmente no estoy asentada.

¿Fue muy difícil la edad blanca de Mónica Ojeda?

En realidad mi edad blanca, mi adolescencia, no fue tan dura, creo que mi infancia fue más dura. Era una niña muy sensible, todo me afectaba en demasía, percibía el mundo como un lugar muy hostil, agresivo, creo que eso es algo que conservo hasta el día de hoy, pero cuando era niña no lo sabía manejar, no entendía por qué el mundo era tan brutal y violento, y encontraba todo esto en detalles muy mínimos y me abrumaban y me desarmaban. Cuando llegué a la adolescencia aprendí a convivir con esta percepción del mundo y las sensaciones que me generaban.

¿Podemos saber de qué se va su siguiente novela?

A modo de hashtag: #VaSobreGóticoAndino #VaSobreAmputaciones #VaSobreCacería #VaSobreTaxidermia #VaSobreCriptotaxidermia #VaSobreRelacionesPaternoFiliales #VaSobreHermandad #VaSobreDeseo. El deseo es uno de los grandes retornos hasta ahora de mi novelística.

Por Isabel-Cristina Arenas

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