La trastienda electoral en clave vallenata: la lucha por el poder en la tierra de los Gnecco

El Espectador se internó en la espinosa política del Cesar, donde Luis Alberto Monsalvo Gnecco, Kaleb Villalobos, Jaime Araújo, Claudia Zuleta y Hugo Vásquez se disputan la Gobernación.

Alfredo Molano Jimeno - Twitter: @AlfredoMolanoJi
08 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
 Kaleb Villalobos es candidato por un movimiento significativo de ciudadanos, mientras Luis Alberto Monsalvo Gnecco tiene el apoyo de la U y la antigua Unidad Nacional.  / Particular
Kaleb Villalobos es candidato por un movimiento significativo de ciudadanos, mientras Luis Alberto Monsalvo Gnecco tiene el apoyo de la U y la antigua Unidad Nacional. / Particular

El Cesar es un departamento enmarcado en el nudo de los problemas gordos del país. Desde antes de su fundación, en 1967, ya lo recorrían los pasos del delito. Por sus líneas de frontera con Venezuela, La Guajira y Norte de Santander, el contrabando fue cultura, mientras por la cara occidental, desde Magdalena y Bolívar, llegó el latifundismo y la guerra paramilitar. Entre la serranía del Perijá, que conecta con el Catatumbo, y la falda de la Sierra Nevada de Santa Marta la corrupción campea sin obstáculo alguno. Contrabando, narcotráfico, carbón, ganado y petróleo son la mezcla explosiva que ha hecho de este departamento un codiciado botín que ahora se disputa en las elecciones regionales del próximo 27 de octubre. En los 25 municipios que lo integran, y en especial en Valledupar, su capital, se vive un frenesí electoral que saca lo peor de cada casa.

Allí todo el mundo sabe las movidas de la trastienda política, pero nadie se atreve a sostenerlas en público. Así operan muchas cosas en la ciudad. La gente sabe todo, pero calla. Se conoce el nombre del supuesto jefe de la banda criminal La Silla, el barrio donde vive, los carros en los que se mueve y hasta el restaurante que frecuenta, pero nadie lo nombra. Se sabe cómo opera la corrupción y hasta el nombre del contratista que maneja el 80 % de las obras públicas que le dan la Alcaldía y la Gobernación, pero como si nada. De antemano, políticos y contratistas saben con quién hay que comprar el cemento, las ferreterías que están autorizadas para adquirir los materiales y hasta las placas de la camioneta de ese pulpo de la contratación. Detalles que, en una tradición oral, como la vallenata, adquiere tintes de leyendas que terminan hechas canciones.

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Dicen que uno de los más emblemáticos caciques de estas tierras un día sentenció: “La política es mejor negocio que el narcotráfico y el contrabando juntos. Da más plata, se puede manejar desde aquí y por eso no extraditan”. La frase cobra sentido en una sociedad donde el poder se lo disputan una docena de familias, que se casan las unas con las otras, fundan hogares extensos, repiten nombres por varias generaciones y actúan como auténticos clanes regionales. Un escenario que hacen del proceso electoral un hervidero de chismes, deudas del pasado y mitos urbanos que van de oído en oído entre el millón largo de cesarenses, de los cuales 430 mil viven en Valledupar, el epicentro de la campaña.

El Cesar es un departamento joven, fundado hace apenas 52 años por el presidente Carlos Lleras Restrepo, en medio de la bonanza algodonera, y cuyo primer gobernador fue el expresidente Alfonso López Michelsen. De ahí a los años 90, el poder lo detentaron los Araújo, los Castro, los García, los Murgas, los Cuello, los Baute o los Pupo. La hegemonía la rompió Lucas Gnecco Cerchar, nativo de La Guajira, que se convirtió en diputado, dos veces gobernador y congresista, pero que en el año 2002 fue condenado por corrupción, constreñimiento al elector y alcanzó a ser salpicado en la parapolítica, por cuenta de que su hermano, el senador José Gnecco Cerchar, conocido como Pepe, fue firmante del llamado “Pacto de Ralito” con los paramilitares de Salvatore Mancuso, los hermanos Castaño y Jorge 40.

La llegada de los Gnecco al departamento destronó a los Araújo, Castro y Molina del poder. La parapolítica cobró la cabeza de una generación de dirigentes, liberales y conservadores, que se aliaron con los paramilitares para mantenerse en los gobiernos departamental y municipal. Estas familias tradicionales vallenatas, que pusieron mandatarios durante 20 años, resultaron metidas hasta el cuello en la parapolítica. Hoy, las elecciones regionales están atravesadas por esa vieja disputa entre casas políticas, pero nadie duda de que el poder lo mantiene una familia, dirigida por una matrona que perfectamente podría verse retratada en la “mamá grande” que caracterizó Gabriel García Márquez.

Los Gnecco

“Falta mes y medio para las elecciones y aquí ya se sabe el resultado: Luis Alberto Monsalvo Gnecco va a ganar la Gobernación y Ernesto Orozco la Alcaldía de Valledupar. El primero es hijo de Cielo Gnecco, y el segundo, la ficha del actual alcalde, Tuto Uhía, y del “principito” de la política vallenata, el representante a la Cámara conservador Alfredo Ape Cuello. Es decir, la fórmula de doña Cielo para mantener el poder”, afirma un notable de la sociedad vallenata, que pidió reserva de su nombre. El Espectador recorrió las calles del municipio consultando a los conocedores de la escena política del Cesar y todos reconocen el dominio de los Gnecco, pero tampoco quieren ser citados. “Aquí la cosa es complicada, hay gente mala con poder, flojos de gatillo, no crea que uno puede andar hablando y publicando lo que pasa así no más. Esta es una sociedad mafiosa”, advirtió la fuente.

La llegada de los Gnecco al departamento se dio en los años 80 con la crisis del algodón. El departamento estaba quebrado y llegaron con poderosas inversiones en bombas de gasolina y tractomulas para el transporte del carbón. En diez años destronaron a los Araújo, a los Castro o los Molina. “El proyecto de los Gnecco Cerchar fue refundar el Magdalena Grande. Su origen familiar es de italianos que se radicaron en el sur de La Guajira. Todos saben que hicieron su plata en negocios raros y el contrabando de marihuana. De La Guajira pasaron al Magdalena, con Hugo Gnecco Arregocés, quien fue dos veces alcalde de Santa Marta y terminó condenado por corrupción. Son primos de Francisco Kiko Gómez, el condenado gobernador de La Guajira y socio de Marcos Figueroa”, narra otro influyente vallenato. Eso sí, advierte que, así como fueron aliados de las Autodefensas, específicamente de Hernán Giraldo, terminaron a bala con Jorge 40, responsable del asesinato de Jorge Gnecco Cerchar, en agosto de 2001.

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El heredero del poder de los Gnecco Cerchar es el joven exgobernador Luis Alberto Monsalvo Gnecco, el hijo consentido de Cielo, la matrona del Cesar. Un hombre tímido, de oratoria poco fluida, pero enorme popularidad. Tiene 42 años, fue electo representante a la Cámara cuando tenía 25 y se defiende de quienes lo acusan de heredar el poder familiar diciendo que para él no es pecado ser quien es, ni llevar el apellido Gnecco. Sobre la sombra del paramilitarismo se considera víctima y recuerda el asesinato de su tío Jorge. Sostiene que, en los tiempos del bloque Norte de las Autodefensas, él no podía hacer política en 21 de los 25 municipios del Cesar.

“Represento a una familia tradicional en política y eso no es pecado”, afirma, mientras enumera casos en donde expresidentes le han dado paso a sus hijos o cónyuges en los escenarios electorales. Luis Alberto Monsalvo da la impresión de ser un hombre retraído, que no es fácil de imaginar dando discursos en plaza pública. Lo que sí deja ver es un temperamento fuerte, prevenido con los medios de comunicación y no muy hábil frente a una cámara, tanto así que no titubea al señalar “que lo malo de las maquinarias es no tenerlas”.

Tiene carné del Partido de la U, pero recibió aval del Partido Liberal, de Cambio Radical y hasta del conservatismo. El 10 de septiembre tiene cita con la Corte Suprema de Justicia que lo investiga por manipulación electoral, porque en 2010, 10 días antes de las elecciones regionales y siendo candidato a la Gobernación, se comprometió a que si la comunidad del barrio Tierra Prometida -una invasión sobre un predio privado- votaba por él, la dejaría permanecer “quieta y pasivamente” en los terrenos de Óscar Guerra Bonilla. El documento fue suscrito entre Monsalvo y los representantes de la comunidad, y autenticado en notaría el 27 de octubre de 2011, tres días antes de las elecciones, en las que salió elegido con 174.712 votos.

Al respecto, Monsalvo se defiende con una de las frases más manidas de la política colombiana: “Usted cree que si yo cometiera delitos y actuara por debajo de la mesa, estaría en la política y habría puesto mi nombre a consideración del electorado. No señor, a mí nada me lo han regalado, yo me he labrado mi camino”, sostiene. El eslogan de la campaña con la que tiene tapizada la ciudad y el departamento reza: “Si antes lo hice bien, ahora lo voy a hacer mejor”.

El actual gobernador, Francisco Ovalle, es de su partido y a los entes de control han llegado denuncias de funcionarios de la Gobernación que están haciéndole campaña a Monsalvo. Aunque es probable que el heredero Gnecco sea elegido, un antiguo aliado suyo es quien le compite: Kaleb Villalobos Brochel, ingeniero industrial de 42 años que saltó a la política local como director de Corpocesar en 2012, de la mano del entonces gobernador Monsalvo.

Era un hombre poco conocido en la escena política y se le acusaba de ser más barranquillero que vallenato. Kaleb Villalobos argumenta que es oriundo del municipio de Los Venados y que pasó su infancia en el popular barrio Primero de Mayo, en Valledupar. Luego se trasladó a Barranquilla, donde se hizo profesional y, según cuentan, le picó el bicho político a través del senador del Partido de la U José David Name. También se rumora que cuenta con el apoyo de la familia Char.

“Los Char y los Gnecco les apuestan a las dos candidaturas, de forma que no puedan perder”, refirió un conocedor de la política local. Kaleb, como todos lo llaman, tiene inundada la ciudad de propaganda con la frase el “Kambio Verdadero”. Él se presenta como el candidato independiente. “Quiere mostrarse como el hombre que está enfrentando las maquinarias, pero tiene compromisos fuertes con sus financiadores, los Char y el senador Name, que fue quien lo metió en Corpocesar. Incluso tiene el comportamiento de un clásico político costeño: está estructurando su campaña sobre la compra de los ‘tenientes’, como llaman a los concejales, diputados, líderes barriales, representantes de comunidades, gremios o juntas de acción comunal, que son capaces de movilizar votos”, agrega una fuente cercana al uribismo.

“Kaleb se ha llevado a los principales ‘tenientes’ de la campaña de la candidata del Centro Democrático, Claudia Zuleta Murgas, hija del cantante vallenato Poncho Zuleta, de conocida relación con el expresidente Álvaro Uribe y acérrimo difusor de su ideario. En el conocido Hotel Sicarare, que funciona como epicentro de la política local, Kaleb brindó una rueda de prensa en la que dio a conocer a sus seguidores su alianza con el exgobernador de César Rafael Bolaños, quien no terminó su período por haber sido destituido. Bolaños también tiene lazos de parentesco con la familia Gnneco.

El día de la adhesión, el salón del hotel estaba atestado de periodistas y seguidores. Evidentemente, está desarrollando una campaña a todo dar, que cuenta con respaldos importantes en la escena local. Se trata de un joven con discurso fresco y bien construido, cimentado sobre la tesis de que es un político independiente que enfrenta a la maquinaria, pero lo hace con las mismas prácticas de una campaña montada sobre ríos de dinero. El Espectador buscó una entrevista con el joven político, pero este dijo no estar interesado. Lo cierto es que su candidatura les viene quitando apoyo a las campañas de izquierda -Jaime Araújo- y de derecha -Claudia Zuleta-, pero para ganar requiere apoyo del verdadero poder: la Casa Gnecco.

Finalmente, con menos posibilidades que Kaleb para quitarles el poder a los Gnecco, está Jaime Araújo Rentería, el hijo rebelde de Jaime Araújo Noguera, hermano de Álvaro Araújo Noguera, exgobernador condenado por parapolítica. Se trata, tal vez, del primero de toda la familia en militar en la izquierda. Recibió el aval por la Colombia Humana-UP. Fue magistrado de la Corte Constitucional y desde que dejó la administración de justicia ha intentado incursionar en la política. Fue fórmula vicepresidencial de Piedad Córdoba, está apoyado por el senador Gustavo Petro y por la histórica dirigente de la Unión Patriótica en el departamento, Imelda Daza. Y aunque no aparece entre los opcionados a quedarse con la Gobernación, confía en el voto de opinión que respaldó al hoy congresista en las presidenciales de 2018 y los de la consulta anticorrupción -180 mil votos en el Cesar-. Su cruzada es convertirse en el primer gobierno de izquierda en el departamento. Un asunto improbable en una tierra donde la campaña se hace con dinero por montones y buscando la bendición del Cielo.

La joya de la corona vallenata

La disputa en la capital del departamento del Cesar también está al rojo vivo. Siete candidatos buscan el respaldo de poco más de 360.000 habitantes. El municipio recibió la inscripción de 100.000 nuevos ciudadanos que participarán en las elecciones del 27 de octubre y el municipio aparece con un riesgo medio alto de corrupción electoral y violencia política.

Los candidatos a la Alcaldía de Valledupar son Ernesto Orozco, avalado por el Partido Conservador, quien cuenta con el respaldo del representante Alfredo Ape Cuello y se dice que es el más opcionado para ganar. Le disputa el exconcejal Mello Castro (Partido de la U), Evelio Daza Daza (Centro Democrático), Jesús España (Colombia Justa Libres), Alain Jiménez Fadul (Polo) y Miguel Antonio Morales (Aico).

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Por Alfredo Molano Jimeno - Twitter: @AlfredoMolanoJi

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