Camilo Vega Barbosa: “Los colombianos somos buenos administradores”

El autor del libro “Guía para no estar pelado” le hará algunas recomendaciones para evitar los errores más frecuentes a la hora de controlar la economía y el dinero de bolsillo.

El Espectador
14 de febrero de 2019 - 08:29 p. m.
Camilo Vega es economista y periodista del diario El Espectador. / Archivo El Espectador
Camilo Vega es economista y periodista del diario El Espectador. / Archivo El Espectador

¿Cómo pasó de la economía al periodismo?

La verdad ni yo sé qué pasó, pero en resumen fui un experimento que no salió tan mal: en 2014, Fidel Cano (el director de El Espectador), Edwin Bohórquez (el editor de ese momento de la sección de Negocios) y Ana María Ibáñez (la entonces decana de Economía de los Andes) le apostaron a llevar a un economista a El Espectador. La adaptación no fue la más armoniosa, recuerdo que incluso proponía colocar fórmulas matemáticas en las fotos y opinaba mucho.Por fortuna tuve grandes maestros, como Edwin Bohórquez, que me enseñaron la belleza y el potencial del periodismo.

¿Dónde o cuándo surgieron las ideas y los proyectos que emprende sobre las finanzas de bolsillo?

Precisamente del día a día. Este no es un libro financiero, es uno sobre la vida. Muchos de los temas que están en el libro están inspirados en las charlas de almuerzos que tuve con mis compañeros de trabajo: “Faltan diez días para que paguen y ya me quedé sin plata”, “ya ni sé cuánto debo en mi tarjeta de crédito”, “¿será que debo declarar renta este año?, “ya me quiero ir de la casa de mis papás”... Les enseño educación financiera a seres humanos, no a dioses que tan solo existen en los libros de contabilidad y de superación personal. Por ejemplo, en el libro hay todo un capítulo sobre los impulsos de idiotez: no importa el nivel de educación o de ingresos, siempre será factible que alguien cometa unas imprudencias o negligencias económicas. Solo al reconocerlo, se puede hacer algo para evitarlos o corregir la falla.

¿Qué tan malos administradores cree que somos los colombianos?

Mejor de lo que pensamos. Está muy documentado en decenas de estudios que somos buena paga, que somos muy trabajadores y que tenemos un anhelo muy profundo por construir riqueza, aunque sea poca. Comprar una casa propia, por ejemplo; son cualidades que todo buen administrador debe tener. Tan solo se requiere que los colombianos mejoren su educación financiera para que puedan corregir sus errores y tomar las oportunidades que se presentan. De esta manera podrán avanzar de una forma más rápida y menos dolorosa.

¿Cree que el mal estado de las finanzas de un colombiano tiene que ver con la tóxica viveza que tanto nos caracteriza? (impaciencia, trampa, pereza, impuntualidad, indisciplina, egoísmo, apatía…).

Las malas finanzas no tienen nada que ver con ser una mala persona. El patrón que encontré en los casos de insolvencia que consulté está relacionado con tres temas: la mala preparación técnica, por ejemplo, elegir cuotas demasiado elevadas en un crédito y asfixiarse financieramente; las malas experiencias, que pueden estar relacionadas con malos hábitos de amigos y familiares, o con hechos trágicos que les pasan a terceros que generan prejuicio financiero: por ejemplo, nunca pedir un crédito hipotecario y vivir toda la vida en arriendo tan solo por las noticias amarillistas de familias que son desalojadas por los bancos; y del estado psicológico, pues muchos gastos impulsivos se dan cuando hay un mal estado anímico.

Más de un contador o economista se ha quebrado, ¿por qué cree qué pasa?

Pues porque los contadores y economistas no son dioses, son seres humanos. También pueden tener impulsos de idiotez con sus finanzas, es un fenómeno que no discrimina profesión, edad, género ni estrato socioeconómico. Incluso el autor de este libro cometió varias imprudencias financieras mientras lo escribía, creo que me excedí con los cafés caros (de cafeterías de cadena). Por esto no dudé en poner el fenómeno del café en la parte en la que hablo de los gastos hormiga.

La cifra de familias colombianas que viven con el salario mínimo es alta. ¿Usted cree que en esas circunnstancias estarían en condiciones de tener una buena salud financiera?

Claramente una familia que sobreviva con el mínimo se encuentra en una situación de mucha presión financiera, incluso de emergencia y debería recibir asistencia estatal. Pero es precisamente con la educación financiera que podrán enfrentar mejor esta difícil situación. Los buenos hábitos financieros no dependen del nivel de ingresos: está muy documentado que la población de menores ingresos tiene buenos hábitos de pago. Y los altos ingresos no son garantía de buena salud financiera: por mi libro tuve la oportunidad de conocer el caso de un gerente de una multinacional que se ganaba más de $30 millones al mes, pero que estaba en la quiebra.

En el libro hay varias anotaciones divertidas y hasta esperanzadoras, ¿le pasó?, ¿usted también tuvo en crisis su salud financiera?

Claro, yo soy el primer caso de estudio. He estado muchas veces pelado, pero lo miro como una ventaja. No pretendo ser como esos autores que se venden como sabios perfectos que encontraron la fórmula del éxito. Bien por ellos, pero yo prefiero tomar mi humanidad como una ventaja para ayudar a otros humanos.

Hay algunos puntos que usted precisa en el libro y que parecen elementales, casi obvios, pero que indican que son los principales motivos de una situación muy común, ¿por qué?

Lo más complejo está en lo básico. Debo reconocer que tuve problemas para definir conceptos como ingresos o gastos, pues, aunque parezcan obvios, tienen diferentes matices y percepciones que se deben considerar. Por ejemplo, entender que los gastos son un ahorro en potencia.

Los impulsos de idiotez son terriblemente recurrentes y comunes. Usted menciona que tienen mucho que ver con el estado emocional y el bombardeo recurrente de la publicidad.

Nunca dejamos de ser esos niños que se dejaban seducir por los ‘tazos’, las monas del mundial y por esos dulces que vendían en la tienda de colegio. Tan solo nos hacemos un poco más altos y el escenario cambia: para ser el más popular del parque ya no hace falta un bolitrón, sino un celular de alta gama con 16 cámaras; y el descuadre ya no es de algunos miles de pesos, sino de millones. Siempre estaremos tentados por estos bienes y servicios promocionados con multimillonarias campañas de marketing, o queremos darnos un gusto caro en casos de debilidad. Los impulsos de idiotez serán un reto de toda la vida, pero hay esperanza, solo es cuestión de aceptar que uno es vulnerable y que es mejor tomar precauciones con uno mismo: ¿qué tal poner la tarjeta de crédito en el congelador para enfriar esos deseos consumistas?

Por El Espectador

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