Imposible hasta que ocurre

Arlene B. Tickner
12 de febrero de 2020 - 03:00 a. m.

La absolución de Donald Trump por el Senado, combinada con un repunte de sus (bajas) tasas de aprobación, en buena medida por el estado positivo de la economía, dejan al mandatario estadounidense posicionado para reelegirse. No sin razón, los demócratas lucen nerviosos. La campaña de Joe Biden —cuya candidatura se fundamenta en la premisa de que es el único “elegible” en las presidenciales de 2020— ha sufrido reveses en las consultas primarias que arrancan el calendario electoral, en Iowa y New Hampshire. Si bien son estados, junto con Nevada y South Carolina que siguen, que dan más impulso que delegados —los que en últimas cuentan para la nominación—.

De continuar esta tendencia tanto donantes como electores podrán migrar hacia otros candidatos, como parece ya ocurrir con Pete Buttigieg, el joven exalcalde de South Bend y sorpresa en las primeras dos contiendas. Además de moderado y, por extensión, también “elegible”, es astuto, veterano de guerra y abiertamente gay (aunque es esquivo a que esa sea su carta de presentación).

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En contraste con la probabilidad de 1 en 5 que la página de análisis estadístico Five Thirty Eight le da a Biden para ser el candidato demócrata, la de Bernie Sanders se estima de 1 en 2, sembrando pánico entre muchos en su propio partido de que este “socialista demócrata” sea imparable. No obstante, tanto la angustia demócrata como el entusiasmo republicano ante la perspectiva de instrumentalizar a Sanders y así sembrar miedo entre el electorado —su estrategia preferida— son prematuros, básicamente porque el molde de la elegibilidad se rompió con la elección de Trump en 2016.

El mandatario tampoco lo tiene tan fácil. Debe reenganchar a aquellos votantes hastiados con su forma de ser y de hacer política, que los republicanos perdieron en las elecciones legislativas de 2018, y complacer simultáneamente a sus bases furibundas de ultraderecha. El tamaño del desafío se evidenció en su discurso del Estado de la Unión, en el que, luego de hacer gala de sus logros y de desfilar a las minorías supuestamente beneficiadas, hizo escandalosa entrega de la Medalla Presidencial de la Libertad a Rush Limbaugh, uno de los racistas, homófobos y xenófobos más célebres de Estados Unidos.

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La disputa demócrata comenzará a perfilarse a partir del Supermartes del 3 de marzo, cuando hay consultas simultáneas en 14 estados —incluyendo California y Texas—, seguidas por una docena más en el mismo mes, que en total suman dos tercios de los delegados. Queda por verse si Sanders u otro —las dos extraordinarias candidatas, Elizabeth Warren y Amy Klobucher, endosadas ambas por el New York Times, tristemente no parecen tener chance— asegura los 1.990 necesarios para llevar de inmediato la nominación en la Convención Demócrata a mediados de año. Entre quienes ven débil a Biden y se empecinan en que la fórmula ganadora es la moderación, la incógnita es el billonario exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg, quien ha prometido gastar de su fortuna lo que sea necesario para derrotar a Trump. Mientras se aclare el panorama, no sobra recordar que en este mismo momento hace cuatro años casi todos creían que Hillary Clinton era la más elegible y nadie se imaginaba que podía ganar un personaje como Trump. Hasta que ocurrió lo imposible.

 

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