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Olga se levanta a las 4 de la mañana para dejar el almuerzo hecho, preparar desayuno para sus hijos y poder alistarlos para el colegio, luego se va a su trabajo en una casa de familia y regresa en la tarde a darles la comida a sus hijos, lavar la ropa y alistar uniformes. Nunca duerme más de 5 horas porque termina sus labores cerca de las 11 de la noche y a pesar de todo ese trabajo a veces no logra tener completa la plata del arriendo y los servicios públicos. Olga hace parte del 37,7 % de mujeres que son jefas de hogar y que están bajo la línea de pobreza.
Al parecer, según los datos de la última encuesta multidimensional del DANE, no todos los pobres son iguales. Por ejemplo, no es lo mismo ser un hombre pobre que una mujer pobre. El índice de desempleo es del 11 % para las mujeres, mientras que es del 9,8 % para los hombres. Aunque no parezca una diferencia significativa en porcentaje, en números absolutos significa que hay 10 mil mujeres desempleadas más que hombres.
Si nos enfocamos en los hogares con jefatura femenina, el 37,7 % es pobre o tiene menos capacidad para adquirir bienes y servicios básicos. El 29 % de las mujeres no pudieron comer tres comidas diarias y muchas solo tuvieron una comida al día. Por eso se habla de la “feminización de la pobreza”, es decir, que la pobreza afecta más a las mujeres.
Si a esto le sumamos que las mujeres dedican al menos 6 horas al día a labores de cuidado, como preparar alimentos, lavar ropa y atender a niños o familiares enfermos, se hace evidente que para una mujer salir de la pobreza en Bogotá es mucho más difícil que para un hombre.
En mi columna del 5 de septiembre reflexionaba sobre por qué la concentración de riqueza en Bogotá es preocupante, ya que indica que gran parte de sus habitantes han caído en trampas de pobreza difíciles de superar, y las mujeres parecen ser las más afectadas.
Para responder a la pregunta de qué se puede hacer para reducir esta desigualdad, creo que una de las respuestas es el Sistema Distrital del Cuidado. Esta propuesta innovadora busca darles tiempo a las mujeres para mejorar su calidad de vida, reduciendo las cargas de cuidado, aunque sea por unas pocas horas. Por ejemplo, cuidando a los niños o personas con discapacidad a cargo de las mujeres, para que ellas puedan asistir a clases, realizar actividad física o simplemente tener un respiro.
Salir de la pobreza requiere eliminar las barreras que impiden acceder a oportunidades e ingresos. Si las mujeres pudieran dedicar parte de su tiempo al cuidado de su formación y crecimiento personal, probablemente podrían acceder a trabajos mejor remunerados. Si pudieran reducir sus niveles de estrés y dedicar tiempo a la actividad física, podrían enfrentar los desafíos diarios con más calma.
El Sistema Distrital del Cuidado es un ejemplo de política pública que puede cambiar las condiciones de desigualdad, especialmente para las mujeres. Es una forma clara en la que el Estado puede reducir la profunda desigualdad que impide que nuestro cuerpo social funcione bien. Imaginemos políticas públicas enfocadas en cada uno de los grupos más afectados por la pobreza: personas con discapacidad, personas trans, personas afro o indígenas.
La pobreza no es una elección, el pobre no es pobre porque quiere. Las personas pobres, y en este caso las mujeres, trabajan arduamente para salir de ella. Pero cuando la pobreza tiene rostro de mujer, no siempre es fácil salir sin la ayuda que un programa como el Sistema Distrital del Cuidado puede brindar.
