El represor y abusivo proceso cleptocrático venezolano debe servirnos como un claro espejo para comparar hacia dónde vamos de la mano de las autocracias latinoamericanas, en las que Colombia está siendo un alumno destacado. En Venezuela no simplemente el Gobierno sino todo el Estado fue capturado siguiendo un guion que combina un discurso social populista con una cleptocracia. El resultado para los dirigentes son unas riquezas que estiman en más de US$300.000 millones esquilmados a la población, fruto del narcotráfico del cartel de los soles, tráfico de armas, corrupción e incurriendo en múltiples violaciones a los derechos humanos. Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, máximos dirigentes del Gobierno, son beneficiarios de esta masiva corrupción y por claros intereses económicos se niegan a dejar el poder. Por otro lado, la población, a quien dicen defender, se ha empobrecido hasta llegar al 90 % y la miseria supera el 75 %, el PIB es una cuarta parte de lo que fue.
Con su discurso antiempresa, cerraron más de 700.000, dejando un masivo desempleo y la inflación de billones ha hecho que el salario mínimo no alcance para comprar prácticamente nada, arrojando como resultado que más de nueve millones hayan tenido que emigrar porque su futuro les ha sido cercenado. Para llegar a esta captura total del Estado en beneficio de unos pocos hay dos capítulos que han sido centrales. El primero, la constituyente venezolana, que permitió la captura del Estado por el chavismo y que en Colombia, disfrazándola con muchos ropajes diferentes y supuestas buenas intenciones, nos trata de vender Petro.
El segundo y absolutamente clave es la “automatización” y captura del sistema electoral que, como lo hemos visto con el caso de María Corina Machado, ha llegado a extremos difíciles de imaginar. En un artículo escrito el 31 de octubre del 2020 en este periódico (“El voto electrónico”) mostré los peligros para la democracia de este sistema, pero me quedé corto. La clave del robo no es solo el sistema electrónico que, con el argumento del fracaso de nuestro software, nos quiere imponer Petro, sino la captura total del CNE. Cuando uno repasa las constantes críticas de Petro al sistema electoral colombiano ve el mismo patrón. Sin que de ninguna forma yo sea defensor de oficio de Thomas Greg, el ataque permanente de Petro a esta firma no tiene otro objetivo que cambiarla por una de su bolsillo, que, a la venezolana, pueda usar para manipular elecciones. Es claro también que, por las posibles violaciones a los topes electorales de la campaña presidencial, el gobierno Petro pueda ser declarado ilegitimo y requiera entonces, con argumentos populistas y convenientes, cambiar el CNE por un supuesto tribunal independiente, como independiente clama ser el de Venezuela.
En resumen, Petro sí sabe para dónde va, es blando con el manejo al robo de las elecciones en Venezuela porque en casa se quiere cocinar la misma receta. Nuestro sistema electoral requiere ajustes, nunca tirarlo por la borda. Los ajustes hay que hacerlos en democracia y en consenso con los partidos políticos.