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El editorial del 13 de junio de El Espectador sobre “El error de Fecode” muestra varias cosas: no hay una opinión ni un argumento diferentes a los de David Luna, lo cual indica, como siempre, que no es más que un lambonazo para Cambio Radical y el Centro Democrático, acérrimos defensores de los multimillonarios de Colombia y del dinero obtenido mediante la corrupción y la intermediación con el Estado sin aportar ningún valor, como ocurre con el caso de la salud.
No dice que la privatización buscada no es otra cosa que recibir dineros públicos para que unos privados aumenten sus negocios. Posiblemente, para implementar un modelo semejante al de la salud, donde grandes grupos empresariales y financieros reciban billones que se puedan embolsillar.
Demuestra que están muy mal informados: los profesores son evaluados para ingresar al magisterio, tienen evaluación de periodo de prueba, son evaluados anualmente en su desempeño, son evaluados para mejorar salarialmente e, incluso, para que les reconozcan los títulos de posgrado, aunque hayan sido obtenidos en programas y universidades con certificación de calidad. Entonces, ¿por qué, como Luna, dicen que se oponen a la evaluación o que no son evaluados? La oposición de Fecode es debida a que la evaluación propuesta busca que los politiqueros de siempre tengan la oportunidad de desestabilizar a los docentes para incorporar a sus amiguitos y pagarles favores políticos. ¡En El Espectador apoyan eso! Solo saben repetir lo que digan los seguidores de Álvaro Uribe o de Germán Vargas Lleras; para muchos, los peores criminales que ha tenido Colombia.
Un par de preguntas para el personal que trabaja en El Espectador y para los congresistas: ¿existe alguna evaluación que, en sus procedimientos, siquiera se aproxime a la evaluación que se les hace a los profesores? ¿Cuántos congresistas se rajarían si existiese una evaluación de desempeño rigurosa y punitiva como la que existe para los profesores? Casi todos tendrían que ir a buscar trabajo a otro lado. ¿Qué sería de los periodistas de El Espectador si tuvieran que demostrar competencias y no tuvieran un padrino político o de un grupo empresarial?
Otro punto de discusión no tocado por El Espectador es que convertir la educación en un servicio esencial termina con el derecho a la sindicalización, la protesta y la defensa de los derechos laborales. ¡Es ese el sueño de los multimillonarios colombianos!: que nadie reclame derechos laborales y la gente trabaje sin sueldo, por la comida; el esclavismo...
Tampoco tuvieron en cuenta que los cambios acaban con el sueño y la lucha eterna de Fecode de implementar para la educación pública tres años de educación preescolar. ¡Parece que eso es privilegio de los colegios donde estudian los ricos, y que los pobres, que están en el sector público, no pueden tener derecho a ese servicio!
Esta reflexión seguramente no le importará a nadie, pero me queda la satisfacción de haberla enviado y decir que no todos tragamos entero ni nos dejamos adoctrinar por los medios tradicionales de siempre.
J. Tabares
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