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El centro educativo protagonista de los más recientes casos de matoneo escolar es el Colegio Helvetia, fundado en la ciudad de Bogotá en 1949 por la comunidad suiza residente en Colombia.
En primera instancia, una mamá (su nombre se mantiene en reserva) logra llevar el caso de su hijo matoneado a la Corte Constitucional y, unos días después de conocer la sentencia de ese tribunal contra el Colegio Helvetia (CH), Juliette de Rivero, representante en Colombia del alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, denuncia que su hija fue víctima de acoso escolar y racismo en el mismo colegio.
En la página web del Helvetia hay un formato titulado “Aspectos que los padres deben tener en cuenta ante sospecha de bullying. Año escolar 20/21”. El punto C señala: “El CH busca ser un espacio para la convivencia pacífica y el respeto de los derechos de todos sus miembros dentro de un contexto bicultural. Así, la agresión y la violencia, incluido el acoso escolar, serán conductas no toleradas por la comunidad educativa”.
En una entrevista publicada por El Espectador el domingo pasado, la madre del niño asegura: “Cuando detectamos el acoso, solicitamos al colegio activar la ruta de protección, pero no pasaba nada después de un año de intentarlo. No respondieron los llamados, fuimos a la Secretaría de Educación y no pasó nada. Me di cuenta también de que la Ley de Convivencia Escolar no estaba funcionando y no había herramientas para proteger a mi hijo”.
Un año, ¡un año!, intenta esta mamá resolver el drama de su hijo con las instancias educativas y frente a la ausencia de acciones interpone una tutela ante la Corte Constitucional que, con ponencia del magistrado Jorge Enrique Ibáñez, sentencia que el Colegio Helvetia “se limitó a responder de forma ambigua y generalizada a las inquietudes de la accionante e incluso a recomendarle al niño que no anduviera solo por las instalaciones”.
Para las autoridades escolares no fue suficiente saber que los compañeros del niño lo maltrataban en los descansos diciéndole “gay”, “gordo” y “tetón”, y que el sufrimiento lo condujo a la anorexia y a ser medicado por ansiedad. De acuerdo con el análisis de la Corte, lo anterior “llevó, como se evidenciará más adelante, a ocasionar un perjuicio a los derechos fundamentales del niño, pues estas actuaciones pasivas y tibias, además de que perjudicaron su situación, profundizaron las asimetrías de poder y las extendieron, de forma casi que justificadora, a toda la comunidad escolar”.
El testimonio de Juliette de Rivero es igualmente doloroso. En septiembre de 2022 supo que su niña de 11 años estaba siendo acosada por racismo y que, como consecuencia de ello, empezó a sufrir ataques de pánico y dolores de estómago antes de ir al colegio. El Helvetia negó el relato de la niña y calificó el matoneo como “incidentes aislados”.
La alta comisionada decide hacer pública la denuncia luego de sacar a su hija del país y de conocer la sentencia de la Corte. Entre lágrimas, esto afirma en una entrevista con Noticias Caracol del pasado 21 de agosto: “Mi hija nunca me dijo las palabras que los niños le habían dicho a ella. Solo pudo escribirlas, y cuando lo escribió, lo hizo en letra muy chiquita porque era algo tan duro para ella... no es fácil para los niños decirlo y ella se demoró mucho tiempo y cuando lo hizo se escondió debajo de una sábana”.
La Corte ordena al Helvetia hacer un acto de reparación (que no ha obedecido aún) en el caso del niño. ¿Cómo se repara a un menor que nunca volverá a ser igual a como era en sus buenos tiempos antes de caer en manos de los matoneadores? Mientras tanto, la madre denuncia que los estudiantes de ese colegio les pagan a estudiantes del nuevo colegio para que sigan agrediendo a su hijo.
Familias: ningún entorno escolar puede ser mayor a nuestros principios y al deseo de tener el bienestar de nuestros hijos por encima de cualquier poder.
* Periodista.
