Publicidad

¿Termina un capítulo?


Francisco Gutiérrez Sanín
03 de mayo de 2024 - 09:05 a. m.

Se queja este diario, en su editorial del 30 de abril, de las disposiciones del Gobierno estadounidense contra la red TikTok. Tiene razón. Son arbitrarias y absurdas.

También son el signo de los tiempos. Presenciamos en vivo y en directo la descomposición —política, económica, pero también moral— del orden global liberal, que siguió a la aparatosa caída de la Unión Soviética. Este prometió abrir la sociedad, globalizar la economía, democratizar la política, y restringir y gradualmente arruinar a las dictaduras, para traer paz y prosperidad al mundo. Era inevitable, decían sus arquitectos y miles de analistas alrededor del mundo, abrazar sus principios: simplemente conducían a desenlaces sociales más civilizados, eficientes y prósperos. La historia —anunció Fukuyama, y un estudioso de la talla y de la posición política de Perry Anderson se encargó de explicarnos por qué eso no era estúpido— había llegado a su fin. Con todos sus horrores. Ahora se trataba de gobernar bien.

Desde el principio, quedó claro que había muchas malas contabilidades —a la vez dobles y alegres— en el proyecto. Pero este también generó protecciones reales para millones de seres humanos. Piénsese no más en el papel jugado —ambiguo, complicado, pero muchas veces positivo— por la “comunidad internacional” aquí en Colombia.

Sin embargo, esa combinación de democracia, neoliberalismo y un tipo específico de globalización creó un mundo cada vez más hostil y minó las condiciones para su propia continuidad. En efecto, en buena medida está reventándose, pues no pueden sostener mínimamente los principios sobre los que construyó la tarima desde la que sus intelectuales anunciaron el flamante fin de la historia. La agresión jingoísta contra China, cuyo fantástico éxito en términos de desarrollo se considera ahora amenazante, y la lógica masivamente expropiadora —esa sí— que se ha aplicado contra países “disidentes”, ha llevado a un cierre cada vez más agresivo de los mercados y a una inseguridad global sobre los derechos de propiedad. Esto, reforzado por el nacionalismo económico de las derechas europeas y estadounidense. La defensa de la paz y del respeto a los derechos humanos —a los que se llegaría después de ablandar a las dictaduras a punta de sanciones, bombazos e invasiones supuestamente quirúrgicas— se convirtió en el apoyo sin reatos a la salvaje operación punitiva israelí contra los palestinos, que ya se ha cobrado decenas de miles de víctimas. La esperanza de mayor estabilidad y paz fue minada por la insistencia en expandir la OTAN, sin la cual es imposible entender el retorno de la guerra a suelo europeo (esto no excusa la guerra de Putin).

¿Una apertura generalizada de la que nos beneficiaríamos todos, aunque fuera de manera diferencial? ¿Quién puede creer en eso hoy? Muchas desigualdades se han ahondado drásticamente. Algunas de ellas producen muertos. Piénsese no más en el terrible espectáculo de barcos llenos de migrantes que se hunden en el mar.

Y todo esto también está debilitando de manera gradual pero cada vez más visible la idea central de todo el diseño: la de una democracia liberal que respetaría pesos y contrapesos y la libertad de expresión sin reatos. No solo por el ascenso de la extrema derecha en el mundo, sino por las posiciones represivas de los centristas que timonean este barco que navega con creciente dificultad las aguas turbulentas por las que atravesamos. Por ejemplo, las expresiones de solidaridad con los palestinos son atacadas con cada vez mayor dureza.

Algo común a todos estos fenómenos es que el mundo creció más allá del horizonte de imaginación hegemónico de todo el proyecto. Este, además, ha hecho todo lo posible por hacer que Rusia y China se alíen. Algo que el muy conservador —pero para nada estúpido— exsecretario de estado estadounidense, Zbigniew Brzezinski, decía que era el único pecado que la política exterior de su país jamás, pero jamás, se podía permitir.

Dios no castiga ni con palo ni con rejo.

 

Fernando(70558)04 de mayo de 2024 - 07:38 p. m.
Cada vez que el monstruo se empieza a hundir en su propia bazofia, se inventa un nuevo ropaje que oculte su cuerpo de horror y violencia, para mantenerse en el poder. Ahora se fraguan guerras en la que nos quieren involucrar mientras en su desespero buscan su nuevo ropaje de engaño, aunque parezcan agotadas las opciones. Tal vez esté próxima la era en q' internacional/ se impongan las opciones de quienes hemos soportado sus vejámenes.
Norma(12580)04 de mayo de 2024 - 05:54 p. m.
Excelente análisis, realizado con una mirada humanista. Gracias!
Arkanos(kwupp)04 de mayo de 2024 - 03:10 a. m.
Escalofriantemente tranquilizador que los poderosos gigantes del mundo se hagan pasito para mantener el frágil balance en este mundo siempre cambiante...
karl(g3os1)04 de mayo de 2024 - 02:56 a. m.
"Occidente" fue por lana y salió trasquilada .
Oscar(36876)03 de mayo de 2024 - 08:45 p. m.
Esta vez Magistral Francisco, gracias.
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar