He conocido a personas que sostienen que los asesinatos llamados “falsos positivos” —de miles de jóvenes colombianos muertos a manos del Ejército Nacional— no existieron, son una invención, son falsedades, falacias de los enemigos de Álvaro Uribe, que no comprendieron la grandeza y la clarividencia de sus actos de gobierno y su trayectoria política signada por el patriotismo. Un presidente que, según testimonios, sabía del asesinato de miles de muchachos y durante años miró para otro lado, porque le convenía a su “política de seguridad” y a su invención de que iba a acabar con las guerrillas y a traer la paz a Colombia. Fue pura paja, eso sí fue pura mentira. En ocho años de gobierno no lo consiguió. Más bien, como afirman no pocos analistas, envileció a Colombia delante del mundo entero.
Sobre la degradación y el cinismo de Uribe no voy a hablar, eso ya ha sido hecho abundantemente. Para no ir más lejos, se hizo el domingo pasado en este diario, en forma elocuente, en su página editorial y en la columna habitual de Rodrigo Uprimny.
Quiero más bien volver al asunto de cómo hay personas seducidas hasta el delirio y el fanatismo por Álvaro Uribe, que niegan que los asesinatos hubieran ocurrido. Bastaría con que vieran a las madres llorando, pidiendo justicia, durante años y años. ¿Están simulando?
Pero, además, la Comisión de la Verdad recogió el testimonio de miles de víctimas. La JEP ha hecho otro tanto y ha llevado a cabo las audiencias públicas de reconocimiento de los hechos por parte de los militares que los cometieron. El Estado, a través de ministerios y entidades, los ha reconocido. La propia Fiscalía, que está tan politizada y es tan lerda, ya los está reconociendo y empezando a adelantar los procesos judiciales. La ONU, la UE, universidades y centros de pensamiento, centenares de oenegés, a lo largo y ancho del mundo, los han denunciado y han comprobado hasta la saciedad que hicieron parte de una política de Estado.
Sigue a El Espectador en WhatsApp¿Cómo puede entonces alguien tener el morro de decirle a uno en la cara que eso es mentira? Que esos crímenes no ocurrieron. Que son los enemigos del ungido Álvaro Uribe, del gran patriota Álvaro Uribe, del salvador Álvaro Uribe, que le quieren hacer daño y endilgar mentiras y patrañas propagadas por “izquierdistas y guerrilleros y zarrapastrosos”, que odian al redentor de Colombia.
¿Cómo puede uno tener la sangre fría y el hígado para mentir así? ¡Pero lo hacen! Pasa todos los días. ¡Y ay de que uno diga algo! Que trate de entrar en razón y llevar la conversación hacia los hechos insoslayables.
Si tiene suerte, solo habrá perdido el tiempo. Pero lo más probable es que se haya ganado un enemigo para toda la vida. Alguien que soterradamente, desde ahora, desconfía de uno y lo desprecia.
Decía Uprimny algo estremecedor en su columna del domingo pasado: Álvaro Uribe es responsable, moral y políticamente, de más asesinatos que los cometidos durante la dictadura de Augusto Pinochet.
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