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Organizar la paz como ausencia de violencia abierta, estructural y cultural, será fundamental para cristalizar la gobernabilidad democrática en Colombia.
Para una adecuada complementación a la presente serie, detengámonos a plantear algunas relaciones entre gobernabilidad y paz. Observemos con Luis Jorge Garay que: “…la sociedad colombiana debe asumir la conciencia de que continuar la profundización de la situación de guerra generalizada se verá enfrentada cada vez más al marginamiento internacional tanto en lo político como en lo económico, que la puede llevar no sólo a mayores niveles de disolución interna, sino además a una creciente pérdida de dinamismo económico y al consecuente empobrecimiento generalizado”.
“Para Colombia sería muy grave que se entendiera que la guerra puede ser resuelta por un grupo reducido de personas concertando acuerdos parciales en la búsqueda por solucionar algunos de los frentes de la guerra. La sociedad debe asumir resueltamente que hay razones objetivas y estructurales de la guerra generalizada que están íntimamente ligadas con la estructura política, económica, social, (ambiental) y cultural del país”.
Hacia una nueva cultura de la paz. Ante la situación actual de Colombia, se impone crear una nueva cultura de la paz. Y para contribuir a ello, comencemos por precisar su conceptualización. ¿Qué podríamos entender por una cultura de la paz? Recordemos que es una forma de ver, de vivir y de sentir la ausencia de la violencia abierta, estructural y cultural, en nuestros días y hacia el futuro. Esto implica el que podamos construir sistemas, estructuras y personalidades comprometidas y conocedoras de la gran problemática que conduce a disfrutar la paz. Y también, que observemos que es un proceso histórico cuya cristalización facilitará la gobernabilidad.
Algunos caminos que nos pueden servir para consolidar una nueva cultura de la paz, los podemos extraer del trabajo realizado con Johan Galtung(1) , que estamos invitados a complementar. Veamos: 1. Transformación de conflictos. Es decir, impulsar la formación de muchos trabajadores para la paz con capacidad de intervenir en conflictos; que dialoguen con la gente para facilitar el surgimiento de ideas y alternativas nuevas, concretas y viables. 2. Crear actores para la paz. Haciendo énfasis en los grupos de mujeres y de jóvenes, sin olvidar que la paz debe ser un compromiso de todos los estamentos sociales.
3. Educación para la paz. Creando textos, organizaciones e instituciones especializadas en el afianzamiento de políticas de paz. Podemos comenzar por ejercicios prácticos desde las escuelas elementales para llegar hasta los diplomados, las especializaciones, las maestrías y el doctorado. 4. Periodismo para la paz. Seguir entrenando periodistas especializados en ambientar escenarios y políticas constructivas. Que no se siga escribiendo sólo sobre la violencia, sino sobre el conflicto que está detrás de ella y sobre la creación de atmósferas que faciliten su solución. Si el conjunto de las asociaciones colombianas que dirigen nuestros medios de comunicación —elaboran una estrategia común— estoy seguro que los futuros gobiernos y las comunidades, van a recibir un apoyo eficiente. No debe olvidarse que si de un lado, está clara la voluntad de paz de diez millones de colombianos, que participamos en el proceso electoral de 1998 y en eventos ulteriores, de otro lado, es muy grande la ignorancia existente aún, sobre los caminos reales que debemos recorrer, si de verdad vamos a construir la paz(2).
5. Crear zonas de la paz. En ellas debe organizarse la gente a nivel local para vivir con dignidad; con un programa de reconciliación; con una economía de sobrevivencia para eliminar el miedo a la muerte a través del hambre. Estas zonas deben estar pobladas por habitantes desarmados. Se podría tener vigilancia, nacional y/o internacional, pero sin armas... Se trata de crear espacios donde sus habitantes puedan aclimatar pedagógicamente, nuevas conductas pacíficas. 6. Mantener la paz. Buscando la cooperación de las fuerzas militares que conociendo a Klausewitz, profundicen más en las estrategias, prácticas y actitudes de Sun Tzu, Ghandi y sus continuadores contemporáneos. Se trata de institucionalizar la cultura de la no violencia y aprender de los casos exitosos de construcción de la paz.
7. Reconciliación o reconstrucción. Es decir, crear espacios entre la comunidad que les facilite encontrarse en torno a valores comunes; al saber perdonar y al reconstruir sus comunidades en torno al trabajo. Es posible que tengamos que aprender de las magníficas experiencias de África del Sur. 8. Negocios para el desarrollo y la paz. Ello supone garantizar estímulos, especialmente a nuestros campesinos, en el proceso de sustitución de cultivos; garantizarles, por ejemplo, al que cultiva el café, una parte mayor del precio total que paga el consumidor.
9. Promover iniciativas productivas locales. Esto conlleva organizar modos de sobrevivir; energías baratas; formas cooperativas de microcrédito; modos de cultivar para tener alimentación; educación, vivienda, salud, empleo, recreación y vestido indispensables. Para que las zonas de paz puedan funcionar, deben ser autosuficientes en materia de necesidades básicas. Obsérvese que la economía de crecimiento, mata a la economía de subsistencia; y 10. Conocer y responder a las patologías culturales. En algunos casos, ellas pueden ser causantes de más tensión en la comunidad. Habría que revisar por ejemplo, la incidencia del machismo en la producción de violencias y complementariamente, fortalecer valores como la lealtad, la honradez, el amor al trabajo, la valentía y un sano nacionalismo, que pueden ser fuente de cohesión y de una nueva mística en torno a la creatividad y a la construcción de la paz.
Obsérvese la complementación y correlación múltiple existente entre los temas propuestos; ellos han sido cuidadosamente discernidos y deducidos del análisis de conflictos y de la formulación de políticas para la paz(3). El editorial de El Espectador el lunes 25 es sensato: “No desaprovechemos la oportunidad de construir consenso por la paz”.
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Referencias
1. Roa, Hernando Y Johan Galtung, ¿Cómo construir la paz en Colombia? 1998, ESAP Publicaciones, Bogotá, pp. 9-23.
2. Nótese que fue significante la firma del Acuerdo con las FARC-EP en noviembre de 2016. Sin embargo, han sido notables las deficiencias en planeación, implementación y evaluación en torno a las tareas a realizar antes y a partir de esa fecha.
3. Notemos que algunas de estas propuestas del decálogo galtuniano, se han utilizado en el proceso de implementación del Acuerdo de Paz signado en 2016 en Bogotá. No debemos olvidar que Naciones Unidas ha insistido con razón (2022), que es necesaria una voluntad política superior para implementar apropiadamente el Acuerdo firmado por el Estado colombiano.
