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La princesa Monocuco

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Juan Diego Soler
19 de enero de 2024 - 02:05 a. m.
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Caímos otra vez. Un personaje, que ya deberíamos aceptar tan colombiano como Juan Valdez o la patasola, explotó nuestra buena fe y con la ayuda despistada de los medios se convirtió en una celebridad. Habíamos tenido una eminencia de la medicina que se autodenomina inventor del marcapasos* y un inventor de la NASA que no trabaja para esa agencia y no tiene las patentes de sus presuntas invenciones**. Pero no habíamos visto la osadía de la mujer que esta semana desfiló por los titulares haciéndose pasar por un miembro del equipo de El niño y la garza, la más reciente película del maestro de la animación Hayao Miyazaki.

La princesa Monocuco. Así la bautizaron las redes sociales con su inagotable ingenio y crueldad en una referencia a La princesa Mononoke, otra obra maestra de Miyazaki. De todas las películas de animación de todos los autores del mundo, ella decidió irrumpir en la del realizador que en 60 años de carrera se ha convertido en la encarnación de la dedicación a la obra artística.

El crítico de cine Alejandro G. Calvo sugiere que sin Hayao Miyazaki nuestro mundo sería mucho más triste, mucho más feo y mucho más aburrido. Yo estoy de acuerdo. Miyazaki ha logrado llevar a las pantallas imágenes de una incomparable fineza técnica y dotarlas de un significado profundo. La misión de sus películas, dice, es “reconfortarte —llenar el vacío que pueda haber en tu corazón o en tu vida cotidiana”. Sin embargo, lejos de ser versiones edulcoradas de la realidad, sus historias abrazan la riqueza de la experiencia humana, la dulzura y la amargura de la vida, el amor y la pérdida, el encanto de las máquinas y los estragos producidos por los humanos en el mundo natural.

No hay mucho de esa riqueza en la historia de nuestra princesa Monocuco, pero sí hay bastante de la simpleza con la que se nos enseña a ver el mundo. Como si fuera un hada madrina, la oportunidad se le apareció a la colombiana y la convirtió en una princesa de la animación. Pero, como dice la ganadora del Premio Nobel Olga Tokarczuk, vivimos tan alejados de la naturaleza que se nos olvida que los huevos se forman dentro de una gallina.

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La animación es una profesión difícil e ingrata. Toma años desarrollar la habilidad para reconstruir el movimiento fotograma por fotograma, es una tarea que consume horas como si fueran segundos, en donde la competencia es muy alta y la remuneración escasa. Cada vez que siento la necesidad de quejarme por el exceso de trabajo, encuentro consuelo al pensar que podría sufrir tanto como un ciclista o un animador y regreso en silencio a mi escritorio.

Esa lucha continua es usualmente invisible, pero en 2013 el documental El reino de los sueños y la locura se asomó al taller del maestro. Allí se encuentra la célebre secuencia en que Miyazaki, con su delantal de trabajo y en la cocina de su casa, dice: “Hoy todos los sueños de la humanidad están malditos de alguna manera. Sueños hermosos pero malditos… Lo que quiero decir es, ¿cómo sabemos que las películas valen la pena?”.

La respuesta está en la obra de Miyazaki, en el desahogo en la experiencia estética y en el valor, la compasión y la valentía de sus personajes. Si algo está reflejado en sus películas es que perseguir los sueños no es un camino recto. Ni siquiera es un camino. Es una decisión continua que toma dedicación y sacrificios. Serán pocos los que nos acompañen, pero valdrá la pena, porque no serán la princesa Monocuco.

* “Jorge Reynolds, el hombre que no inventó el marcapasos”.

** “Los dudosos honores del científico colombiano Raúl Cuero”.

Juan Diego Soler

Por Juan Diego Soler

Doctor en Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Toronto, Canadá. Investigador científico del Instituto de Astrofísica Espacial y Planetología en Roma, Italia. Autor de los libros “Relatos del confín del mundo (y el universo)” y “Lejos de casa”. Escribe sobre ciencia para El Espectador desde 2011.
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Clara(ffpw1)19 de enero de 2024 - 04:49 p. m.
"Caímos otra vez", no es la, expresión correcta. Lo que sucede con mayor frecuencia es que la falta de rigor en la investigación periodística y el contraste de fuentes, hace qué los "medios de comunicación" por no perder la "chiva" difundan cualquier locura.
Carlos(92784)19 de enero de 2024 - 04:06 p. m.
De charlatanes está llena nuestra historia : el que prometió la vacuna contra la malaria y se llevaba todo el presupuesto de Conciencias ; el Fiscal más preparado de la historia y es solo un atorrante , el Gran Colombiano, que de grande solo tiene el sombrero etc etc
Fernando(01465)19 de enero de 2024 - 01:59 p. m.
Se debate uno entre la risa y la amargura leyendo todo esto. Gracias por adicionar los artículos sobre el Dr. Reynolds y el Dr. Cuero. Al último lo vi una vez en una intervención remota durante algún evento académico. También lo ponían por las nubes. Por cosas como estas valoro cada día más la famosa película cubana: "Memorias del Subdesarrollo."
María(11708)19 de enero de 2024 - 01:12 p. m.
La clase política nos enseñó que mentir es una forma de vida y no pasa factura, se volvió una cultura de sobrevivencia
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